lunes, 26 de septiembre de 2011

Las consecuencias de nuestra confusa política en Medio Oriente


Estados Unidos está luchando para evitar una crisis diplomática en la ONU debido a la votación de un Estado palestino y un prometido veto americano. Mientras algunos países tratan de encontrar una manera de desactivar la crisis, las autoridades palestinas pidieron el reconocimiento de la ONU el pasado viernes. ¿Cómo fue que llegamos a este punto? El experto de Heritage Kim Holmes sostiene que esto es lo que pasa cuando un presidente de Estados Unidos pone el liderazgo americano en segundo lugar y deja que el consenso internacional tome la delantera.

El presidente Obama y su gobierno han enviado mensajes confusos sobre la política de Estados Unidos en Medio Oriente. En su discurso del año pasado ante la Asamblea General de la ONU, Obama despertó unas expectativas que él no era capaz de satisfacer cuando exhortó a la consecución de un estado palestino independiente y soberano en el espacio de un año, justo para estas fechas en las que se reune la Asamblea. Pero este año más bien decidió silenciar ese apoyo, se inclinó más por apoyar el caso de Israel y dijo que la ONU –la institución misma que tanto había elogiado– no podía crear un Estado palestino viable sin el acuerdo de Israel.

Este zigzagueo viene después de un año de decisiones políticas que significaron dar la espalda a viejos aliados como Israel, responder débilmente ante la represión contra manifestantes pro-democracia de regímenes brutales como Irán y Siria, y actuar como renuente participante en la intervención de la OTAN en Libia. Como ya han explicado los expertos de Heritage Brett Schaefer y James Phillips, el voto por un Estado palestino no es más que la más reciente señal de que el “liderazgo desde atrás” en asuntos mundiales del presidente Obama ha fracasado miserablemente. Dada esta confusa política de la administración en Medio Oriente, no es de extrañar que Estados Unidos se encuentre ahora con que su influencia anda muy menguada, según una reciente encuesta de Centro de Investigaciones Pew sobre la opinión de los musulmanes acerca de Estados Unidos.

¿Cerrará el gobierno otra vez?


El actual tema de conversación: El Senado votará hoy sobre una prórroga de gasto para poder financiar al gobierno federal hasta el 18 de noviembre y conceder $3,650 millones en fondos de asistencia por desastres a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA). Si el Congreso no actúa, el gobierno cerrará parcialmente al final de esta semana y las arcas de FEMA se agotarán antes de este mismo miércoles.

La semana pasada, el Senado rechazó una prórroga aprobada por la Cámara de Representantes debido a las compensaciones en el presupuesto para aumentar la asistencia por desastre en forma de recortes a los programas de préstamos del Departamento de Energía. Los republicanos están atacando a Harry Reid por haber amenazado con “cerrar el gobierno en lugar de compartir los fondos [del programa de préstamos del Departamento de Energía] con personas en situación desesperada”. La batalla por la prórroga recuerda el debate por el límite de la deuda en el que las propuestas republicanas de la Cámara se llevaron hasta el Senado mientras que los demócratas del Senado trataban de pintar a los del Partido Republicano como “secuestradores”.

El caso por un gobierno limitado: ¿Por qué votaría el pueblo americano a favor de dar más poder a una institución que ellos desaprueban por un margen de 4 a 1? Gallup informa que las opiniones de los americanos sobre el gobierno federal están en mínimos históricos: El 81% dice que no está satisfecho con el gobierno, mientras que solamente el 19% dice estar satisfecho.

El reto para los conservadores es demostrar la directa correlación entre el tamaño del gobierno y su ineficacia. A medida que el tamaño y el alcance de la burocracia federal crecen, también lo hacen sus ineficiencias. El Estado omnipresente también provoca un conflicto ideológico sin precedentes al impulsar el asunto de la trayectoria filosófica por la que debe discurrir el sistema político del país. Estos factores hacen más difícil un proceso legislativo homogéneo y provoca grandes problemas, minando así la confianza de los americanos en la capacidad del gobierno para lograr que las cosas funcionen.

El gran gobierno es un gobierno ineficaz. No es casualidad que el tamaño del Leviatán federal y la confianza en el gobierno estén ambos en máximos históricos. Los conservadores que deseen revertir este rumbo deberían tener en cuenta este hecho más a menudo.

Obama se salta al Congreso en política educativa



Durante pasadas décadas, el gobierno federal ha aumentado continuamente su poder sobre las escuelas locales, a través de financiamiento con condiciones y solo ha alcanzado resultados deprimentes. Desde los años 70, el gasto federal en educación casi se ha triplicado, pero el logro académico ha permanecido plano y los índices de graduación no han mejorado. Sin embargo, ese gasto incrementado ha tenido un fuerte impacto en la cantidad de burocracia, papeleo y costos administrativos impuestos a las escuelas y maestros locales, robándoles un tiempo valioso a su misión principal: educar a los niños.

Aunque los responsables políticos federales están ocupados gastando miles de millones en empeorar las cosas en las escuelas públicas, también tienen tiempo de impedir a los estudiantes que tengan mejores opciones y lo hacen por mandato de los poderosos sindicatos de maestros. Aunque las escuelas chárter, religiosas y privadas ofrecen mejores resultados y mayor número de graduaciones, el presidente Obama y sus aliados están intentando impedir que los niños se puedan inscribir en esas escuelas mediante ayudas para la libre opción escolar que son eficaces en relación calidad-precio y que de forma mensurable los ponen en camino al éxito escolar.

En muchos casos, legisladores de Washington que sí disfrutaron de oportunidades gracias a la opción escolar cuando eran niños están robándoles la misma oportunidad a los niños de núcleos urbanos —como intentaron hacer con el Programa Escolar de Oportunidad de D.C. (DCOSP)— para poner a esos niños de nuevo en escuelas públicas fracasadas y a menudo peligrosas, donde ellos llevan todas las de perder.

Esta sombría imagen de la implicación federal en la educación debería ser motivo para que el presidente Obama y su secretario de Educación Arne Duncan den marcha atrás y reevalúen todo el método de la implicación federal en la educación. Pero en vez de eso, el viernes, Obama redobló sus esfuerzos para seguir haciendo lo mismo y lo hizo saltándose por completo al Congreso y reescribiendo de forma unilateral la ley Que Ningún Niño Se Quede Atrás (NCLB) desde la Casa Blanca.

En los jardines de la Casa Blanca, Obama anunció uno de los mayores cambios en educación de toda una década, desvelando un programa de dispensas de la NCLB para que los estados puedan evitar cargarse con onerosos requisitos federales pero siempre que cumplan los requisitos del propio presidente Obama. Los estados estarían intercambiando un conjunto de estándares federales aprobados por el Congreso, por otro conjunto aprobado por burócratas de Washington que no le rinden cuentas a nadie.

Sí, puede ser que sea un remedio temporal para las onerosas disposiciones de la ley NCLB, pero ello es a cambio de un nuevo par de esposas a largo plazo.

Todos están de acuerdo en que Que Ningún Niño Se Quede Atrás no está funcionando según se esperaba. Pero mientras que los progresistas exigen más dinero y más control federal, los conservadores están ofreciendo verdaderas reformas que ahorrarán dinero al contribuyente, mejorarán los resultados y darán a los estudiantes más oportunidades. Los legisladores conservadores han presentado la ley A-PLUS que permitiría a los estados la opción de abandonar por completo NCLB, junto a otras medidas opcionales que devolverían la capacidad de decisión sobre la educación a líderes estatales y locales.

Pero en vez de hacer uso del sistema legislativo, Obama está haciendo caso omiso del mismo. La experta de Heritage Lindsey Burke nos lo explica:

La administración Obama no está contenta con que el Congreso no haya reautorizado la ley Que Ningún Niño Se Quede Atrás (el presidente Obama quería que estuviese reautorizada antes del comienzo de este año escolar) y por eso está tentando con dispensas a estados en gran necesidad de ayudas a cambio de adoptar las reformas educativas preferidas de la administración que incluyen estándares y exámenes nacionales. Y debido a las condiciones, el alivio temporal que los estados obtendrían con las dispensas iría rápidamente seguido de un aumento del poder de Washington sobre las decisiones de los estados en lo que respecta a educación.

El secretario Duncan dijo recientemente: “[H]ay un nivel de disfuncionalidad en el Congreso que resulta paralizante”. Pero muchos presidentes han tenido que trabajar con un gobierno políticamente dividido y no por eso eligieron reescribir unilateralmente las leyes cuando se sintieron frustrados.

El presidente Obama no es víctima de una parálisis del Congreso en política educativa, como desafortunadamente lo demuestra el financiamiento de su “Carrera a la Cima” que fue aprobada a través de su “ley de estímulo”. Carrera a la Cima es otro más de los excesos federales y su alcance en educación, en el que los estados solicitantes compiten duramente por más dádivas de Washington y en el tuvieron que adoptar estándares nacionales para matemáticas y lengua inglesa antes de que los estándares estuvieran siquiera hechos.

No hay excusa para el más reciente decretazo de Obama. Con un alto índice de desempleo y una economía rezagada, las decisiones federales sobre educación están haciendo más daño que bien.

El exsecretario de educación William Bennett dijo ayer en el programa Meet the Press: “[S]i Ud. ha terminado la universidad, el índice de desempleo es de un 5%. Si Ud. ha terminado la secundaria, su índice de desempleo es de un 9%. Si Ud. no ha completado la secundaria, el índice de desempleo es del 15%”.

Obligar a los niños a asistir a escuelas de bajo rendimiento con pobres índices de graduación, donde los dictados federales no tienen historial alguno de éxito en vez de tomar en consideración verdaderas reformas, tiene un efecto negativo a largo plazo en nuestra economía. Teniendo en cuenta las constantes promesas de Obama de bajar, en vez de subir, el desempleo, uno podría pensar que el presidente estaría abierto a mejores ideas.

Esta semana, la cadena de televisión NBC presenta Education Nation, serie en que hablarán expertos sobre estos temas. Pero demasiado a menudo los invitados y expertos de los medios evalúan cómo gastar mejor el dinero federal en vez de sostener debates serios sobre el verdadero papel del gobierno federal en la educación y sobre las oportunidades de las que Washington y los sindicatos privan a los niños.

Esperemos que la conversación en los medios se centre en resultados y oportunidades y no solo en banalidades sobre las bajas expectativas. La Casa Blanca debe responder por sus más recientes excesos unilaterales y por los pobres resultados de su gasto hasta la fecha.

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