viernes, 26 de octubre de 2012

MUJER, PAZ Y SEGURIDAD EN COLOMBIA


Para conseguir una paz duradera en el conflicto colombiano las mujeres y también otros grupos minoritarios, deben ver sus perspectivas y sus aspiraciones de justicia incluidas en las mesas de negociaciones.


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AFP/Getty Images
Mujeres colombianas se manifiestan en Bogotá por el asesinato de un joven en un parque de la ciudad.

 Por primera vez en diez años, el Gobierno colombiano se reunirá con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Oslo, Noruega. Esta es una oportunidad histórica para poner fin al último conflicto de la guerra fría en América Latina, que ha perdurado por casi medio siglo. Hay esperanzas de que, finalmente, termine, pero una mayor participación de los ciudadanos, en especial de las mujeres, es fundamental para sentar las bases de una paz duradera. El conflicto armado  colombiano ha  provocado la muerte de cientos de miles de ciudadanos, desplazado a más de 5 millones de personas y hoy registra la tasa más alta de desaparición forzada en América Latina y en el mundo, con más de 32.000 desaparecidos. Los terribles costes humanos, se han incrementado por la violencia asociada al narcotráfico y las desigualdades sociales en la nación.

DEPENDE: LOS BRICS


En conjunto, su PIB equivale casi ya al de Estados Unidos. Pero, ¿son el verdadero futuro de la economía mundial?


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AFP/Getty Images

“Los BRICS son una categoría aparte”
Sí y no. No cabe duda de que los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y el miembro más reciente del grupo, Suráfrica- son grandes. Son importantes. Por población, superficie y volumen económico, sus dimensiones son impresionantes y desde luego sobresalen frente a las de otros países. Juntos, constituyen el 40% de la población de todo el mundo, el 25% de la superficie terrestre y alrededor del 20% del PIB mundial. Controlan ya, aproximadamente, el 43% de las reservas mundiales de divisas extranjeras, y esa proporción no deja de aumentar.
Jim O’Neill, de Goldman Sachs, llamó la atención sobre el ascenso de las cuatro nuevas potencias originales cuando les dio el nombre de BRICS en 2001 y su crecimiento empezó a dispararse. Pero, en realidad, su éxito económico venía de muy atrás. Veinte años antes, cuando yo estaba en la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial (CFI), ya estábamos viendo la posibilidad de buscar una nueva etiqueta para esos países, que, a pesar de su enorme potencial económico, seguían agrupados con los perpetuos casos perdidos en la categoría de países subdesarrollados, atascados en el Tercer Mundo. En esa época, las bolsas de ese mundo no figuraban en los radares de la mayoría de los inversores internacionales, a pesar de que estaban empezando a crecer. Yo los llamé mercados emergentes. Ya había inversores locales muy activos en Malasia, Tailandia, Corea del Sur, Taiwán, México y otros países, a medida que las empresas nativas crecían y se volvían más competitivas en el área de las exportaciones y la regulación de los mercados se hacía más compleja. No obstante, hasta que la CFI construyó su Base de Datos de Mercados Emergentes y su índice correspondiente en 1981, no había forma de medir el comportamiento de las acciones en un grupo representativo de esos mercados, una desventaja considerable frente a otros índices internacionales, que estaban sesgados en favor de países desarrollados como Alemania, Japón y Australia. Esta nueva investigación sobre mercados y empresas ofreció a  los inversores la confianza para poner en marcha fondos diversificados en los mercados emergentes tras el éxito obtenido en Estados concretos como México y Corea del Sur.

LIBIA TEME A LAS MILICIAS ‘YIHADISTAS’


Los grupos extremistas y el futuro del país norteafricano.

AFP/Getty Images

En la casa de su tercera mujer, en la que “por ahora” reside a la espera de contraer matrimonio con una cuarta que ya ha elegido, Abdelhakim Al Hasadi sirve té y café a los que le visitan. Este ex yihadista que combatió en Afganistán tomó las armas para liderar la milicia de los Mártires de Abu Selim, en Derna, al este de Libia, nada más iniciarse el conflicto. Fue entonces cuando Gadafi le puso bajo los focos al acusarle de pertenecer a Al Qaeda. Una acusación que ya entonces desmintió. Tras el conflicto, decidió dejar la lucha y participar en el proceso político presentándose a las elecciones. “No es el momento de las armas”, apunta dando un sorbo a su taza de café. “Es el momento de construir y no de luchar”.  Sin embargo, hasta su puerta siguen llegando periodistas que le preguntan sobre Al Qaeda, sobre la relación de las milicias que controlan el país con grupos terroristas y sobre las opciones que tienen los jóvenes de no caer en las redes de estas organizaciones.

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