Perú: Una comisión de la verdad para la CVR – por Eugenio D’Medina Lora
El Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) cumplió nueve años en agosto y a propósito de esa efeméride, llamó mi atención esta reveladora declaración de su expresidente: “El gran logro ha sido el enjuiciamiento y ulterior condena por delitos de lesa humanidad de quien fuera presidente de la República, Alberto Fujimori. ” Me pregunto: ¿este era entonces el propósito de la CVR? ¿Para esto se conformó? ¿Confirmaría esta animosidad que el juicio a Fujimori fue político? Me hace pensar.El marcado y excesivo sesgo antifujimorista y antimilitar, además de pro-izquierdista del Informe final de la CVR, le resta la objetividad necesaria para constituirse en un referente de lo que sucedió en el Perú con el terrorismo. Esto se demuestra en diversos pasajes de dicho Informe. Bastaría examinar las conclusiones 98 a 104, donde no es posible encontrar un solo mérito, siquiera político, del liderazgo de Fujimori en la derrota del terrorismo. Que contrasta con las conclusiones 105 a 113, que alaban el comportamiento de la izquierda peruana durante los años de terrorismo, con excepción de tibios cuestionamientos consignados en las conclusiones 108 y 111.
Nueve años después, con un terrorismo renacido, un sistema coactivo desmoralizado, una legalidad perforada y un gobierno contra las cuerdas, disparándose al pie, todo ello a partir de las “conclusiones” del Informe de la CVR, me parece que se va abriendo la necesidad de conocer realmente toda la verdad. Pero toda, no parte de ella.
Se ha cometido el error de asumir que dicho informe es palabra tallada en piedra, cuando en el mejor de los casos, es un primer borrador de
Urge entonces, ya con mayor distancia histórica, aplicarle una prueba ácida a las conclusiones de la CVR, revisar sus premisas, sus metodologías y por qué no, sus prejuicios. Empezar la gran discusión nacional, académica, científica, sobre lo que realmente pasó. En suma, aplicarle una comisión de la verdad, a la CVR. Porque en una democracia con libertades, no hay intocables ni “vacas sagradas” ni desiguales ante la ley.
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