En la revista Wired publicaron un interesante mapa con los precios de una onza de mariguana por región en Estados Unidos, la multa por posesión, y el tiempo de cárcel por posesión según el estado.
La fuente del mapa es un trabajo académico hecho por investigadores de las universidades de Oxford, Arizona, y Kentucky. El documento explica cómo una de las cosas más difíciles de medir son los mercados ilegales. Sin embargo, en el caso de la mariguana, recientemente, a partir de una herramienta en Internet, en la que usuarios enviaron datos de compra de una onza de mariguana (un lector nos aclara que en el mercado de drogas en México, por “una onza” se entiende 25 gramos no 28 gramos como es la conversión oficial), datos de calidad, y la percepción que hay de persecución en la ciudad donde hicieron el reporte. En el mapa de los precios, el verde representa aproximadamente 3.4 dólares por gramo (97.05 por onza) y el amarillo representa aproxiamadamente 18.7 dólares por gramo (526.10 por onza).
El trabajo tiene un par de conclusiones interesantes. La primera es que el precio sobre todo parece determinado por la distancia que hay entre el lugar de compra y ciertos municipios de California en los que se concentra la mayor parte de la producción estadounidense. Entre más al noreste, más caro el producto. La segunda conclusión es que la percepeción de persecución por posesión, ni el número de arrestos parece afectar el precio. Lo que sí afecta el precio es si el estado es uno de los 16 estados que ha legalizado la mariguana para uso medicinal, y también hay cierto efecto por la cantidad de consumidores que se infieren, pues pese a ser más alta la demanda, el mercado ilegal probablemente tiene una infraestructura de tráfico más grande, con costos más bajos, que donde hay poco consumo.
Algunos de los datos y conclusiones de este trabajo, son coincidentes con el texto que publicamos en el número de septiembre de la revista Nexos, “Mitos de la mota“.
Cuando México legalizó las drogas
En México muchas de las drogas que hoy son ilegales, y con las que se justifica “la guerra contra el narcotráfico”, fueron legales durante unos meses en 1940. Una comisión de científicos y médicos recomendó al presidente Cárdenas emitir un reglamento para que los adictos fueran tratados a partir de la provisión de drogas, como la heroína y cocaína, por vía de un monopolio estatal. Sobre estos meses, hay poca documentación, sin embargo Froylan Enciso publica un post en el cual narra cómo y por qué el gobierno mexicano legalizó las drogas, y a partir de un caso nos da un vistazo sobre cuáles son las consecuencias sobre los mercados ilegales, una vez que se legalizan las drogas:
Cuando las drogas se legalizaron en México, Lola la Chata se puso rabiosa. Desde principios de siglo había distribuido drogas en la ciudad de México, pero la venta de “enervantes” por parte del gobierno a precios de mercado puso el negocio en jaque. A los dos días de que abrieron los dispensarios para repartir heroína, los viciosos dejaron de surtirse con ella. Lola no pudo más que ofrecer un piloncito a los clientes leales, pero no fue suficiente.
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Así quebrantarían el poder de traficantes como Lola la Chata, quien despertaba especial tirria entre los médicos. Era la principal distribuidora de heroína, cocaína y mariguana de la ciudad de México. Todo mundo sabía que llevaba años en el negocio que le enseñó su madre en el mercado de la Merced y perfeccionó luego de vivir un tiempo en Ciudad Juárez.
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Lola pudo mantener sus negocios y en el Departamento de Salud empezaron a mostrarse más abierto a operativos policíacos agresivos. Lola fue aprehendida ocho veces entre 1934 y 1945. A pesar de la ayuda de los estadunidenses en el juego policiaco, Lola siguió haciendo negocios al igual que sus hijas durante décadas.
Otro vistazo nos lo da un texto publicado en Nexos en 1995 de José Luis Martínez, en el que narra cómo siendo un joven médico tuvo la responsabilidad de suministrar heroína a adictos en prisión:
Hacia estos años, yo era estudiante de medicina y mi padre, médico, trabajaba en Salubridad. Esta secretaría, cuyo titular era entonces el doctor y general José Siurob, decidió legalizar el consumo de drogas e instaló oficinas en la calle de Sevilla. Allí se inyectaba a los drogadictos. Bastaba decir su nombre, confesar su adicción y pagar la moderada cuota fijada para recibir la inyección de morfina. Todos los días había largas colas, y se contaba que a Agustín Lara y a ciertas señoronas, un médico iba todos los días a sus casas a darles sus dosis. No puedo precisar si la sustancia era opio o morfina o cocaína, ni puedo afirmar si había opciones.
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Nuestras tareas consistían en recoger los frasquitos de droga, las jeringas, agujas y compresas de algodón con alcohol, y las libretas donde anotábamos los nombres de los drogadictos y las dosis que recibían. Todo lo guardábamos en una maletita de doctor.
…
Las autoridades de la peni, de acuerdo, nos permitían el paso y nos instalábamos en una celda con una simple mesa. Supongo que primero debimos haber hecho un censo de los que se confesaron drogadictos con la indicación de su dosis acostumbrada, y nuestro encargo era el de reducir poco a poco la dosis, simplemente añadiendo agua a la solución. Cuando llegábamos, las colas -creo que de unos treinta a cuarenta hombres- estaban formadas, y uno de nosotros inyectaba, cambiando aguja, y el otro anotaba y cobraba. Para los drogadictos, aquello era una bendición. Solían inyectarse con instrumentos rudos, sin ninguna asepsia, y la droga les costaba mucho más cara.
El “experimento” en la legalización de las drogas, duró poco -narra Enciso- porque el gobierno de Estados Unidos amenazó al gobierno mexicano con bloquear la importación de medicamentos si no volvía a criminalizar las drogas. A partir de entonces se garantizó el desplazamiento de la Secretaría de Salud sobre el tema, para confirmar el dominio de la Procuraduría General de la República. Se dejó de hablar de un tema de salud pública, y se garantizó las criminalización de la producción, comercialización y consumo.
Tal vez esta experiencia, que bien podría documentar el gobierno mexicano, sería al menos útil para informar y replantear las más recientes declaraciones de Felipe Calderón exigiendo a los principales países consumidores que “busquen alternativas de mercado” al problema de drogas. ¿Qué pasaría si en México las legalizamos? ¿Que sería de los sucesores de “Lola la Chata”?
¿Peña Nieto mintió o se equivocó?
La discusión sobre la mentira de Peña Nieto en su sexto informe de gobierno en el Estado de México ya lleva circulando un par de días. Unos días después de las notas publicadas, Carlos Puig escribió:
La gente de Peña Nieto ha de pensar que nadie lee en inglés por acá, por eso no les importó decir la verdad en The Economist del 26 de mayo, y luego decir mentiras en español en el informe de septiembre.
El lunes, Jesús Silva-Herzog Márquez, también escribió sobre el tema:
Peña Nieto no fue un gobernador milagroso. Fue, más bien, un gobernador mentiroso. Los homicidios en su estado no solamente no descendieron sino que aumentaron, según las cuentas de la revista inglesa.
Después de eso, Peña Nieto en una entrevista, ayer en la noche, con Ciro Gómez Leyva habló sobre el tema:
CGL: El Economist afirma que mentiste, así con esas palabras...
EPN: Debo reconocer que esta observación que hace esta prestigiada revista, sin duda sí tiene razón, tiene una parte de razón...efectivamente hubo un cambio en la metodología....al margen del cambio de metodología, y que sin duda la comparación resulta mayor...debo reconocer esta imprecisión que hubo de parte de un servidor, ante este señalamiento, me parece atinado de la revista...
CGL: ¿No sabías de este cambio de metodología?
EPN: Supimos, pero al momento de observarlas es una variable que no tuvimos presente, involuntariamente cometimos este error, y lo reconozco...
(Me costó mucho trabajo transcribir esto. Dice un montón de palabras que casi no dicen nada.)
Hoy, Peña Nieto, en el periódico La Razón publica la "nota aclaratoria" que anunció con Gómez Leyva. Acompañada de un muy breve texto con un cuadro y dos gráficas:
La crítica que hace The Economist es que es una inconsistencia técnica comparar cifras que se elaboraron con metodologías diferentes. Comparto este señalamiento. En una sociedad democrática los políticos debemos aceptar la crítica, especialmente cuando es fundada.
