lunes, 10 de septiembre de 2012

El atroz sufrimiento del fracaso



El atroz sufrimiento del fracaso

Luis González de Alba

Dos hombres consiguieron la Independencia de México sin disparar un tiro: Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero. México fusiló a los dos.
 
Dos hombres destacan en el ingreso de México a la democracia: José Woldenberg, quien fue uno de los ingenieros de la estructura del IFE entregado a los vecinos de casilla, y quien detalló las sobradas medidas de seguridad que hacen el fraude imposible.


El otro es el entonces presidente Ernesto Zedillo. Y ya enfrenta en EU un juicio sembrado por el odio en que nos asfixiamos hace 12 años. ¿Motivo? La matanza de Acteal en 1997.


The Economist del sábado 1 de septiembre anuncia con enorme titular: “Una corte de EU se prepara a juzgar por crímenes de guerra al hombre que llevó la democracia a México. El caso suena a venganza política”. Y tiene razón.


La defensa de la soberanía cuando se menciona una posible apertura de Pemex a inversión de particulares, alaridos pegan, no la recuerdan al exigir que un tribunal extranjero juzgue a un ex presidente mexicano. Y no a cualquiera: el más respetado al término de su mandato. Pero el más aborrecido por el PRI que hoy se llama PRD-PT-MC: el PRI que se fue cuando no hubo hueso. Más el PRI de los Bartlett y los Murat y los Mario Marín, no perdona a Zedillo. Y busca venganza. Acteal y sus muchas confusiones es terreno abonado.


“Casi 15 años después, los asesinatos de Acteal podrían ser juzgados en una corte a 3 mil 500 kilómetros de distancia”, dice The Economist. Y nadie en la izquierda ha denunciado injerencia del extranjero.


Que el Departamento de Estado de EU pida inmunidad para el ex presidente no hace sino reconfirmar la mala fe, el odio desbordado por todas las costuras que padecemos los mexicanos: el director de MILENIO zarandeado y escupido, empleados de Televisa golpeados, ola de rumores fabricados a 400 pesos para demostrar que como hubo “imposición” (nadie logra explicar cómo) hay revolución (que tampoco se ve).


Que la realidad los desmienta produce un duelo atroz y un afán de autoengaño. La injusticia de la demanda contra Zedillo es aberrante con sólo repasar unos detalles:


Habría sido fácil para un priista tipo Manuel Bartlett, hoy denunciador de fraudes electorales (la carcajada galáctica produjo el terremoto de China), maquinar otro “fraude patriótico” en el año 2000, pues fue Bartlett, desde Gobernación, el creador de la tesis del “fraude patriótico” que aplicó en 1986 con ayuda de Elba Esther Gordillo y Manuel Camacho, cuando en Chihuahua ganó por primera vez el PAN una gubernatura, con Francisco Barrio de candidato. Pero Bartlett ya es neo militante del pozole rancio que necean en llamar izquierda.


Imaginemos que Zedillo convoca al más alto círculo del PRI la noche del 2 de julio de 2000 y pone a debate si el PRI reconoce o no su derrota. Mejor aún, supongamos que la somete a votación del PRI nacional: Zedillo, sin sombra de duda, pierde, y el PRI impone el “fraude patriótico” encabezado por Bartlett, hoy senador amloano.


Pero Zedillo empleó la todavía intocable investidura presidencial para esperar sólo a que el consejero presidente del IFE, Woldenberg, diera la noticia: el PRI había sido derrotado por el PAN, y saltarse a los Bartlett: aparecer en cadena nacional a confirmar, por la Presidencia de la República, la noticia del IFE: perdimos. Ernesto Zedillo decidió lo correcto, lo intachable, lo democrático que la izquierda pozolera aún no aprende: admitir la derrota de su candidato.


La investigación que levantó Héctor Aguilar Camín en Acteal no desmiente el crimen, no lo excusa: sostiene que no fue cometido por los entonces presos, lo cual gritaba toda la izquierda. Pero dicho por él se lee a la inversa. Oí a una mujer insultarlo en un auditorio, supe que en el Iteso, la Ibero de Guadalajara, una joven estudiante tomó el micrófono para escupir: “Yo a usted, lo mataría”.


¿La causa? Publicar su investigación acerca del crimen de Acteal, hecha sobre el terreno, con entrevistas a pobladores y reconstrucción de los hechos. Postura que habrían aplaudido a las bobas bobas, pero vivas vivas. De seguro ni la gordita ni la bonita lo habían leído. Pero es Aguilar Camín.


Serían felices con un golpe militar de ultraderecha. Son tan ridículamente pocos, que no lo tendrán.

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