Alberto Mansueti
|
Porque en todas partes es lo mismo: nuestro mensaje liberal es
ignorado o resistido fieramente por todos quienes de una u otra manera se
benefician del estatismo, o esperan beneficiarse a futuro. Y cuando ese mensaje
llega al público no comprometido, muchos lo entienden y aceptan, pero la
segunda pregunta que hacen es: “¿Y cuál es el partido …?” (La primera es: “¿Y
en qué país … ?”) Si la respuesta es “No hay tal partido”, la gente piensa que
en esas ideas tan bellas, pero abandonadas tiempo atrás en casi todo el mundo,
algo debe haber erróneo, dañoso, utópico o disparatado. Que seguramente deben
ser impracticables por alguna razón (vaya a saber cuál), al punto que sus
defensores no se juegan por ellas en la arena política. Y ahí se acaba todo.
Sin un partido liberal presente en la escena política no es
posible siquiera llamar la atención del público para el mensaje liberal, mucho
menos prestarle credibilidad y brindarle apoyo. Sin embargo, antes de pasar a
campo tan cenagoso, neblinoso y traicionero como el de la política, hemos de
clarificar algunos conceptos controversiales y candentes:
1. Qué es el liberalismo. El liberalismo no es una
religión, una filosofía o una ciencia. Aunque emparentado con las verdades
permanentes de la tradición judeo-cristiana occidental, con las filosofías
realistas, y con lo mejor de las ciencias humanas, el liberalismo es no más ni
menos que doctrina política: la de los Gobiernos limitados, los mercados
libres, y la propiedad privada.
La respuesta a la primera pregunta que la gente hace, sobre en
cuáles países el liberalismo se ha practicado, tiene vigencia, o la ha tenido,
es esta: ese sistema político, legal y económico, practicaron en el pasado los
países de Europa del Norte y EEUU de América que por esa causa se hicieron ricos,
con libre comercio internacional y patrón oro. Hasta que más tarde, ya en el
siglo XX, fueron llevados al estatismo y al socialismo, algunos mediante la
fuerza bruta y por la vía de las armas, de un solo golpe, otros poco a poco,
con engaños y por la vía de los votos. Y así, en forma abrupta o paulatina,
fueron cayendo en el empobrecimiento, en la dependencia y adicción a las
limosnas o “programas sociales” del mal llamado “Estado de Bienestar” (el
Bienestar del Estado), y en sucesivas crisis financieras y económicas, hasta
llegar al presente colapso global.
2. Gobierno Limitado. El Liberalismo Clásico
limita al Gobierno a preservar los derechos humanos naturales a la vida,
libertad y propiedad, cumpliendo sus funciones propias en materia de seguridad
externa e interna, tribunales de justicia, y ciertas obras públicas de
infraestructura. Asimismo limita a los gobiernos en sus poderes, y en sus
recursos, a los estrictamente indispensables para cumplir las tales tres
funciones y no otras, a ser desempeñadas por las familias, empresas, escuelas y
centros de enseñanza, iglesias y demás sociedades voluntarias, instituciones
que por su naturaleza son y han de ser privadas y separadas del Estado. Y para
limitar a los Gobiernos en sus funciones, tanto como en sus poderes y recursos,
fue que se inventaron los Parlamentos.
3. Libertad, y otros valores. El Liberalismo
Clásico es mucho más que “las ideas de la libertad”, expresión un tanto etérea
y ambigua, cuya imprecisión ha determinado en gran parte el fracaso del liberalismo
como empresa política. Porque de la premisa liberal de rigurosa separación
entre lo público y lo privado en todas las esferas de la vida social, resulta
una amplia libertad individual para todas las personas, pero también otros
valores, preciosos para las sociedades, como orden y la paz, seguridad y
justicia, prosperidad y progreso, tan valiosos e igualmente necesarios y
anhelados como la libertad.
4. Estatismo. Es lo diametralmente contrario al
liberalismo: la usurpación por parte del “Gran Gobierno” obeso, de funciones,
poderes y recursos, que por su naturaleza pertenecen a las personas
individuales y entidades voluntarias o privadas, tanto en la educación, como en
la economía y finanzas, atención médica, jubilaciones y pensiones, y muchas
otras esferas de la sociedad. Esa usurpación se ha llevado a cabo mediante
leyes especiales para cada una de esas áreas de la vida social, dictadas con
ese propósito perverso. Tales leyes han sido pasivamente toleradas por la
población, adoctrinada en las falacias del estatismo, y carente de un partido
político liberal capaz de resonar en la opinión pública, y de hacer resistencia
efectiva desde el Parlamento.
