lunes, 26 de septiembre de 2011

Calderón: "no soy Fox"

R I C A R D O A L E M á N
Itinerario político
Calderón: "no soy Fox"

Nadie puede negar que el mensaje de Felipe Calderón ante consejeros del PAN --el pasado sábado-, es la mayor y más profunda autocrítica que ha formulado panista alguno, en décadas recientes, de la historia de ese partido.

Más aún, que ese tipo de mensaje lo haya dicho el propio Presidente Felipe Calderón --acaso el político que mejor conoce las entrañas de Acción Nacional, y el segundo Presidente surgido de sus filas--, tiene una carga histórica, sobre todo cuando el PAN cumple 72 años de vida, cuando está cerca de terminar su segundo sexenio en el poder presidencial y, en especial, cuando el partido cumple 20 años de gestión en gobiernos estatales, como es el caso de Guanajuato.

En realidad el discurso de Calderón es una surte de "mea culpa", del panista más encumbrado y del nuevo siglo. Pero también es un poderoso proyectil expansivo que tiene muchos destinatarios –del pasado, del presente y futuros líderes y gobernantes--, además de que el panismo está pagado de ejemplo de malas gestiones, de oportunistas que se valieron del PAN para acceder al poder y de gobernantes que han resultado pillos consumados.

Sin embargo, y a pesar de la crudeza del discurso de Felipe Calderón, no todos parecieron quedar convencidos de la necesaria "congruencia" entre el mensaje presidencial y los hechos políticos surgidos precisamente del ejercicio del poder, desde la casa presidencial.

Y ese fue el caso del consejero Juan José Rodríguez Prats, quien de manera abierta y "sin pelos en la lengua", le dijo al Presidente –palabras más o menos--, que la realidad tiene que corresponder al discurso. ¿Y eso que significa? Que el mensaje autocrítico está perfecto, que la imagen que se vende a la gente con ese mensaje es impecable, pero que la realidad es diferente, si hablamos de la contienda presidencial. ¿Por qué? Porque la realidad es terca en mostrar que la casa presidencial pretende imponer a su preferido, con todo lo que eso significa para el resto de adversarios. Pero vamos a las partes.

Felipe Calderón dijo a los consejeros panistas que es urgente recuperar la ética y la moral partidista de líderes, políticos y militantes, para sobrevivir y ganarle al autoritarismo. En pocas palabras, que hoy el PAN es todo aquello que criticó cuando era oposición. Pero además, Calderón alerto sobre una peligrosa crisis de identidad que vive el panismo; tara que aquí y en muchos otros espacios se ha señalado, pero que los azules parecen no querer ver ni escuchar.

El Presidente también propuso recuperar la credibilidad y la confianza perdidas en un partido que, frente a muchos ciudadanos, es igual o peor que la confianza que se le tiene al PRI o al PRD. En pocas palabras, Calderón reconoció que el PRI puede regresar al poder, no por sus dotes, sino por el fracaso cultural del PAN. ¿Por qué? Porque el apostolado panista fue traicionado y porque la cultura del PRI se metió al PAN.

El PAN, dijo Calderón, "debe renovarse o morir". Y precisamente luego de ese eslogan efectivista, el Presidente ofreció la parte medular de su discurso, al referirse a su papel en la selección del candidato presidencial, por el PAN. Dijo que no interferirá en la contienda por la candidatura presidencial y afirmó que "ni remotamente haré a otros, lo que quizá algunos pretendieron hacer conmigo". ¿Qué quiso decir con eso?

Lo que muchos creyeron escuchar, ver y entender, es que Calderón les dijo a los consejeros del PAN que él, en tanto Presidente, no será igual que Vicente Fox; que no pretenderá imponer a su preferido. Y aquí es donde algunos respingaron la nariz, fruncieron el seño y hasta soltaron una sonrisa de reproche. ¿Por qué? Porque si Ernesto Cordero no es el "delfín" de Calderón, ¡cómo se le parece! Y si existen dudas, basta ver la cargada del pasado viernes, al más puro estilo del PRI.

