martes, 2 de octubre de 2012

Otra vez “los musulmanes”



Otra vez “los musulmanes”

Fernando Escalante Gonzalbo

Otra vez estamos, y con el mismo motivo, en la discusión sobre Occidente y Los Musulmanes. Y las posturas son igual de obtusas hoy que hace un año, y dos y tres —porque no hay manera de decir nada sensato cuando se sacan a desfilar las mayúsculas, y se olvida que no hay más que política, de un lado y otro. Más o menos rústica o elaborada: política.

El problema es que a fuerza de dar vueltas cualquiera se marea, y se termina admitiendo casi cualquier cosa. Los hay que aprovechan para exigir que se imponga el respeto a las religiones, y se castigue la blasfemia. Los hay que piden, en cambio, que se levante la veda, y que efectivamente no haya límites para la libertad de expresión. Abusivos, tramposos, oportunistas, unos y otros.


Sólo un ejemplo. William Saletan denuncia, en Slate , la hipocresía de Estados Unidos y Europa: “¿Cómo podemos prohibir las expresiones de odio hacia los judíos mientras defendemos que se hagan burlas sobre los musulmanes?”. Básicamente dice que deben eliminarse todas las restricciones a la libertad de expresión, para ser consecuentes.


Se apoya en un discurso del presidente de Irán, Mahmoud Ahmedineyad, que pregunta por qué se permiten caricaturas sobre Mahoma, pero se prohíbe la retórica antisemita o la negación del Holocausto. Abrumado, Saletan sólo acierta a decir: tiene razón. Los musulmanes, dice, preguntan por qué la libertad de expresión ampara a quienes insultan al profeta, pero no a quienes niegan el Holocausto —“no tenemos una buena respuesta”, dice.


Bien: yo sí tengo una respuesta. No es lo mismo ironizar sobre un relato legendario, hacer bromas sobre personajes fantásticos, como Mahoma o Jesús, o Moisés, que reírse del asesinato de millones de personas —o negarlo, o aplaudirlo. En serio, ¿será tan difícil para alguien ver la diferencia?


La retórica antisemita, el negacionismo, están prohibidos en Europa, y deben seguirlo estando. La historia lo pide. Y no hay ninguna inconsecuencia en ello. La libertad de expresión tiene límites: por eso es un derecho, y no un placer silvestre. Ahora bien, el límite no está en el respeto a las ideas de nadie, sino a las personas —todas.


Se ha venido imponiendo en los últimos tiempos un fingido liberalismo que pide nuevas formas de censura con el argumento de que todas las ideas son respetables, y los sentimientos, y las creencias. Hay que decir que no, las ideas no son respetables: son discutibles, opinables, criticables, dudosas, inciertas, problemáticas todas ellas. A quienes se debe respeto es a las personas.


No es tan difícil resolver la ecuación. No hace falta admitir el antisemitismo para aceptar que se publique una caricatura de Mahoma, como se publican de Jesús y San Pedro —y de verdad, no se trata ni de Occidente, ni de Los Musulmanes.

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