5. Capitalismo. El sistema liberal de
economía es el Capitalismo competitivo, a partir de la separación entre lo
público y lo privado en la esfera de la producción e intercambio de bienes y
servicios, según y conforme las leyes propias de la oferta y demanda en
mercados libres, pero con un dinero no carente de respaldo real, y un sistema
de banca privada con reserva 100 % en los depósitos. Ese capitalismo liberal ya
no se practica en casi ninguna nación del mundo, con la relativa excepción de
algunos lugares de Asia. Porque en todos ha sido abandonado en favor del
estatismo.
Ese abandono ha llevado paso a paso a las naciones a la enorme
crisis que hoy afecta a la economía global, mayor que la de 1929, tal como
expone la Escuela Austríaca de Economía. La recuperación plena del capitalismo
liberal es el único remedio disponible. Porque no hay otro.
6. Mercantilismo y Socialismo. Son los enemigos
históricos del liberalismo, el primero desde el siglo XVIII a lo menos, y el
segundo desde el XIX. Más allá de los discursos bonitos, mercantilismo es la
tradicional alianza del Gran Gobierno con las grandes empresas monopolistas,
que les permite sólo a ellas crear riqueza, para sí mismas, aprovechando sus
privilegios; y los demás productores apenas sobreviven, y no todos. Socialismo
es la más moderna “re-distribución” de la riqueza, mediante los impuestos y la
inflación, desde los productores privados (medianos y pequeños sobre todo), en
favor de todas las castas parasitarias de las izquierdas (políticas,
burocráticas, académicas, mediáticas y sindicales), enquistadas en el Gran
Gobierno, o por él amparadas y financiadas. En inglés suelen llamar
“Liberalism” al socialismo democrático; por eso se hace indispensable el
adjetivo “Clásico”.
7. El Sistema. Un “sistema” de economía
y política es un conjunto de principios, reglas y valores, que se encarna en un
cuerpo de leyes, y en una estructura social y gubernativa. El estatismo de hoy
es un sistema opresivo, empobrecedor, embrutecedor, esclavista y envilecedor,
que combina ambos tipos de perversiones: el mercantilismo, que es malo; y el
socialismo, que es peor.
Este sistema se nos ha impuesto y se nos impone mediante el
“Pacto Social”, acordado entre los representantes de las oligarquías
mercantilista y socialista en el Congreso, para intercambiar sus respectivos
votos a favor de las Leyes Malas de los unos y los otros. El mercantilismo y el
socialismo se complementan: el primero genera el caldo de cultivo para la
izquierda, que es la pobreza, la cual el socialismo explota e instrumenta
políticamente en su beneficio exclusivo, mediante las dádivas que reparte entre
los pobres “conectados” directamente con sus canales políticos, y las promesas
de dádivas que reparte al resto, para mantenerles pasivos. Y el socialismo
sirve al mercantilismo: le permite presentarse como “el mal menor”, y por tanto
preferible.
Pero el “Estado de de Bienestar” es inviable estadísticamente,
porque es imposible satisfacer a todos y cumplir todas sus promesas, y por eso
es utópico; además es extremista, porque nos conduce al “extremo” de subordinar
absolutamente todas y cada una de las actividades humanas al Estado.
8. Las Leyes Malas. Son las leyes
“especiales” (diferentes y contrarias a los Códigos ordinarios), que con el
pretexto de “prevenir” ciertos males reales o imaginarios, agreden la economía
y ofenden la justicia, el Derecho y la razón, decretando inspecciones y
sanciones por doquier, impuestos y multas, e inicuos privilegios (muchas veces
ocultos o disfrazados) para los mercantilistas y los socialistas. En el sistema
liberal, las leyes no son para “prevenir” crímenes o abusos vigilando y
controlando a todo el mundo en todas y cada una de las esferas de la vida
social en especial, para evitar que se cometan, tarea ésta imposible; son en
cambio para obligar a los responsables, una vez cometidos, a resarcir o
compensar a sus víctimas. Por ello mismo son disposiciones de orden general,
para que las personas puedan acomodar voluntariamente sus negocios mediante
acuerdos y contratos, y resolver sus conflictos posibles o presentes, por sí
mismas, o acudiendo a los jueces ordinarios.
