martes, 11 de septiembre de 2012

Evita salta a la cancha

Por Alberto Fernández

El fútbol como derecho social y otras portentosas historias argentinas
Buenos Aires, lunes 30 de julio. TV Pública, la cadena estatal argentina, transmite un “flash” informativo de 30 minutos en vivo desde la Casa Rosada, donde la Presidenta Cristina Fernández conduce la presentación de un acuerdo entre el gobierno nacional y la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para incrementar el combate a la violencia en el fútbol. En los paneos de la cámara vemos que la gran familia futbolística argentina se ha dado cita para la ocasión, empezando por los presidentes de los clubes, entre los que se destaca el ícono de River Plate y la selección argentina de los 80s, Daniel Alberto Passarella. Sólo hay una ausencia tan conspicua que tiene que ser incluso aludida veladamente por la única oradora: Mauricio Macri, expresidente de Boca Juniors, actual Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, y el político opositor más poderoso del momento.
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La presidenta, flanqueada por dos imágenes representativas de la “Evitamanía” kirchnerista: el mural luminoso de la “Evita sonriente” en la fachada sur del edificio del Ministerio de Obras Públicas y el  nuevo billete de 100 pesos con Evita de perfil, inicia con una retahíla cantinflesca de alusiones a la pasión futbolística de su familia, incluyendo el relato de un intento de robo que sufrieron su finado esposo Néstor y su hijo Máximo al salir de un partido en la cancha de Boca. Cuando finalmente logra hilar un discurso coherente se entiende que lo que busca es reivindicar el fervor y el colorido de las hinchadas argentinas y dejar en claro que la violencia de las infaustas barras bravas tiene sus motivaciones fuera de las canchas. Incluso se da tiempo para bromear que el diario Clarín, el enemigo jurado del kirchnerismo, publicará al día siguiente como encabezado: “Cristina defiende a los barra-bravas”. Cada tanto tiempo, para precisar detalles de las anécdotas, la mandataria interpela a alguien entre la audiencia: “¿fue así, Grondona?” “¿Vos te acordás, Grondona?”,  a lo que el presidente de la AFA responde asintiendo con la cabeza. Solo es hasta el final de la encendida alocución, tanto que casi se le olvida, que Cristina se saca de la manga la propuesta. Quiere que el próximo campeonato de liga se llame “Eva Perón” y el torneo de copa lleve el nombre de “Evita Capitana”. La audiencia estalla en aplausos, pero antes de que termine el día la sorna se habrá instalado entre los comentaristas deportivos.
Sobre la relación de los argentinos con el fútbol y la densa red de intersecciones entre el balompié y la política local se podría reunir una enciclopedia de lugares comunes. Que si el triunfo argentino en el Mundial del 78 fue el gran legitimador de la dictadura; que si la resistencia a la misma se potenció en las canchas del conurbano bonaerense; el fútbol-enajenación/violencia vs. el fútbol-camaradería; de todo se ha escrito y pocos recovecos quedan por explorar. Sin embargo, siempre puede uno contar con que cada cierto tiempo los elementos se reacomodan en combinaciones novedosas que ilustran mucho de la psique política argentina del momento.  Esta situación contrasta mucho con la narrativa plana del fútbol como distractor del “pueblo” que buena parte de la izquierda mexicana se empeñó en enarbolar durante los debates de la pasada elección presidencial.
En esta ocasión, el regreso de Evita a las canchas ocurre en el contexto de la guerra abierta entre el gobierno kirchnerista y el conglomerado mediático Clarín (o “el monopolio” en el dialecto kirchnerés), una de cuyas trincheras es precisamente los derechos televisivos de los torneos de la AFA. La historia puede ser –y de hecho con frecuencia es- contada como una de las grandes épicas nacionalizadoras latinoamericanas en las que el Estado, luego de rescatar un bien social explotado por los inescrupulosos capitalistas, lo pone al servicio del pueblo.  Así nos lo cuenta un actor y promotor teatral de filiación peronista (tendencia Kirchner, por supuesto): “Tenés que el fútbol es la pasión de todos los argentinos y, sin embargo, Clarín (que como operador de TV por cable tenía los derechos de transmisión) en vez de mostrarte el partido te mostraba la tribuna (es decir, el que no pagaba no veía). Te podés imaginar el fútbol reducido tan sólo a un espectáculo para los más ricos. Entonces viene el Estado, le saca la concesión y transmite todos los partidos.”
