Durante su visita a China, la secretaria de Estado Hillary Clinton realizó una imperdonable declaración pública. Afirmó que tanto Estados Unidos como China eran “víctimas de ataques informáticos” y necesitaban actuar conjuntamente.
Sugerir la equidistancia moral entre Estados Unidos y China en el terreno de la informática es tan absurdo como si Elliot Ness le pregunta a Al Capone si pueden trabajar juntos para luchar contra el crimen en la época de la Ley Seca en Chicago.
Clinton reivindicó que “tanto Estados Unidos como China son víctimas de ataques informáticos. La propiedad intelectual, los datos comerciales y la información de seguridad nacional están en el punto de mira…Este es un tema de creciente preocupación para la comunidad empresarial y para el gobierno de Estados Unidos, así como para muchos otros países y es vital que trabajemos juntos para poner freno a estos comportamientos”.
Es lamentable que nuestros líderes vean una falsa equidistancia entre un manifiesto desprecio por el Estado de Derecho (China) y ser víctima de un robo (Estados Unidos). Es verdad que algunos expertos se refieren a China como el país más hackeado del mundo. Pero eso es debido a que gran parte del software alojado en la tecnología china está pirateado y sigue sin ser parcheado.
Aunque siguen siendo vulnerables, durante los cinco últimos años, los
Jim Lewis, del Centro para Estudios Estratégicos Internacionales (SIS), hizo hincapié en una ocasión en que los chinos necesitaban robar el código fuente de Google de modo que pudieran cribar de una forma más efectiva las montañas de datos que habían robado a todos los demás.
Es una irresponsabilidad que la secretaria de Estado, que ha reprendido a China en el pasado por su mal comportamiento en cuestiones informáticas, envíe ahora una señal que diga claramente “Adelante, no habrá que rendir cuentas”. Aquí las víctimas reales son las compañías americanas y las entidades gubernamentales cuya propiedad intelectual está siendo sistemáticamente extraída para impulsar el crecimiento económico de China y su modernización militar.
En lugar de conceder a China un salvoconducto, la secretaria Clinton debería estar presionando a China tanto con palabras como hechos para que así frene sus maliciosas actividades informáticas.
Sra. Secretaria, este no es el momento de titubear en cuestiones cibernéticas. Cooperar con China para contrarrestar las amenazas informáticas implica una potencial invitación para que el zorro entre en el gallinero.
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