Sin embargo los defensores del social-mercantilismo jamás se van
a “convertir” al liberalismo, pues aprovechan y se benefician del Sistema. Por
ello es que jamás oyen ni atienden a las explicaciones científicas ni a las
razones morales, aún cuando los liberales ingenuos se las expliquen y repitan
hasta el cansancio. No serán convencidos, tendrán que ser desalojados; y en
Democracia eso es con un partido político. Es la única forma, no hay otra.
9. “El camino desde la servidumbre”.
El “Camino a la servidumbre” se llamó a la ruta desde el Capitalismo del siglo
XIX hasta el estatismo y el socialismo, usurpando los gobiernos funciones
privadas mediante leyes inicuas, que con los más disímiles pretextos
incrementan la autoridad de los gobiernos en toda clase de asuntos tales como
dinero y banca, comercio y transporte, industria y servicios, actividades
agropecuarias y extractivas, educación y cultura, medicina, artes y ciencias,
deportes, medios de prensa, etc. A la vez estas leyes usurpan competencias y
poderes (es decir: libertades), y recursos, alegando necesitarlos para cumplir
tantos fines y objetivos declarados.
A partir de ahora en cambio, el mismo camino debe hacerse de
reversa; y ante la usurpación, proceder a la devolución de tales funciones,
poderes y recursos. Y no va a tomar 100 o 200 años, porque esas leyes pueden
ser derogadas todas simultáneamente (en el país entero, o en ciertas regiones);
y así debe ser, para que los efectos de su supresión puedan ser potenciados
entre sí, y el “Estado de Bienestar” hacerse innecesario en una economía no
mercantilista sino capitalista, abierta y en expansión creciente, capaz de
crear riqueza abundante, y generar oportunidades y empleos disponibles para
todas las gentes.
10. Moral y economía. El capitalismo es el único
sistema moral, porque para ganarse el sustento hay que producir o ayudar a
producir alguna cosa deseada, que la gente demande en los mercados, y se venda
y compre en libertad, sin coacción alguna, ni privilegios para nadie. Y es el
más eficiente en este sentido. Pero hoy el capitalismo está prohibido, o
legamente muy restringido. Legalizar plenamente el capitalismo es lo que
procede; pero antes, su rehabilitación moral y ética. La “corrupción”, que
tanto escandaliza a nuestra clase media, es inherente al estatismo, que se hizo
para robar; y no hay forma ni manera alguna de que pueda ser honesto. Ni
eficiente, porque es irrealista.
Por otro lado, las metas trazadas por Marx y Engels en el
Manifiesto Comunista del año 1848 ya se han cumplido en el terreno de lo
económico, y se han hecho realidad, sea por la vía bolchevique (comunismo) o
menchevique (socialdemócrata): el Gran Gobierno controla nuestra producción e
ingresos, el dinero, la banca y el comercio; y si aún nos dejan respirar, es
para que podamos seguir trabajando para ellos. Además es completo el control
gubernamental en la educación, que les sirve para inculcar alocados pretextos y
excusas ante los evidentes fracasos del Sistema, como también las creencias en
falsos remedios. Por ello, ahora las izquierdas van por los objetivos que
quedan, en la moral, el lenguaje, la razón, la ciencia y la civilización,
buscando la destrucción del matrimonio y la familia; eso se llama Posmodernismo
o “Marxismo Cultural”, indispensable para que los individuos quedemos aislados
y en solitario, impotentes, indefensos y por completo a merced del Gran Estado
providente, de sus dádivas y su tutela. Y por supuesto, desarmados.
11. Izquierdas y Derechas. La Izquierda es el
socialismo, del cual nazismo y fascismo son variantes extremas; y la “Derecha”
es lo que no es Izquierda: el mercantilismo o “capitalismo de compadres”, que
es la derecha mala, y el liberalismo, que es la derecha buena. (Izquierda buena
no hay). Perder el miedo a las palabras (por ej. capitalismo, privatización,
burguesía y derecha) es el primer paso para perder el miedo a las cosas que
ellas nombran. Nada se logra con miedo.