Y cuando el amigo dice “todos los partidos”, se refiere literalmente a todos los partidos: los de Primera División y la Primera B Nacional (equivalente a la segunda división en la mayoría de las pirámides de competencia), los de la Liga y los de la Copa; servidos uno tras otro en un glorioso festín balompédico de un fin de semana que se extiende desde el viernes por la tarde hasta el lunes por la noche, aderezado con ocasionales partidos a media semana. A lo que el amigo se refiere, en otras palabras, es al programa Fútbol Para Todos (luego enmendado a tono con la corrección política: Fútbol para Todos y Todas), que básicamente es la estatización de la transmisión de los partidos de fútbol a través de TV Pública (el otrora Canal 7 estatal), disponible en cada hogar que cuente tan solo con un aparato receptor y una de esas viejas antenas de conejo.  El fútbol convertido en un bien socialmente necesario, como el gas, la electricidad, la atención médica, los trenes, etc. Y como cereza en el pastel, una audiencia cautiva frente al televisor, expuesta a todo tipo de propaganda gubernamental durante los quince minutos del entretiempo. A raíz del reciente paro del subte (metro) a principios de agosto, por ejemplo, los hinchas pudieron ver un mensaje especial de casi cinco minutos que sin matices culpaba de la situación al gobierno porteño de Macri y exoneraba al gobierno nacional de Cristina Fernández.
“Pan y circo” es fácil denunciar -y de hecho se denuncia, pero tales reclamos se estrellan contra el muro de un relato en el que los polos están un tanto invertidos. Recordemos que es un gobierno “progre” el que, como parte de su cruzada contra “el monopolio” de los medios, ha recuperado el fútbol de la comercialización excesiva para “socializarlo” nuevamente. Imagínense las y los lectores mexicanos qué pasaría si un gobierno de izquierda (¿AMLO?) le arrebatara el bello deporte de las patadas a Televisa y TV Azteca para entregárselo a un Canal 22 con cobertura abierta nacional. ¿De qué lado estarían los contingentes anti-pamboleros?
Este es el entramado futbolístico “progresista” que ha amadrinado Evita, a propuesta de la presidenta Cristina Fernández. No es la primera vez que Evita presta su nombre a una empresa futbolera. A raíz del primer gran brote de fervor por la ex-actriz que envolvió a España con motivo de las excelentes relaciones entre el Caudillo y Perón y de la apoteósica visita de la esposa del segundo a la Madre Patria, la Real Federación Española de Fútbol dispuso en 1947 que los ganadores de la Liga y la Copa del Generalísimo se enfrentaran para obtener la Copa “Eva Duarte” al campeón de campeones peninsular. En Argentina, por su parte, Perón está inmortalizado en estadios y trofeos locales a lo largo y ancho de la geografía gaucha. A nivel nacional Evita ha vuelto para terminar de atar dos cabos del proyecto kirchnerista. Por un lado,  la reinserción del discurso de los derechos sociales, ampliado hasta incluir las formas de entretenimiento más populares en el país, en constante oposición a “la Corpo”, el “el monopolio” o como se denomine el enemigo empresarial en turno. Y por el otro, el recurso a la simbología de la Evitamanía, común en las versiones del peronismo de izquierda y escenificado en  los nuevos murales, billetes, estatuas y demás monumentos de la etapa kirchnerista, enfatiza la preferencia por los más pobres, la enésima reivindicación  de los “descamisados” del discurso original.
Todo constructo discursivo es por definición una entidad inestable. En muchos casos, sucede lo mismo que con el traje nuevo del Rey, si no se lo mira con la credulidad prescrita, el entramado se viene abajo y tan solo queda la desnudez ridícula del poder. “Evita Capitana”, el nombre elegido para el Torneo de Copa, es el título de una marcha que, con la misma música de la tradicional “Marcha Peronista”, ensalza las virtudes de Evita, la “Capitana” del “General” Perón, en la conducción del movimiento. La voz chillona de las intérpretes y la cursilería de los arreglos musicales no se escapan a quien escucha sin la pasión peronista bulléndole en las entrañas.
 En los días posteriores al anuncio del bautizo de los campeonatos de fútbol, los comentaristas deportivos no le dieron tregua a la propuesta, repitieron la marcha alusiva al título varias veces, se preguntaron sobre las motivaciones de la presidenta, e instalaron para siempre la sombra de la sorna sobre la iniciativa presidencial. Al momento de la patada inicial del Torneo de Liga 2012-2013, el anunciador, la voz en alto y el tono en el punto álgido del drama deportivo, declaró: “señoras y señores, inicia el Torneo “Evita Capitana” del fútbol argentino… perdón Eva Duarte… no, Eva Perón…”, mientras al fondo no se podían ocultar las risas.

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