Por Ricardo Alemán.
Luego del supuesto mal manejo de las
encuestas durante la campaña presidencial, un par de legisladores de izquierda
propusieron usar la ley para prohibir el uso y la distribución de éste tipo de
herramientas en tiempo de campañas.
Es
decir, que Martí Batres y Gerardo Villanueva –los responsables de este disparate–
pretenden echar abajo un instrumento legal, válido y legítimo, porque –según
ellos– las encuestas habría servido como "herramientas para la imposición
del próximo Presidente".
Se
antoja evidente que los señores Batres y Villanueva no han tenido la
oportunidad –o no la han sabido aprovechar– de conocer el uso que se da a las
encuestas en otras latitudes.
Y
es que en democracias sanas –como la mexicana– las encuestas son uno más de los termómetros que
usan los partidos, los políticos y los medios para perfilar el
recibimiento de quienes compiten por un cargo de poder.
En
otras palabras, que las encuestas favorecen la competencia, retroalimentan a
los candidatos y son una muestra de la llamada "voluntad popular".
Por
eso, pedir que se castigue a quien realice y/o difunda encuestas en temporada
electoral es una sinrazón. Se trata de una petición que deja ver el radicalismo
de algunos sectores de la izquierda y su nulo entendimiento de los fenómenos
políticos y de comunicación.
Sin
duda, estamos ante una muestra más de que el conservadurismo exacerbado no es
exclusivo de la derecha, como algunos han querido hacer ver.
Viene
a cuenta aclarar que, como han apuntado algunos actores políticos, fallaron las
encuestas de la elección más reciente. No obstante, eso no debiera implicar que
el ejercicio se pierda o incluso se "satanice".
En
todo caso, lo que estos legisladores podrían --y deberían-- hacer, es proponer
metodologías más severas, auditorías e incluso revisiones constantes. De
ninguna forma sería sensato prohibir las encuestas.
Además,
de seguir en su camino al ridículo político, Martí Batres y Gerardo Villanueva
tendrían que recordar que impulsar su propuesta sería como escupir hacia
arriba.
¿O
es que ya no tienen en mente que Andrés Manuel López Obrador fue el primero en
utilizar encuestas trucadas con fines electorales?
En
2006, López Obrador habló de una encuesta en la que –según él– tendría varios
puntos de ventaja con respecto a su más cercano competidor, Felipe Calderón.
Sin
embargo, hoy día sabemos que la supuesta ventaja de AMLO era una falacia y que
las encuestas de las que habló son –según reveló Ana Cristina Covarrubias,
directora general de la casa encuestadora predilecta de Obrador– un arreglo
entre las partes que poco o nada tenía que ver con la realidad.
Luego
entonces, viene a cuenta preguntar, ¿será consciente la izquierda de lo que
pide?; ¿tendrán idea Batres y Villanueva del "papelazo" que están
haciendo?
Seguramente
no.
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