Y es que si Cordero tiene cola de pato, pico de pato, plumas de pato y grazna como pato, los azules tienen derecho a suponer que se trata de un pato. Por eso Calderón tendrá que hace mucho más que un discurso, para que el panismo y, los ciudadanos en general, le crean. Al tiempo.

En el camino

El destape que hizo el Partido Verde de Enrique Peña Nieto, en realidad es un descontón del mexiquense a Manlio Fabio Beltrones. ¿Y ahora quién va a creer que es seria la elección interna del PRI, con los dados cargados?... Y a propósito, débil el músculo mostrado por Peña Nieto en su primera incursión en la capital del país. En el DF, su preferida, Beatriz Paredes, tendrá que remar mucho, a contracorriente.

49 cadáveres

M I G U E L Á N G E L G R A N A D O S C H A P A
Plaza pública
49 cadáveres

Agradezco a lectores y editores su comprensión por mi ausencia, así como sus mensajes de solidaridad.

Ante la osadía de bandas criminales capaces de asesinar a 49 personas en sólo dos días y, lo más grave, dispersar sus cuerpos en la vía pública de la conurbación Veracruz--Boca del Río, la única reacción gubernamental admisible era una inmediata operación ministerial y policiaca que contenga esa porción de la delincuencia y le evite cometer más delitos. Pero el neófito Gobernador de Veracruz, en vez de cumplir su deber, se limitó a transmitir en twiter recados escandalosos por su carácter elemental. Casi felicitó a los autores del desafío y casi culpó a las víctimas, porque habían escogido el camino del mal, que sólo tiene dos salidas, la muerte o la prisión. Y para colmo, negó que además de los 35 cuerpos inicialmente exhibidos haya habido 14 más al día siguiente.

Por lo pronto, los criminales que mostraron su capacidad homicida siguen recorriendo la misma senda sin que se aproximen a ninguno de los dos extremos a que se limita la prédica de Javier Duarte de Ochoa. Y es que la averiguación ministerial se contentó con identificar a las víctimas y a comprobar su pertenencia a bandas delincuenciales. Tan satisfecho estaba el Gobernador que el primer día, cuando "sólo" habían aparecido 35 cuerpos los citó como muestra de que en su estado se combate a la delincuencia. A menos que haya tenido un traspié y las víctimas, de aquella tanda y probablemente la segunda también, fueron ultimados por la fuerza pública (único modo en que puede comprenderse el que esa matanza sea considerada como eficaz medida de seguridad), Duarte de Ochoa no parece tener idea de lo que ocurre en su entorno. De allí el desmentido que emitió el viernes, negando que a la suma inicial se hubieran agregado nuevas muertes. No fueron, ciertamente, conducidos a un lugar muy visible, sino que se les dejó en varios puntos del puerto. Pero su muerte y el hallazgo de los cadáveres eran, el viernes después del desmentido, una realidad inequívoca.

Duarte de Ochoa es un político neófito, escogido por su único jefe, Fidel Herrera sólo para tener cubiertas las espaldas. El actual Gobernador, que el lunes pasado cumplió apenas 38 años, carece de experiencia y de tacto político. Después de obtener sus títulos académicos, como economista y abogado, sólo tuvo desempeños subalternos con Herrera: fue su secretario particular la última vez en que éste fue Diputado, en la LVII legislatura, de 1997 a 2000. Años más tarde, ya Gobernador, Herrera lo hizo subsecretario de Finanzas y luego titular de esa secretaría. En ninguno de los dos cargos perseveró, pues el Gobernador lo condujo a la Cámara de Diputados, donde apenas cubrió un periodo ordinario, ya que fue lanzado a la gubernatura. Contó durante su campaña con auxilios financieros ostensibles del Gobernador, que con tal de asegurar el triunfo de su partido no vaciló en dejar en la penuria a las finanzas estatales, afectadas por déficit voluminosos que se cubrieron, como en otras entidades regidas por gobernadores manirrotos, acudiendo al crédito bancario y a la bursatilización de las participaciones federales, lo que equivale a hipotecar el tesoro público estatal.

Herrera heredó a su pupilo no sólo esa desvastada economía gubernamental, sino también una creciente inseguridad. Veracruz ha padecido épocas de acusada criminalidad, ejercida por bandas a cuyos jefes las autoridades temían y con las que entraban en connivencia. En un juego verbal que alude al conocido conjunto cubano de música tropical, circuló impunemente durante años la Sonora Matancera, Los cacicazgos reinantes en distintas porciones de la entidad basaron su poder en el uso de la horca y el cuchillo, es decir en la supresión de la vida de quienes se oponían a ese imperio de la ilegalidad.

Pero la conversión de México en mercado de drogas, la posición geográfica de la entidad en la ruta de Centroamérica a los Estados Unidos, y la fragilidad de las instituciones así como la corrupción de no pocos funcionarios permitieron que en Veracruz todo abuso y todo crimen fuera posible. En la tortuosa ruta de los migrantes, algunos lugares veracruzanos se convirtieron en parajes infernales. Si algo caracterizó al gobierno de Herrera, fue la penetración de la delincuencia. El propio Gobernador fue señalado como partícipe de acuerdos por los cuales Los Zetas se asentaron en su territorio, a través de una suerte de sucursal local conocida como La Compañía.

Los 35 cuerpos del primer día mostraron la crueldad extrema de sus asesinos. No fueron muertos a balazos sino asfixiados y tundidos con brutalidad. Firmó el mensaje adosado al crimen colectivo el Cártel de Jalisco Nueva Generación. Ya en agosto de 2007, a la mitad del sexenio de Herrera, ese grupo se había manifestado, con mensajes que como La Familia Michoacana un año atrás, buscaban presentarse como limpiadores de la sociedad, es decir como asesinos de delincuentes. Por supuesto, no era una acrisolada conciencia ética la que conducía a sus líderes y miembros a practicar operaciones de limpieza social. Son tan criminales como sus víctimas, pero quizá produjeron en el Gobierno estatal la perversa ilusión de que alguien hiciera el trabajo que con apego a la ley están las autoridades obligadas a desempeñar.

De varias maneras, Herrera sigue gobernando. El procurador Reynaldo Escobar era el secretario de Gobierno en el sexenio anterior. Fue, en su nuevo carácter, uno de los anfitriones del encuentro de procuradores y presidentes de tribunales, testigos accidentales de la violencia veracruzana

Contra los Casinos

D E N I S E D R E S S E R
Contra los Casinos
Al abrir la puerta a los casinos, el Gobierno ha abierto la puerta del gallinero a los zorros

Hace unos años, en torno al tema de los casinos cité a Mario Puzo: "Enséñame un apostador y te enseñaré un perdedor". Pues los países también apuestan y también pierden y México lo ha hecho como el caso del Casino Royale revela. Al abrir la puerta a los casinos, el Gobierno ha abierto la puerta del gallinero a los zorros. Al arrojar los dados en favor del juego, los ha tirado cargados contra los mexicanos. Porque los beneficios han llenado los bolsillos de la casa y los perjuicios han vaciado los bolsillos de quienes acuden a jugar en ella. Porque los empleos creados han palidecido frente a los crímenes cometidos. Porque los impuestos cobrados han sido a costa de las adicciones generadas. Con casinos, México se ha convertido en un país de perdedores.

En México no ha habido un debate amplio y profundo sobre los casinos y sus consecuencias. En México no se ha promovido una decisión informada. En México ha prevalecido la prisa. Ha prevalecido la premura. Ha prevalecido el deseo de tomar decisiones a puerta cerrada y de espaldas a la sociedad. La opacidad y la discrecionalidad detrás del otorgamiento de concesiones para los casinos y su regulación alimentan la sospecha. Alimentan la percepción de complicidades costosas para el país y quienes lo habitan. Alimentan la percepción de alianzas entre los que hacen dinero y los que quieren elegirse con él. Alimentan la visión de diputados que venden su voto y de empresarios dispuestos a comprarlo. Porque la prostitución – igual que el juego clandestino -- también existe pero nadie habla de legalizarla. Porque el tráfico de drogas -- igual que los "brincos" en Las Lomas – también existe pero nadie habla de legalizarlo. Nadie lo propone porque pocos lo aceptarían. Porque hoy se percibe que los perjuicios serían mayores que los beneficios.

Y los casinos han salido caros. Para cada empleo creado, hay muchos más perdidos. Para cada casino instalado, hay muchos más hoteles y restaurantes y discotecas cerradas. Para cada extranjero que juega, hay muchos más mexicanos que pagan costos al hacerlo. Para cada nuevo impuesto recolectado, hay muchos más evaporados por los otros comercios que han dejado de funcionar. Para cada dólar jugado, hay muchos más lavados. Para cada individuo que gana en el casino, hay muchas más familias que pierden el patrimonio de la casa. Para cada dueño de casino que hace una fortuna, hay miles de mexicanos que merman la suya en la mesa de juego. Para cada apostador adicto, hay un robo nuevo, una prostituta nueva, un extorsionista nuevo, un crimen nuevo.

Los estudios en otros países lo demuestran. Los datos duros lo revelan. En Estados Unidos, en los condados donde se instala el juego, aumenta el índice delictivo. En los condados donde se permite la operación de casinos, aumenta el lavado de dinero. En los condados donde se promueven las apuestas, aumenta el número de prostitutas. En esos condados hay más bancarrotas familiares y más cuentas incobrables y más impuestos evadidos y más falsificación de documentos y más fraudes y más prostitución infantil y menos Estado de Derecho. Menos ley. Menos ciudadanos dispuestos a obedecerla. Porque el peso del dinero se está sobre el peso de la ley. Porque el dinero habla. Porque el dinero impone silencio: el silencio de la complicidad compartida frente a la voz de la autoridad establecida.

Los países que permiten casinos lo saben. Y por ello cuentan con sistemas eficaces de fiscalización. Cuentan con instituciones judiciales que vigilan, que acechan, que controlan, que sancionan. Cuentan con policías honestos y jueces incorruptibles y sistemas financieros sólidos y métodos para evitar el lavado de dinero. Cuentan con manos duras para prevenir prácticas malolientes. Cuentan con todo aquello que México no tiene y le está costando trabajo crear. En México se lavan miles de millones de dólares al año. En México los cuerpos policiacos con frecuencia se convierten en los principales perpetradores. En México el poder del Estado con frecuencia sucumbe frente al poder del crimen organizado. En México el dinero de los intereses especiales afecta los resultados electorales. En México la prostitución infantil ocupa el quinto lugar en el mundo. En México la inseguridad va en aumento y la ansiedad ciudadana también.

Frente a esa realidad que quienes promueven el juego preferirían ocultar, la expansión de casinos le echa leña a la hoguera. Rocía napalm sobre la población. Le entrega el país a las mafias que quieren apropiarse de él. Debilita, día con día, un Estado de Derecho que ya vive en jaque. Empodera a quienes no piensan en la ciudadanía sino en cómo extraer más recursos de ella. Porque los casinos viven de las ganancias para pocos y las pérdidas para muchos. Porque los casinos son una fuente de recaudación para los políticos pero constituyen un impuesto regresivo sobre los pobres. Porque los casinos se han instalado en ciudades como Monterrey y exacerban la criminalidad que ya padecen.

En esencia, las preguntas en torno a los casinos tienen que ver con el tipo de país que México quiere ser. El tipo de país al que aspira. ¿País de trabajadores o país de jugadores? ¿País que entiende las consecuencias sociales – y criminales -- de los casinos o país que actúa como si no existieran? ¿País donde los políticos controlan las reglas del juego o país de mafias que las manipulan? Frente a estas preguntas relevantes hacen falta respuesta sensatas. Frente a estas interrogantes hacen falta políticos dispuestos a contestarlas. Antes de seguir arruinando al país, hace falta que alguien apueste en su favor.

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