lunes, 10 de septiembre de 2012

López Maya: triunfo de Chávez trae estado comunal y fin de la propiedad privada

Un buen amigo al que le gusta la historia y la genealogía de los ciudadanos me envía con urgencia lo que describe “un interesante artículo” publicado el martes 4 de Septiembre en el diario Panorama de Maracaibo.
Me da tres razones: Una es que el tema “transición” es poco abordado por los medios. Otra, que sale en ese diario zuliano que por lo general evita publicar todo cuanto pueda causar fricción con el régimen. La tercera, quizás la más importante, que quien lo firma es la historiadora Margarita López Maya a la que define “incuestionablemente” una de las
pocas personas que en Venezuela ha sido considerada auténticamente “ni-ni”…
Leído, coincido con lo oportuno de sus palabras. El 7 de Octubre y los días posteriores hasta Enero de 2013, indistintamente de quien gane la elección, quien se encargue -o vuelva a hacer la pantomima de entregarse de nuevo él mismo la banda presidencial- tiene que afrontar una gobernabilidad puesta en entredicho desde hace unos años. Con solo ver un solo ejemplo: las cárceles, sus pranes y la negociación que con ellos se hace -hasta con llamada del propio jefe del gobierno como él mismo lo anunció eufórico- podemos cerciorarnos del peligro que nos asecha.

La Dra. López Maya lanza un alerta sobre el peligro que se cierne sobre el país de ganar el actual mandatario reeleccionista. Una vez más hace valer su integridad intelectual  frente al poderoso militar mandante.
Vale la pena leerla y reflexionar. De cualquier color o ideología que se ejerza. Lo merecen Venezuela y nuestros hijos. Está en www.panorama.com.ve

Pensando en transiciones

Martes 04 de septiembre de 2012
En estos días leí “Adiós Muchachos” del nicaragüense Sergio Ramírez. Es un libro pertinente en la Venezuela actual, pues Ramírez, quien fuera una de las figuras más destacadas de la revolución sandinista reflexiona sobre esa experiencia y sobre las elecciones de 1990, cuando el sandinismo de Daniel Ortega perdió ante Violeta Chamorro, candidata de la Unión Nacional opositora. También explica su ruptura con ortega en 1997”.
Las elecciones presidenciales de 2012 en Venezuela guardan sus afinidades con las presidenciales de 1990 en Nicaragua. Tal como aquéllas, en éstas están ofertados dos distintos proyectos de país. El triunfo del candidato Chávez, daría a su proyecto “socialista” una legitimidad que en rigor no ha tenido hasta ahora, pues la derrota de su propuesta de reforma constitucional de 2007 sigue pesando. Si Chávez gana, podrá pasar la hoja y proceder a estatizar todo bien privado, crear el Estado Comunal e intervenir de manera totalitaria en nuestras vidas. Es preciso no engañarse con
tácticas electorales, que buscan convencer que habrá alguna tolerancia o convivencia con quienes no comulgan con el proyecto. Si triunfa Capriles,
pudieran detenerse las tendencias y abrirse la oportunidad de una transición hacia un modelo híbrido entre el chavista y otro esbozado en las propuestas de la MUD.
En este escenario, dada la fuerza que tendrían ambas bandos, Capriles por la legitimidad del triunfo y el chavismo por seguir controlando mucho poder, tendríamos condiciones para que por fin se diera un diálogo. En él, el restablecimiento de instituciones democráticas desaparecidas sería una prioridad, así como el ajuste hacia un modelo de economía mixta -estatista y de mercado- buscando mantener los logros de inclusión justicia social, el legado más importante del chavismo.
Una oportunidad similar tuvo Nicaragua en los noventa, pero la perdió por la obcecación polarizada de los actores, en particular por el sandinismo de Ortega, que lejos de entender y respetar la voluntad popular expresada en el triunfo de Chamorro, saboteó todo diálogo, aduciendo que el poder seguía siendo de ellos, que controlaban el partido y el ejército. El sandinismo de Ortega prefirió continuar insistiendo en la vía revolucionaria y el modelo cubano, desprestigiados entre sus bases por las muertes y penurias que habían provocado. Se perdió la salida democrática para Nicaragua, una salida de reformas constitucionales. Hoy en día, ese país es de los más pobres y autoritarios de la región. Este año visité Managua y pude palpar tanto la pobreza, como el desencanto que flota en el ambiente.
Ramírez destila tristeza en la introducción. Habiendo luchado contra la desalmada dictadura de Somoza, abrazado la estrategia de la guerra y compartido el socialismo de acuerdo al modelo cubano, también supo entender en 1990 que la gente quería pasar a otra etapa, reconstruir la vida cotidiana, dejar atrás la guerra, la confrontación con el imperialismo, construir instituciones. En esas elecciones Ortega pensó que ganaría, pero un sorpresivo voto oculto le dio la victoria a Chamorro. Ramírez en este libro arguye que no todo estaba perdido para el sandinismo en 1990, si se interpretaba y respetaba la voluntad popular.
Si el Frente Sandinista hubiese aceptado el diálogo con la oposición, que incluía corrientes moderadas y/o socialdemócratas que también combatieron a Somoza, otra sería la historia. Lo que pudo ser pero no fue, como dice Ramírez, terminó no cambiando la historia de Nicaragua, y para muchos que combatieron no valió la pena, “un empeño que se quedó en una gran frustración y un formidable desencanto”. Si un escenario análogo se diera este octubre en Venezuela, aprendamos de esta reflexión de Ramírez.

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