martes, 2 de octubre de 2012

AMLO y Peña: frente a frente



AMLO y Peña: frente a frente

Martín Moreno

  ¿Se imagina usted a López Obrador frente al presidente Peña Nieto, debatiendo los problemas del país? No es broma. Ni alucine. Es una postal lógica a futuro, porque de lograr Morena el registro como partido político, y de ser AMLO su líder, no hay ningún argumento para que se le niegue la entrada a Los Pinos a dialogar con el Ejecutivo.
 
En el fondo, es una jugada de alta precisión de López Obrador. ¿Quién le impediría el acceso institucional a la casa del poder bajo el cargo de presidente del partido político Morena, o Regeneración Nacional, o como vaya a llamarse? Nadie.


¿Quién se atrevería a decir: Tú, líder del PAN, del PRD, del Verde o del Panal, sí entran, pero tú, López Obrador, no? Ninguno. Guste o no, a la cabeza de un partido político registrado, AMLO gozará de todos los derechos legales y morales para participar en reuniones con el Ejecutivo, partidistas y políticas. Sin excepción.


Y, como se espera, Morena será partido político en 2013 —tiene todo el derecho de constituirse—, podrá beneficiarse de recursos y prerrogativas que por ley tienen los partidos. “Vaya con Andrés, primero mandó al diablo a las instituciones y ahora se beneficiará de ellas”, dicen los malquerientes del tabasqueño.


Esta visión es sesgada y mañosa. Sí, el partido de AMLO recibirá seguramente las gracias establecidas por la ley electoral, incluidos los dineros. Igual que ocurre con el PRI, el PAN, el PRD, el PVEM y el Panal. ¿Cuál es la diferencia? Los billetes serán del mismo color y valor.


Pero hay un punto clave:


¿Querrá AMLO entrar por la puerta principal de Los Pinos y, con ello, avalar a Peña como Presidente? No reconocerlo es una actitud tan ociosa como inoperante.


¿Qué decidirá AMLO: ser un líder dialogante, opositor funcional, contrapeso efectivo del Ejecutivo, o un vociferante sexenal que se ahogue entre resentimientos políticos y reclamos estériles?


A la paupérrima democracia mexicana, más le convendría tener a un líder opositor duro y que hable de frente ante el Presidente, y que con argumentos más que con amarguras influya en las decisiones que le convienen al país. Ese debería ser el papel de AMLO como presidente de su partido.


Pero el tabasqueño es terco. Tal vez prefiera arrinconar a Peña bajo una estridencia constante, pero de poca funcionalidad política y desperdiciar su todavía amplio capital político.


¿O quién puede estar en contra de la proclama de “primero los pobres”? ¿De suprimir privilegios a poderosos? ¿De acabar con monopolios y duopolios? ¿De acotar gastos excesivos de la élite gobernante? Con excepción de los beneficiados, son millones los que apoyan estos reclamos.


Si AMLO se erige en un líder partidista que con argumentos y razones se plante, frente a frente, ante Peña Nieto, y lo obligue a modificar decisiones y rumbos, el país ganará en democracia. Si se empeña en ser líder de plaza que arenga y poco aporta, su valía social y política cada vez será menor.


AMLO tiene la palabra: o líder político real e influyente o iluminado del Zócalo discursivo pero autoneutralizado.


De ello depende su sobrevivencia política.
 

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