EL REGRESO DEL AVE PHOENIX
Mi historia
Ricardo Valenzuela
Este mensaje en principio fue
confeccionado para dirigirlo a mis muy cercanos e íntimos amigos, pero debido a
una serie de acontecimientos recientes y sobre todo, ante la insistencia de
muchos de ellos de abrir más la circunferencia de mis vivencias como una
fórmula de activar la conciencia de otros revelando mi verdadero carácter, me
han convencido y acepto este reto; el reto de desnudarme ante todos pues al fin
desnudos nacimos. De esta forma sólo trato de rebatir a quien afirmó: “El
hombre nunca revela mejor y más claramente su carácter, que cuando describe el
de otros.”
En la vida de todo ser humano hay
momentos en los que siente la necesidad de extender una mano buscando a un
amigo no para pedir ayuda, consejo, ni soporte emocional, no, solamente ese
contacto; y ese es mi sentimiento en estos momentos. Desde hace tiempo me
embarqué en una rara e interesante aventura y que hoy quiero compartir.
Escribió un gran pensador que el hombre no debe de abandonar este mundo sin haber
logrado tres cosas que marquen la trascendencia de su vida; haber engendrado un
hijo, haber sembrado un árbol, y haber escrito un libro. También R.W. Emerson
afirmó que parte de la definición de éxito es al iniciar nuestra jornada
infinita; Dejar a la posteridad un hijo sano, un rincón de jardín, y una
condición social redimida.
Dios me ha favorecido con tres hijas
maravillosas que si las hubiera ordenado por catálogo, no me las podría haber
enviado más acorde a la medida de lo que considero mi gran tesoro y más grande
orgullo. Tengo ya un rincón de jardín en el que he sembrado no-uno, muchos
árboles que me han dado frutos a veces amargos, pero la mayor parte han sido
muy dulces. Aun cuando siento ser un hombre relativamente joven, hace tiempo
tomé la decisión de iniciar la escritura de mis memorias pensando que al
comunicar mi historia, pudo contribuir a dejar una condición social redimida.
No afirmo esto con arrogancia, no, lo hago con toda humildad de alguien que si
a algo no tiene derecho, es a eso; la arrogancia, pero también con la seguridad
que me da él haber vivido una vida que alguien por ahí calificó como;
“realmente intensa.”
He querido contar mi historia porque la
considero especial y diferente. Es una historia llena de éxitos y fracasos;
pero sobre todo, es la historia de un hombre en busca de lo que Víctor Frank
llamó; “significado de la vida.” Es una historia que corre de los años 60s en
donde siendo yo realmente un niño, fui enviado a mis escasos 16 años-- con un
cargamento de problemas emocionales-- a un mundo diferente y desconocido. Fui
literalmente arrancado de mi ambiente natural en un rancho ganadero en mi
tierra; Sonora—en donde me había formado como adolescente—para transportarme a
los corredores del Tecnológico de Monterrey e iniciar mi educación. Al llegar
al Tec. No sabía quién era el presidente de México, pero a caballo podía lazar
un novillo bronco en medio de un espinoso mezquital. No sabía que existía la
ONU, pero podía amansar un potro salvaje con la destreza del mejor vaquero del
estado. Era tal mi estado salvaje y montaraz que mis amigos me bautizaron como
“el chero.”
Es la historia de un chamaco alto,
atlético y bien parecido, que se derretía de timidez e inseguridad ante los muy
seguidos coqueteos de las regiomontanas, hasta que una noche descubrió el
remedio contra esas enfermedades; una cerveza bohemia, y al ingerirla por arte
de magia desaparecieron todos mis temores e inseguridades y esa misma noche de
regreso al internado del Tec, conscientemente tomé la decisión de que esa era
la forma que me quería sentir por el resto de mi vida. Ahí se gestaba el
alcoholismo que me azotaría durante los siguientes más de 20 años. Es la
historia de un muchacho quien durante su época en esa gran Universidad, no se
distinguiría tanto por sus brillantes estudios como por sus pleitos,
conquistas, escándalos, borracheras que lo harían famoso en esa ciudad de
Monterrey.
Es mi historia. Es la historia de
agresivos enfrentamientos de un hijo “travieso” y rebelde atrapado entre la
severidad de un padre quien parecía haber salido de la sagrada inquisición, y
un abuelo que todo le festejaba y luego le faltaría, que dejaron profundas
grietas en la formación de mi personalidad y se agravarían con el correr de los
años. Es la narración de cómo después de uno de esos enfrentamientos,
simplemente empaqué mi maleta para dirigirme a la ciudad de México en busca de
nuevos horizontes armado con un deseo incontrolable de demostrarle que
contrariamente a lo que él pensaba, yo podía triunfar. Pero armado también con
un arsenal de temores, dudas, complejos e inseguridades de las que yo no tenía
la menor idea. Pero sobre todo, armado con algo letal; un doloroso y
destructivo complejo de culpa que me atormentaría durante casi el resto de mi
vida, y su antídoto; la botella de vodka.
