martes, 11 de septiembre de 2012

Venezuela y el temor a una guerra civil

Diego Arria

Al acercarse las elecciones presidenciales en Venezuela el 7 de octubre, la retórica de Hugo Chávez contra la oposición es más histérica cada día.
En realidad, si se escucha a Chávez, nadie diría que está sufriendo de un cáncer en una etapa avanzada. Aun sus partidarios más cercanos están deliberando sobre sus próximos pasos si el Comandante se va de este mundo. Pero nada de esto pasa a la población venezolana por una sencilla razón: Chávez quiere que crean que es como un dios mitológico, un eterno sobreviviente, a quien no lo afectan preocupaciones humanas como una enfermedad debilitante.

El último floreo retórico de Chávez ha aumentado el temor de que una victoria de la oposición lleve a una guerra civil. Es un paso más allá de la demonización del popular candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, a quien Chávez siempre se refiere con el lenguaje más ofensivo, y cuyo origen judío ha sido objeto de crueles ataques antisemitas.
En una comparecencia radial el 4 de septiembre, Chávez acusó a Capriles, que es un moderado, de ocultar un “paquete de medidas neoliberales” en su plataforma electoral. Capriles, agregó Chávez, “quiere llevarnos de vuelta a una Venezuela que no aceptaríamos, y que conduciría a un triste escenario de desestabilización profunda, y que incluso podría llevarnos a una guerra civil”.
Hay un método detrás de este intento de sembrar el miedo. Según Luis Vicente León, el presidente de Datanálisis, una importante encuestadora venezolana, alrededor del 30 por ciento de los votantes –aproximadamente 6 millones en total– no han decidido por quién votarán. Y a raíz de la explosión en agosto en la refinería de petróleo Amuay, en la que murieron más de 40 personas, las minuciosas preguntas que se hacen sobre la mala administración crónica del régimen no le hacen ningún favor a Chávez. El presidente del sindicato de trabajadores petroleros, José Bodas, que hace dos años advirtió que las prácticas del régimen estaban "poniendo en peligro la vida y la salud de los trabajadores", ahora ha pedido una investigación independiente de la explosión de Amuay, el mayor desastre industrial en la historia de Venezuela, y ha exigido la renuncia del ministro de Energía de Chávez, Rafael Ramírez.
En vez de responder a Bodas directamente, Chávez hizo lo que siempre ha hecho: pronunció un ampuloso discurso en el que afirmó que una victoria de la oposición, que la explosión en Amuay ha convertido en una posibilidad mucho más realista, es el equivalente de un apocalipsis.
La analista política Carmen Beatriz Fernández dijo a un periódico venezolano: “Es algo que Chávez ha hecho antes, por ejemplo, en las elecciones legislativas del 2010. Pero ahora lo está haciendo con más fuerza porque se ha dado cuenta de que no tiene una ventaja tan cómoda en las encuestas de opinión como antes”. Y es correcto: una encuesta reciente mostró que Capriles aventaja a Chávez por varios puntos, mientras otro sondeo reveló que Capriles disfruta una ventaja en siete de los ocho estados más populosos de Venezuela.
¿Funcionará esta estrategia maquiavélica en octubre? Después de 14 años de gobierno, los venezolanos se han dado cuenta de los trucos de Chávez. Sin embargo, eso puede que los haga más, en vez de menos, sensibles al temor de que cualquiera que vote por Capriles será marcado como un enemigo en el futuro. Además, teniendo en cuenta que Venezuela ya es la capital mundial de los asesinatos, con 50 homicidios por cada 100,000 personas, la noción de una guerra civil evoca imágenes demasiado realistas de un baño de sangre ejecutado por bandas armadas que ya nos aterrorizan, muchas de las cuales son aliadas del régimen y tienen su apoyo.
Lo más importante de todo: los venezolanos saben que Chávez siempre puede copiar ideas de su amigo, el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, y robarse la elección si el resultado final no es de su agrado. La posibilidad de ese resultado ha sido reconocida hasta por líderes de América Latina que tradicionalmente han acogido bien al régimen de Chávez. Tanto la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, como la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff, han aconsejado a Chávez que no se oponga a una victoria de la oposición por medios antidemocráticos.
Dudo que Chávez siga este consejo. Es un revolucionario de la vieja escuela, tenazmente ideológico, y por lo tanto desdeña cualquier sugerencia que pueda descarrilar su "revolución bolivariana". Si Chávez perece por el cáncer, varios de sus confidentes tratarán de perpetuar lo que los venezolanos llaman "chavismo después de Chávez".
La oposición ha llevado a cabo una campaña energética y positiva, en la que el juvenil Capriles ha ido a pie de estado en estado, hablando directamente con los votantes. Pero la oposición sabe demasiado bien que Chávez todavía guarda en la manga su mejor y más letal carta: si fabricar un sangriento conflicto civil es lo que hace falta para mantenerlo en el poder, tratará de hacerlo. Pero en esa situación, las fuerzas armadas tendrán la última palabra.
Ex embajador de Venezuela en las Naciones Unidas, y portavoz de freevenezuela.org, una campaña internacional para apoyar a la oposición venezolana.

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