La terca negativa de algunos a reconocer al liberalismo como
derecha no es realista, no es creíble. Porque el capitalismo es de derechas en
lo ideológico, así como el socialismo lo es de izquierdas; y negarlo sabe a
disimulo mal intencionado, lo que debilita la defensa de cualquier causa, por
noble y honesta que sea. Sin embargo, la negación es típica de quienes no se
han separado de las izquierdas por completo, como muchos voceros del
anarco-capitalismo, pese a que esa posición sí podría ser considerada como la
derecha extrema.
12. Anarco-capitalismo. Una obvia contradicción,
porque no hay capitalismo sin Gobierno Limitado a la preservación de los
auténticos derechos naturales, como “árbitro de instancia final”, y último
recurso para dirimir los desacuerdos y conflictos entre las agencias y actores
privados. No obstante, este absurdo “anarco-capitalismo” sirve como una pobre
compensación psicológica por el fracaso político que ha marcado hasta hoy al
liberalismo, y un cómodo pretexto para la inacción política.
13. “Neo” liberalismo y Centro. Es el programa de
las reformas “macroeconómicas” de los años ’90, inspiradas en el “Consenso de Washington”,
o la continuación del mercantilismo por otros medios, más actualizados. Busca
resolver los problemas del estatismo, entre otros la insolvencia del “Estado de
Bienestar”, pero no los problemas de la gente. Para ello ha privatizado muchas
empresas y actividades estatales pero sin desregular, convirtiendo así a los
monopolios estatales en monopolios privados; y ha exigido más impuestos, a fin
de solventarse, y decretado más regulaciones, a fin de justificarse.
En el Perú y en Latinoamérica se nos presenta una falsa
dicotomía, como si este “Neo” liberalismo y las izquierdas fuesen las dos
únicas opciones posibles y disponibles; y de hecho en nuestros países siempre
uno de estos dos polos es Gobierno y el otro la oposición. Sin dudas los
liberales clásicos estamos en la derecha del espectro ideológico; no obstante,
en este espectro político actual, los liberales quedamos en el centro, porque
rechazamos el “Neo” liberalismo, que es malo, y las izquierdas, que son peores.
14. “Política Correcta”. El liberalismo es
individualista y “políticamente incorrecto”, por eso es 100 % inconciliable con
los colectivismos, ya sean de izquierdas o de derechas, sea de antigua data
como el obrerismo, el nacionalismo o el imperialismo, o sean los más a la moda
del día como el feminismo, el ecologismo o el indigenismo; y por las mismas
razones, tampoco congenia con las bases o fundamentos intelectuales y
espirituales de estas corrientes, ya sean los procedentes del viejo baúl
destartalado de la Ilustración, como el positivismo o el conductismo, o ya sean
los más actualizados, como el Posmodernismo, el relativismo y la New Age.
15. Anticlericalismo. En América latina no hubo
Reforma Protestante, y la separación de Iglesia y Estado fue un proceso (aún
inconcluso) realizado no por reformadores religiosos y líderes cristianos
reformados, como en el norte de Europa, sino por los políticos criollos
“liberales”, inspirados en el ideario anti-religioso de la Revolución Francesa,
lo cual ha sido origen de conflictos, confusiones y traumas. En EEUU nunca hubo
unión de Iglesia y Estado; y la Independencia y la Constitución fueron hechas
por líderes cristianos de diversos credos, y aún deístas, agnósticos e
indiferentes, unidos en una esa acción política. Así debe ser también en nuestros
países la empresa libertaria; por eso el fervoroso ateísmo beligerante les
cuadra quizá a ciertos adolescentes buscando afirmar su personalidad frente a
sus padres y maestros, pero no cabe en una política de gente adulta.
16. La Democracia, los partidos y los “políticos”.
La democracia no es el diablo; es la regla de la mayoría, y será tan buena o
mala, justa o inicua, moral o inmoral, estúpida o sabia como lo seamos la
mayoría de gente que votamos. Los partidos políticos no son inventos del
diablo; son organizaciones humanas que sirven como instrumentos sociales para
hacer política, así como las empresas sirven para hacer negocios, y los
mercados para desarrollar la economía. Y por fin, no “todos los políticos” son
diablos corruptos y mentirosos, porque no todos son estatistas; hay políticos
liberales, y somos decentes, honestos y veraces.
