José Cárdenas
El plazo de 30 días (justos) para analizar, dictaminar, debatir, y en su caso aprobar el documento, parecen insuficientes, dado que ningún gobierno lo ha logrado en 20 años.
El Presidente de la República “agarró” a los diputados con los dedos en la puerta. Sin comisiones designadas, los representantes populares debieron trabajar al vapor.
Para Miguel Barbosa, líder el del PRD en el Senado, hubo “mala leche” del Ejecutivo. “Al apresurar el trámite puso en riesgo todo el trabajo legislativo… y lo peor del caso es que la falta de análisis y de propuestas para enriquecer el debate de la iniciativa presidencial se ha combinado con la presión de sindicatos y empresarios”, lamentó.
La Comisión de Trabajo y Previsión Social, encargada de dictaminar la reforma laboral, apenas se reunió un par de veces: la primera, para instalarse y, la segunda, para presentar un predictamen de 120 páginas, dividido en dos grandes bloques.
El primero es estrictamente laboral: propone penas más graves contra el trabajo infantil; protege más a los discapacitados y a las mujeres; evita la discriminación por sexo o preferencia sexual; reglamenta el
Por cierto, hay una grave omisión en la iniciativa; no abordar la famosa “toma de nota”, instrumento por el cual el gobierno puede negar el reconocimiento a los sindicatos y sus liderazgos —norma autoritaria y obsoleta heredada del fascismo—.
Total: tan apremiante esfuerzo legislativo terminará en una “reformita rasurada”, muy lejos de la trascendencia requerida. No servirá, como dice el gobierno, para generar empleos por arte de magia, para eso, se necesitan otros cambios que atentarían contra los usos y costumbres del corporativismo sindical… por ahora, imposible. De la Cámara de Diputados la reforma laboral deberá pasar a revisión en el Senado, donde seguramente le darán otra “mochada”. Sólo quedará polvo del lodo reformista… y de la prisa, cansancio.
MONJE LOCO: Los caminos de la política, como los de Dios, son inescrutables. Hace unos meses el senador Pablo Escudero, del Partido Verde —entonces diputado— ganó notoriedad, cuando destapó el escándalo de corrupción en torno a la Estela de Luz… que acabó en “estela de pus”. Escudero retó públicamente a un debate al entonces secretario de Educación, Alonso Lujambio, a quien acusaba por haber tolerado el enorme dispendio en un monumento que a muy pocos convenció… y cuya condición marcó otro gran yerro del gobierno calderonista. Ahora, ya ambos como senadores, Escudero tuvo que atestiguar el homenaje a su par en el Senado, cuando tomó posesión del cargo… y el de cuerpo presente a sus restos… y todo eso, calladito, calladito. Por paradojas como ésta, decían los clásicos, en la política nunca le mientes la madre a nadie… y menos en público.
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