Esta es la historia de una vida
apresurada. Narro en ella como llegando al DF con un equipaje de ilusiones y de
temores; en escasos 7 años me había convertido en Director General del banco
regional más importante del Noroeste de México, en la cabeza de banco más joven
en la historia de la banca, y al año siguiente del primer banco múltiple en
México. Mi participación en la formación del Grupo Financiero Empresarial más
excitante de los años 70s y 80s. Cómo a mis escasos 30 años estaba convertido
en uno de los hombres más prestigiados y poderosos del Noroeste del país, y
también como me sentía in merecedor de eso y un impostor. Narro también la
forma en que ese sentimiento me llevó a mi entrega descarada y total al alcohol
y al sexo de la misma forma que siempre había vivido; con incontrolable
compulsión.
La primera caída de un largo calvario que
iniciaba antes de mis 35 años al haberme separado del Grupo en medio de una
gran controversia y un mortal enfrentamiento con uno de los hombres que yo mas
había dializado, mi primo Arcadio Valenzuela. Cómo mi separación del grupo fue
motivada por una fatal poción de mis anhelos de libertad, dignidad—mis valores más
importantes—y una mezcla de rebeldía y oposición a los manejos que se hacían en
el grupo, un choque de egos y personalidades con mi primo Arcadio y sobre todo,
mi ya gran dependencia del alcohol y las decenas de aventuras sexuales que ya
en esos momentos mantenía prácticamente en todos los rincones de México y de
los EU. Pero principalmente y en el fondo, el saboteo inconsciente de mi propio
éxito ante el sentimiento de “no merecer” lo que tenía.
Mi exilio a los EU en medio de una gran
depresión y los sentimientos más negativos que un ser humano pudiera cobijar
ante la pérdida de los que yo consideraba mi vida; le Dirección del Grupo
Financiero. Mi decisión consciente de al no tener lo que perdía, dedicarme
palabras textuales; “a vivir la dolce vita.” A divertirme, a entregarme sin
recatos ni controles al otro campo que me apasionaba; el alcohol y las mujeres.
Cómo mi reputación de niño prodigio me seguiría para aun y a pesar de mis
excesos, construir una de las empresas de inversiones más grandes del sur de
los EU. Mi entrega fatal paso a paso al alcoholismo, a mi adicción al sexo, y
finalmente a las fatales combinaciones de alcohol con drogas recetadas como
Valium, Halcion en las noches, anfetaminas en las mañanas, que finalmente me
costaron mi familia, mi fortuna, mi reputación, mis amigos, dinero a mis
inversionistas, y casi me cuestan la vida.
Mi rendición y entrega provocado por un
acontecimiento en el que casi pierdo eso; la vida. Mi dolorosa lucha contra
todos esos demonios en el programa de rehabilitación. El entender y aceptar que
no era un hombre malo tratando de ser bueno, era un hombre enfermo tratando de
curarme. El espinoso viaje que tuve que hacer hacia mi interior porque como
dice él filosofo: “Aquel que se atreva a hacer ese viaje, vale más que vaya
bien armado.” El descubrimiento de mis verdaderos problemas y sus causas. La
rendición de mi vida ante esa fuerza superior a mí para que tomara control de
ella. La lucha frontal ante mi diabólico
enemigo y la entrega de mi vida a la rehabilitación. Mi enfrentamiento al mundo
de las realidades sin el alcohol y las pastillas por primera vez en mi vida. El
ver claramente y ya desintoxicado, el dolor, el sufrimiento y la devastación
que había provocado.
El sangrante y agotado finalmente haber
llegado a entender las sabias palabras del filosofo; “Hasta que tus ojos hayan
quedado secos de las lagrimas de sangre derramadas suficientes para lavar tus
pies; entonces estarás listo para presentarte ante el Maestro quien dulcemente
te preguntará: ¿Has logrado matar tu ego y ambición? ¿Has entendido que cuando
el mal y lo perverso prevalece, aparezco sobre la tierra de forma sangrienta? Y
de tu respuesta dependerá el destino y el futuro del resto de tu vida. Te ha
tomado tiempo el lavar y limpiar tu ego para lograr la verdadera mente
receptiva y despertar tu alma. Estaba tan cubierta de lodo. Pero ya nunca más
caerás en la confusión porque cualquiera que tiene verdadera devoción y fe,
toma control de sus sentidos, y se elevará a ese sitio de profunda paz y
tranquilidad.”
El inicio de la reconstrucción de mi
nueva vida pero ya no con la ilusión de cuando salía de la Universidad; no,
ahora con un cargamento de desventajas que me acompañarían para siempre. La
sangrienta lucha que tuve ---y todavía tengo que librar---con ese ego interior
que me pide siempre más de lo mismo. El reaprender a vivir sin alcohol y
pastillas en un mundo desconocido para mí. Él reinicio de una nueva vida
profesional en el campo que había abandonado años antes; Las finanzas
internacionales que me llevó a visitar las ciudades y países más exóticos del
mundo, a conocer gente increíble, y a vivir las experiencias más interesantes
de mi vida en lugares como Nueva York, Londres, Hong Kong, Tokio, Ginebra,
Buenos Aires, Santiago de Chile, siempre buscando el abrir ese camino para
México hacia los mercados mundiales de capital.
El casi naufragio de mis anhelos e
ilusiones al chocar en mis intentos con un mundo hostil y rencoroso que no
estaba dispuesto a tan fácilmente darme otra oportunidad. Él darme cuenta de
que lo que recita la Biblia: “Por ver la paja en el ojo ajeno no ves la viga en
el tuyo,” era una de las verdades más crueles que enfrentaría. El entender que
para mucha gente incluyendo multitud de mis amigos y parientes, tenía ya una
etiqueta para el resto de mi vida que listaba mis pecados cometidos bajo el
influjo de los demonios que me controlaron durante tantos años. El darme cuenta
de que todos escuchan pero no entienden otro precepto bíblico: “Con la vara que
midas serás medido.”Mi encuentro con la espiritualidad y la intelectualidad
para dedicar gran parte de mi vida a eso; al espíritu y al mundo las ideas.
Mi encuentro con el liberalismo económico
y político el cual y a pesar de mis antecedentes sociales, educacionales,
financieros e intelectuales, realmente no conocía pero curiosamente presentía.
Cómo ese mismo espíritu inquieto y rebelde me gritaba que lo que había conocido
en México no era el camino hacia la justicia y prosperidad de los mexicanos,
que debería de haber algo más. Cómo buscando en una vieja librería me encuentro
empolvado el gran libro de Mises; “La Acción Humana” y al abrirlo, descubrí una
ventana hacia un nuevo y excitante mundo por el cual ahora lucho pero en un
campo de batalla diferente al de mis famosos pleitos de la juventud; En el
campo de las ideas y los ideales. Ya no armado con mis puños, armado ahora con
la verdad, la lógica y la razón. El reencuentro con mis hijas. La paz.
Es también la historia económica y su
interpretación del México que me ha tocado vivir. Desde los míticos beneficios
del Desarrollo Estabilizador cruzando por la entrega de Echeverría al
socialismo, populismo, y la devastación que en conjunto con López Portillo
causaron. Los tibios intentos de un buen hombre para provocar cambios; Miguel
de la Madrid. Mis predicciones de la apertura del país y la caída del PRI. La
agresiva toma seudo liberal de Salinas y el saboteo de sus esfuerzos usando
como cabeza de playa el asesinato de mi paisano Luis Donaldo Colosio. La
maquiavélica confección del error de Diciembre y todos sus participantes, por
lo cual seguimos pagando. Mi primer encuentro con Vicente Fox años atrás. Mi
anuncio de su avenida como Presidente en el año 2000, y lo más importante; el
México que yo visualizo y deseo a futuro para nuestros hijos y descendientes, y
cómo podemos construirlo.
La continuación de mi sendero con el moto
que siempre lo había guiado; “caminante no hay camino, se hace camino al
andar.” Esto no es una confesión, un mea culpa, no es un mensaje, no es
especialmente una justificación ni explicación de algo que ya hecho está, no
puedo regresar al pasado y el pasado debe ser solo la canasta de las cenizas,
hay que dejar que los muertos entierren a los muertos, las hojas secas se las
llevará el viento; es sólo el relato de mi vida que repito, ha sido una vida
apresurada, vivida por adelantado y con
una gran intensidad. No, no tengo editor, editorial, publicista, representante
etc, solo tengo una historia, una historia que nos deba de enseñar que
finalmente “el sufrimiento tiene su función y es la de purificar, quemar lo que
es inútil e impuro.” Es solamente una historia, pero es mi historia.
“Es mejor intentar y lograr grandes
cosas, alcanzar triunfos gloriosos, aunque en el camino nos encontremos con el
fracaso. Que permanecer en las filas de aquellos pobres espíritus que nunca
sufrieron ni gozaron; porque nunca abandonaron aquella zona gris que no conoce
triunfo ni derrota.”
Teodoro
Rossevelt.
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