17. Burguesía y clase media. Los representantes
del mercantilismo y del socialismo conforman dos oligarquías dominantes y
aferradas a sus respectivos privilegios. De ambas es víctima la clase popular,
sometida por la ignorancia y el engaño celosamente cultivados, y convertida en
mera carne de cañón electoral. Una parte del pueblo se encadena con los
mendrugos de los “Programas Sociales”, y la otra parte es mantenida en la ilusión
de la paciente espera. De la clase media, una parte se ha incorporado al
sistema como sus funcionarios y empleados, y otra parte se debate en la dura
lucha diaria por la supervivencia, entre el tedio y la frustración
decepcionada. De esta segunda parte de la clase media, debe emerger la
“burguesía”, para que como ha sido siempre en las grandes gestas liberales,
asuma la iniciativa y el liderazgo.
A este fin, los profesionales, los medianos y pequeños
empresarios, y asimismo los técnicos y trabajadores independientes, deben saber
que jamás van a tener éxito económico, ni real progreso personal y familiar,
sin un radical y profundo cambio de sistema. Y que el cambio requiere una
acción política inteligente y eficaz, firme y determinada; y su participación
es indispensable. No hay otro camino.
18. Oposición Liberal en el Congreso.
La política liberal es para ser puesta en práctica; y eso no es sólo con
exposiciones puramente académicas, sino con una fuerte corriente de opinión, y
un partido político que la exprese, inspirado en el Liberalismo Clásico,
presente en los medios de comunicación y en el escenario electoral, y
encaminado a hacer mayoría en el Congreso, para derogar las leyes malas.
Hasta tanto sea mayoría, este partido ha de permanecer al margen
de los sucesivos gobiernos de turno, votando en contra de las nuevas leyes
malas propuestas para decretarse, y en principio por la abstención en todas las
sucesivas e interminables “reformas” en las leyes malas vigentes, que por lo
común pretenden acomodar a un grupo o factor de poder, desacomodando a otro.
Sin este partido presente, la clase media podrá hacer caminatas, marchas y
manifestaciones de protesta por calles, plazas y avenidas hasta caerse de
cansancio, pero los logros seguirán ausentes.
19. La Devolución y Las Cinco Reformas.
El objetivo es restablecer el sistema de libertades, mediante privatizaciones y
desregulaciones, separando lo público de lo privado, en cinco áreas: política,
leyes, justicia y Gobierno (1); economía y finanzas (2); educación en todos sus
niveles (3); atención médica y hospitalaria (4); y seguros, jubilaciones y
pensiones (5).
20. “Un país, dos sistemas”. Si la mayoría
liberal en el Parlamento es numéricamente suficiente, la Gran Devolución y las
Cinco Reformas podrán ser decretadas en todo el territorio del país; esa es la
meta en el Plan “A”. De lo contrario, se podrán establecer en determinadas
regiones o ciudades, para comenzar, sirviendo de modelo y ejemplo al resto; tal
es la meta en el Plan “B”, y sólo a este fin y con esta condición podría
participar el Partido Liberal en elecciones regionales y municipales, pues las
Cinco Reformas han de ser impulsadas desde la opinión, la prensa y el mismo
Congreso, tanto en la nación como en las regiones y ciudades.
En el Perú, como en casi todos los países latinoamericanos, de
tanto votar por “el mal menor” hemos caído en un mal mayor, enorme, de
dimensiones diluviales. Y ya no podemos, como antes, culpar a las dictaduras
militares. Estamos obligados a admitir la amarga realidad: que las presentes
calamidades políticas y económicas son el producto de malas escogencias
democráticas, resultantes de votar en cada elección por “El mal menor”, o lo
que era percibido como tal. Si votamos por “el mal menor”, la realidad es que
estamos escogiendo el mal, y a sabiendas.
No hemos considerado otras opciones posibles, todas igualmente
democráticas; por ejemplo: la abstención electoral masiva como protesta por la
pobreza de ofertas políticas y electorales, y su uniformidad, porque todas
ellas han sido y son variantes del estatismo. Los liberales auténticos tampoco
hemos creado un partido, o ganado influencia sobre alguno de los existentes.
Así ha resultado este “mal mayor”: el Sistema, y su perpetuación. Es hora de
buscar LA SALIDA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario