jueves, 13 de septiembre de 2012

AMLO: recuento de daños



AMLO: recuento de daños

Rafael Álvarez Cordero*
 
Hay tres puntos que me llaman la atención del Partido de la Revolución Democrática y se hacen evidentes después de la renuncia de Andrés Manuel López Obrador al partido.
 
El primero es la inmensa tolerancia —mezcla de temor y cobardía— de los militantes y sus jerarcas, de Jesús Zambrano para abajo, frente al inmenso daño y las reiteradas ofensas de AMLO al PRD. Atendió sólo a los que quiso, repudió a sus mentores, insultó a los que no lo obedecían ciegamente, obligó al partido a votar por un candidato patito, humilló a Juanito y a todos los que objetaban sus decisiones arbitrarias, se comportó como un cacique tribal y el PRD nunca dijo nada.



El segundo es el daño que le hizo al partido. El PRD era, desde su fundación, un partido de izquierda, mezcla de varias corrientes, algunas más agresivas que otras, pero AMLO convirtió a la izquierda en un partido delirante, el partido del “¡no!”, opuesto a cualquier iniciativa.


La abundante evidencia de corrupción y mendacidad ejemplificada por los Bejarano, Padierna, Brugada, Monreal, Fernández Noroña, y tantos más que él solapó, junto con los Pancho Villa, los Esparza y otros, hicieron que el partido fuera sinónimo de agresividad, intolerancia y falta de visión democrática.


Y el tercer daño, el más importante, lo hizo al país: denigró a México, insultó y desconoció al presidente Felipe Calderón, mandó al diablo a las instituciones, denostó y descalificó al Instituto Federal Electoral y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, acusó a cinco millones de mexicanos de ser estúpidos y “vender” su voto por una tarjeta o por una gallina, descalificó al millón de mexicanos que vigilaron la elección, logró, con sus desplantes, desde declararse presidente legítimo, hasta llevar cerdos y pollos al Tribunal Electoral, que México fuera visto en el mundo como una república bananera; distorsionó la elección más cuidada de la historia, prometió acatar el fallo y por supuesto no cumplió. El daño que hizo al sistema electoral mexicano queda ahí como una mancha difícil de borrar.


Me llama la atención que más de un comentarista, al analizar la huida de AMLO del PRD, comente buenas cosas de su gestión, al señalar que indudablemente tiene “carisma”, lo que en realidad no dice nada, porque carisma tenía Chales de Gaulle, pero también Hitler, lo tenía Kennedy, mas también Fidel Castro, el tener “carisma” (capacidad para motivar, magnetismo personal) no es garantía de nada, porque la presencia de AMLO en la vida nacional fue más negativa que positiva: dividió al país, enemistó a los ciudadanos, polarizó y bloqueó las legislaturas, convirtió San Lázaro en un circo de tercera. Súmele, estimado lector, y comprobará que tener carisma no significa nada.


El recuento de daños puede terminar si los miembros propositivos e inteligentes de la izquierda nacional —que hay muchos— retoman el rumbo para lograr, por la vía democrática y no con insultos, tomas de tribuna y bloqueos de carreteras, que los asuntos pendientes del país, que son muchos, se resuelvan y los mexicanos tengamos una vida mejor.


Hay quien comenta que el posible registro de Morena como un nuevo partido constituye un nuevo deseo democrático de AMLO.


Se equivocan, él ha vivido siempre del presupuesto, mamó del PRI, luego del PRD, del PT y Movimiento Ciudadano, y ahora, que ya no tiene partido, buscará un nuevo registro, mamará de Morena y seguirá el recuento de daños.
       

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