¿Reforma laboral o traición a electores?
A los políticos de todos los colores se les llena la boca cuando hablan de la democracia y sus virtudes...
Humberto Musacchio*
Cabe
preguntar cuál de los actuales diputados advirtió a sus electores que
votaría por quitar derechos a los trabajadores, qué ocupante de alguna
curul adelantó su intención de hacer más difícil la vida de obreros y
empleados, cuál de esos representantes populares prometió traicionar a
sus representados…
A los políticos de todos los colores
se les llena la boca cuando hablan de la democracia y sus virtudes,
pero no dudan en darle la espalda cuando así les conviene o cuando deben
pagar las deudas de campaña. Porque durante las campañas se promete el
oro y el moro a los votantes, pero ya encaramados en el cargo, los
elegidos tienen que responder, no a los electores, sino a quienes
costearon sus muy onerosas campañas.
Todos los políticos profesionales
reciben dinero de particulares para sus campañas. Esos particulares son
en su inmensa mayoría empresarios, y los empresarios tienen intereses,
proyectos, un patrimonio qué defender. Y para eso pagan las campañas a
los políticos, para que una vez en el cargo hagan justamente aquello que
le represente un beneficio al capital.
Se dirá que para las campañas, los candidatos reciben dinero de las instituciones electorales, lo que es cierto.
Sin embargo, las campañas son cada
vez más caras y las cantidades legales acaban siendo apenas simbólicas,
insuficientes para recorrer durante meses el territorio donde viven los
electores a quienes hay que convencer con promesas y hacer toda clase de
regalos, incluido con dinero contante y sonante cuyo poder argumental
suele ser irrebatible.
Desde luego, algunos candidatos
*–los que figuran en las listas plurinominales– no tienen que hacer
campaña individual ni tirar los dinerales que gastan los otros
candidatos, pero los pluris, generalmente políticos con trayectoria y
relaciones, son los encargados de recabar fondos de origen privado para
el partido. Por eso se deben a sus patrocinadores, no a sus electores.
La generosidad de esos patronos va
más allá de los periodos comiciales, pues suelen mantener en todo tiempo
a políticos con posibilidades de hacer carrera. Cuando Felipe Calderón
cayó de la gracia de Vicente Fox y se quedó sin empleo y sin ingresos,
la opulenta familia de Juan Camilo Mouriño le tendió la mano al
defenestrado, le puso oficina, le dio vehículo, personal de apoyo,
celulares, chofer y todo lo necesario para que pudiera continuar con sus
actividades políticas. Cuando se convirtió en precandidato
presidencial, los recursos fluyeron sin mengua para convertirlo en
abanderado de Acción Nacional. El apoyo se mantuvo durante la campaña
electoral hasta su culminación en el “haiga sido como haiga sido”. No
casualmente, cuando Felipe asumió formalmente la Presidencia, Juan
Camilo Mouriño se convirtió en la pieza clave, el factótum de su equipo.
Por supuesto, esa relación es un
caso paradigmático, pero en menor escala y con menos luces hay muchos
otros de políticos financiados por el capital privado. Esos políticos no
van a darle de patadas al pesebre. Su intención es hacer que pasen las
reformas que convienen a sus patronos. Ahora se aprestan a hacerlo con
las reformas a la legislación laboral y no les interesa traicionar a sus
electores. Pretenden ignorar a los trabajadores que ya están en las
calles, a los que se unirá el movimiento #YoSoy132. Pero esos diputados
votarán una severa disminución de derechos laborales y les importa muy
poco si el país se incendia. Ellos están para servir a sus
patrocinadores, no a México.
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