Estamos a mano y en paz
Ciro Gómez Leyva
¿Debemos darle un aplauso a un personaje tan dual como el Andrés Manuel López Obrador de ayer en el Zócalo?Por un lado pervivió el candidato dos veces derrotado, incapaz de esbozar que los adversarios pudieron ser mejores que él, y que para lavarse la cara miente, calumnia e insulta arteramente.
Por el otro estuvo el líder político y social intacto que pidió a los suyos no desanimarse y encontró una fórmula inteligente para seguir, ganador, en la batalla, “porque Morena es organizar y concientizar”.
Me concentro hoy en el López Obrador que, lejos de las próximas elecciones, imaginó y delineó una separación lisa, limpia de un partido al que no soportaba, y que no lo soportaba a él.
Tuvo razón el ex presidente del PRD, Jesús Ortega, al apuntar que con el éxodo de López Obrador termina la esquizofrenia en ese partido que lo quería expulsar y no se atrevía, que le perdonó lo imperdonable, como pedir votos para otros membretes; que soportó años de malos tratos y palabras ofensivas.
“Estamos a mano y en paz”, fue quizá la frase central del discurso de ayer. Una frase redonda. Precisa. Justa. Mucho le dio el PRD a Andrés Manuel y mucho recibió de él. Y mucho, creo, se dieron al anunciar un final así, de concordia y futuro.
Hoy comienza una nueva era para la izquierda mexicana. Por primera vez desde 1988 transitará institucionalmente por vías distintas. Convergerán en alguna elección, movilización, pero no serán ya el mismo proyecto, estructura, presupuesto.
López Obrador fue, además, generoso con Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. Les da seis años para que lo alcancen. Si es que quieren alcanzarlo, claro.
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