Sin embargo, esta inconsistencia técnica no invalida un hecho que me parece relevante: mientras, desafortunadamente, los homicidios dolosos en el país han aumentado significativamente, en el Estado de México se han logrado contener.
En el lenguaje de Peña Nieto atribuirse como logro algo que simplemente no sucedió (una reducción de más de 50% en la tasa de homicidio de su estado) no es más que una imprecisión, o más vago aún una "inconsistencia técnica" (Ojo, estamos hablando de muertes no de de kilómetros de carretera). Sin embargo, el tema no es la imprecisión o inconsistencia que es obvia al ver los datos, y que estoy seguro que en los anexos estadísticos de muchos informes de gobierno podemos encontrar "inconsistencias" sin aclaración, sino que hizo una evaluación sobre su estrategia de seguridad pública a partir de esa inconsistencia.
La declaración en su sexto informe presentaba los datos como evidencia de haber tomado ciertas decisiones, se entiende acertadas, sobre las fuerzas de seguridad pública, y los datos son "un logro ilustrativo" de ese acierto. Por lo tanto, si los datos no son la evidencia que Peña Nieto dijo que eran, entonces ¿qué nos puede decir de su estrategia de seguridad y de su "fortalecimiento" de las fuerzas de seguridad? ¿fueron exitosas o no?
Si con los datos ahora presentados, de INEGI, la tasa de homicidios no cambió (como tampoco lo hicieron al menos Querétaro, Chiapas, Tlaxcala y Yucatán), ¿quiere decir que su estrategia no obtuvo los objetivos esperados que a todas luces era la reducción de esa tasa? ¿si en los datos del 2011 resulta que crecieron los homicidios, será atribuible a su gobierno o a la "situación nacional"?
Pero vayamos un paso atrás ¿Peña Nieto mintió o se equivocó?
a) Peña Nieto mintió. Como uno puede imaginar, considerando la situación del país, los gobernadores saben más o menos cómo está la estadística de criminalidad y por tanto saben más o menos cuáles son los resultados de su estrategia de seguridad. Peña Nieto mintió, porque en su úlitmo informe de gobierno, y su lanzamiento como aspirante presidencial quedaba bien la nota: "reduje los homicidios a más de las mitad en 5 años".
b) Peña Nieto no mintió, sino simplemente leyó un discurso. Como uno puede imaginar, los gobernadores tienen mucho trabajo, muchas decisiones y por tanto mucha información. No todos se pueden memorizar las cifras de la situación de su estado (¡Aunque sean homicidios!), y él no es la excepción. Un error de un escritor de discursos no es una mentira del gobernante. Sin embargo, si esto es cierto, el problema de Peña Nieto es que simplemente no tiene idea sobre qué ha pasado en su estado en términos de seguridad en los últimos cinco años. Imagino que siendo uno de sus discursos más importantes, al menos lo leyó una vez antes de darlo, por lo tanto sorprende y mucho que no haya chistado al ver que un "logro ilustrativo" era una inusual reducción en la tasa de homicidios. ¿No se tendría que haber preguntado?: "¿ah chingá y qué hice tan bien que en el resto del país no ha sucedido?".
c) Peña Nieto no mintió, y no tiene porque desconfiar de lo que le dice su equipo. Los gobiernos pese a concentrar la responsabilidad política en una o unas cuantas personas, son agentes colectivos. Peña Nieto leyó el discurso, y no tiene por qué saber todo sobre su estado (¡Ni la tasa de homicidios!), ni dudar de su equipo. Su equipo es el responsable de ponderar que sí es un logro y qué no lo es, a partir de mínimos análisis y documentación de resultados. Quien se equivocó (o mintió) fue su equipo, o por descuido o por ensalzar un gobierno que no tiene mucho que lucir.
Si a) es cierta Peña Nieto es un mentiroso.
Si b) es cierta Peña Nieto fue un mal gobernador.
Si c) es cierta Peña Nieto no tiene un buen equipo de trabajo.
Incluso c) y b) pueden explicar a). Mintió, justamente porque fue un mal gobernador, entre otras cosas por tener un mal equipo de trabajo.
No se me ocurre otra opción, ¿a alguien más se le ocurre otra?
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