viernes, 23 de septiembre de 2011

El retorno del verdadero Barack Obama

Por Charles Krauthammer

Diario de América

Durante un debate de 2008, el periodista Charlie Gibson preguntó a Barack Obama por su apoyo a elevar el impuesto de beneficios, teniendo en cuenta el precedente histórico de que el estado pierde recaudación pública neta como resultado. Obama perseveró: "Bueno, Charlie, lo que he dicho es que consideraré elevar el impuesto de beneficios a efectos de justicia".

La muestra más reveladora del interior político de nuestro presidente: imponer un impuesto que en la práctica empobrece nuestra cuenta bancaria común (el Tesoro estadounidense) es ridículo. No es sino punitivo. No beneficia a nadie -- ni a los ricos, ni a los pobres, ni al estado. Para Obama, sin embargo, aporta justicia, que no tiene precio.

Ahora que es presidente, Obama se ha puesto realmente manos a la obra. Acaba de proponer un tsunami de subidas tributarias por valor de 1.5 billones de dólares encabezado por una "ley Buffett", que, aunque todavía confusa deliberadamente, incluye claramente elevar los impuestos de beneficios.

También vuelve a insistir en elevar los tipos marginales a las parejas "millonarias" que ganan de 250.000 dólares en adelante. Pero alrededor de la mitad de los ingresos de la pequeña empresa (es decir, las que declaran individualmente) se verán afectados por esta subida tributaria. Por tanto, si nos fiamos de la propia lógica de Obama que dice que su deducción propuesta a las empresas eleva el número de contratos, entonces desde luego esta subida tributaria reducirá la contratación de la pequeña empresa.

¿Pero qué es el empleo cuando está en juego la justicia? La justicia se impone al crecimiento. La justicia se impone a la recaudación. La justicia se impone a la lógica económica.

Obama en persona ha dicho que "en una recesión no se suben los impuestos". ¿Por qué se arriesga entonces a causar daños económicos enfrentándose a la reelección? Porque estas propuestas no tienen ninguna posibilidad de implantarse, habiendo sido rechazadas muchas de ellas por el Congreso bajo control Demócrata de los dos primeros años de Obama en la administración.

Además, para empezar no se trata de un plan económico, ni de un plan de empleo, ni de un plan de reducción de la deuda. Es un manifiesto de campaña. Es populismo anti-rentas altas como premisa a su reelección. Y como tal, ya está funcionando.

El electorado Demócrata de Obama está emocionado. Entre la izquierda, el nuevo mensaje recibe críticas favorables. Ha reavivado el entusiasmo de su principal electorado -- los nichos electorales de los votantes de extrema izquierda del grupo MoveOn, de Hollywood, del Upper East Side, mejor descritos hace años por John Updike: "Como la mayor parte de su barrio, ella era una izquierdista combatiente, que combatía para que le quitaran su dinero".

Añade Updike: "A pesar de todos sus esfuerzos públicos, nunca se lo quitaron". Pero ahora con Obama - ¡sí! Resulta que Obama era realmente lo que venían esperando.

Es decir: el nuevo Obama, el actual abanderado autoproclamado de la clase obrera que enarbola vetos y es partidario de arruinar a los ricos a impuestos. De no ser porque el nuevo Obama es en realidad el viejo Obama -- el Obama que, al llegar a la administración en mitad de una grave crisis económica, y decidido a no permitir que "se desperdicie una grave crisis" (por citar a su entonces jefe de gabinete), explotó la (presunta) maleabilidad de una ciudadanía desmoralizada y por tanto pasiva para implantar el mayor estímulo keynesiano de la historia conocida, acompañado de la práctica nacionalización de la sexta parte de la economía que es la sanidad.

Considerando la factura política -- masivo rechazo electoral por parte de un enfurecido electorado en 2010 -- esto es obra de un político convencido, un político profundamente comprometido con su propia visión socialdemócrata.

Ese político ahora vuelve. El nuevo populismo de Obama es desde luego un cálculo de que sus amagos fingidos poco entusiastas hacia el centro tras "la paliza" de las legislativas no sólo no fueron convincentes sino que de todas formas no le sirvieron de nada positivo con una economía estancada, un paro del 9% y unos asombrosos 4 billones de dólares en deuda nueva.

Pero esto es más que un cálculo político. Es más que un gesto a su electorado. Es un gesto hacia sí mismo: Obama es un miembro de su electorado. Él se cree estas cosas. Es un giro político fácil y cómodo para él, porque es un giro de retorno a su corazón socialdemócrata desde un centrismo raro, un giro desde posiciones de cara a la galería hacia la autenticidad.

El Obama auténtico es un distribuidor, un socialdemócrata comprometido, un fiel convencido del estado distribuidor de la riqueza, un tribuno, por encima de todo, de "la justicia" -- entendida como igualdad impuesta por el estado e implantada por el estado.

Esa es la razón de que "arruinar a impuestos a los ricos" no sea sólo un gancho de campaña para movilizar al electorado. Es una misión, una vocación. Es la razón de todo su cinismo y demagogia gratuitos, de que la conferencia populista de Obama en la Rosaleda el lunes se pronunciara con tan evidente -- e inusual -- convicción.

Ha vuelto a la autenticidad de su discurso radical de los "nuevos cimientos" de abril de 2009 (en Georgetown) que anunciaba abiertamente su intención de transformar de forma radical América.

Bien. Tiene mérito por autenticidad. Una elección, no un eco, que decía Barry Goldwater. El país elegirá dentro de poco, si bien no lo bastante.

Un día en la vida de un líder progresista

Por Pablo Molina

Libertad Digital, Madrid

Ser de izquierdas con carácter profesional es un trabajo muy exigente. No por el horario, claro, porque al contrario de lo que se exige a las empresas privadas y sus trabajadores, a los que se prohíbe taxativamente cualquier modelo contractual ajeno a la férrea dictadura del convenio colectivo, el líder izquierdista goza de una flexibilidad absoluta para organizar su vida laboral y familiar.

La jornada comienza muy temprano para el ungido izquierdista. En la cocina del moderno adosado de la mejor zona residencial del extrarradio y bajo un poster enmarcado del Che Guevara, la sirvienta, ciudadana inmigrante a la que algún día habrá que dar de alta en la seguridad social (pero hoy no... mañana), sirve el café y el desayuno para los niños, todos repeinados y con el uniforme del mejor colegio privado de la zona. Porque los niños obviamente no van a la escuela pública; ni siquiera a un colegio concertado, que esos los suelen manejar los curas y no es cuestión de que le metan a las criaturas en la cabeza conceptos morales ajenos a la ciudadanía progresista. Privado, privado, de esos que garantizan la mejor preparación para afrontar la experiencia universitaria que, ocioso es decirlo, realizarán también en una institución privada, preferiblemente anglosajona, por aquello de los idiomas.

Acabado el desayuno, el dirigente izquierdista monta a la familia en el coche, un todo terreno de gran cilindrada, de esos que están acabando con el medio ambiente lanzando gases de efecto invernadero a mansalva. Primero hay que dejar a los niños en el colegio y después a la señora en el centro oficial donde trabaja de asesora contratada a dedo a razón de cuatro mil euros mensuales. A continuación, nuestro héroe llega al "partido" o al "sindicato", donde pasará la mañana defendiendo a la clase trabajadora de los embates del capitalismo.

El resto del día es un ajetreo vertiginoso. En primer lugar hay que organizar las manifestaciones contra los recortes educativos de la derechona. Es cierto que es el PSOE el responsable de los únicos recortes en el sueldo de los docentes, pero ZP es de los nuestros, qué coño, y si lo ha hecho ha sido por imposición de "los mercados", los mismos entes sospechosos a los que nuestro izquierdista imaginario confía sus finanzas, pues sus ahorros los tiene todos repartidos en varios fondos de inversión.

Por la tarde toca manifa violenta frente a un hospital que va a ser visitado por un alto cargo de la derechona, lo que le recuerda a nuestro protagonista que tiene que pedir cita en la clínica privada en la que suele pasar una revisión anual por cuenta del partido o el sindicato.

Ya en casa, la sirvienta a la que un día habrá que legalizar baña a los niños y sirve la cena a la feliz familia. Con las criaturas ya en la cama, el matrimonio disfruta de una velada tranquila viendo la programación de La Sexta. El Che Guevara les observa desde un flanco del salón. Mientras suben al dormitorio, nuestro protagonista rumia para sus adentros "y que haya todavía quien dice que la izquierda lo ha hecho mal estos siete años..."

Pablo Molina es miembro del Instituto Juan de Mariana.

¿Impuestos para ricos?

Eat-the-rich Por Luis Figueroa

El Periódico, Guatemala

Según Barack Obama, las empresas y los ricos “deben pagar su parte del déficit presupuestario”; y comparto la idea de que algunos ricos se merecen que les pongan más cargas tributarias. Ciertamente que Warren Buffet, y otros millonarios que piden “más impuestos para salvar el mundo” se merecen lo que están pidiendo…para sí mismos, aunque no para otros. Esto es porque, ¿qué pasa con los pobres y con los asalariados que son los que terminan pagando la cuenta al final? Los ricos que patrocinan a políticos gastones; los que venden medicinas vencidas y los que construyen carreteras defectuosas; los que se sienten avergonzados por sus éxitos legítimos y los que predican que se puede vivir sin principios, esos se merecen más impuestos. Pero otros no; y además, ¿qué pasa con los pobres y los asalariados que son los que terminan pagándolos al final?

En realidad, los ricos no pagan los impuestos mediante la disminución de su nivel de vida. Cuando pueden los trasladan a los consumidores, o disminuyen sus inversiones, o reducen costos. Y tú ya sabes lo que pasa con tu salario cuando se elevan los precios. Tú ya sabes lo que pasa cuando no crece la cantidad, ni la calidad de las plazas de trabajo.

A aquello hay que agregarle que hace rato –y no tengo la cita exacta porque en aquel tiempo los diarios en línea no estaban bien desarrollados– una presidenta de la Comisión de Finanzas del Congreso dijo que el 50 por ciento de los impuestos se perdía en corrupción. Añádele a este dato que otro porcentaje sirve para pagar deudas y que un tanto por ciento más se diluye en mala administración y en desperdicios. Por eso es que, como dijo P.J. O’Rourke, “darle dinero y poder al Gobierno es como darle whisky y las llaves del carro a un adolescente”.

Los pobres y los asalariados pagan los impuestos porque el dinero que se les da a los políticos gastones se hace humo y no se usa en inversiones productivas que es de donde salen los buenos empleos.
Grecia, Italia, España, y los Estados Unidos hicieron crecer sus monstruosos estados de bienestar con la idea de que se les podía poner impuestos a los ricos, sin castigar a los pobres y a los asalariados; y ahora, tú estas siendo testigo de cómo les va. Te recomiendo que veas esta entrevista con Peter Schiff: http://youtu.be/M46-ejg9kDw y te preguntes si los guatemaltecos deberíamos huir como de la peste, o no, de aquellos que nos aconsejan seguir el camino del gasto, el endeudamiento y de los impuestos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario