lunes, 10 de septiembre de 2012

Desde Chile, para Peña Nieto

R I C A R D O   V A L E N Z U E L A 
Reflexiones libertarias
Desde Chile, para Peña Nieto

Mucho se ha hablado de Chile y Pinochet durante los últimos casi 40 años. Sin embargo, no hay discusión en el sentido de que ese país ha sido el precursor de las reformas que años después implementaron la mayoría de las democracias del mundo para salir del terremoto que produjo la era keynesiana de la posguerra. Eso fue lo que convirtió a Chile en el ejemplo de América Latina, mientras el resto todavía lucha por sobreponerse a sus herencias revolucionarias y a sus perfectos idiotas latinoamericanos.

El ejemplo más patético del fracaso de las revoluciones proletarias del Siglo 20 tal vez sea Rusia, aunque nuestro México no se queda muy atrás. Hagamos pues un ejercicio intelectual involucrando a estos tres países.

Desde la caída de la Unión Soviética, Rusia inició un esfuerzo sobrehumano para encontrar la ruta de recuperación del infierno creado por 70 años de comunismo. Entre las acciones audaces del Presidente Putin, al inicio de su primera administración invitó a su país como asesor a José Piñeira, uno de los arquitectos del milagro chileno. "Lo que los rusos necesitaba a principios del Siglo 20" afirma Piñeira, "no era la Revolución Bolchevique, sino una estilo americano, en lugar de Lenin, lo que necesitaban era un Jefferson".

Ante una selecta audiencia de intelectuales, académicos, políticos en Moscú, Piñeira describió cómo el modelo de apertura comercial y mercado libre chileno le permitió al país crecer a un ritmo promedio de 8 por ciento de 1984-2010, reduciendo el número de gente viviendo en la pobreza de 45 por ciento a un 15 por ciento. El modelo también liberó las fuerzas que finalmente le trajeron la democracia liberal y el estado de derecho. Él afirma que el secreto de Chile fue el grupo de forjadores de las políticas que le dieron vida a "el milagro chileno", no la bota de Pinochet. Debido a los paralelos entre México y Rusia, consideramos los consejos de Piñeira para Putin, igual de válidos para Peña Nieto.

Después de pulsar la situación de Rusia, el economista chileno le afirmó a Putin cómo los esfuerzos de su gobierno se deberían de concentrar en establecer una reforma similar a la de Chile con especial énfasis en cuatro campos: La privatización del sistema de pensiones, una reforma fiscal integral, un programa más radical de desregulación, y el reemplazo del Rublo por el Euro.

No hay una forma más efectiva para promover libertad, la responsabilidad y sobre todo la creación de un mercado de capitales que permitiéndole a la clase trabajadora el retener y manejar sus ahorros en vez de dárselos al gobierno. Como la mayoría de los países del mundo, el sistema de pensiones de Rusia estaba a punto de la quiebra y tarde o temprano debería ser reformado. Inflación, impuestos y mal manejo, estaban dejando a los rusos en la calle antes de sus retiros de la fuerza de trabajo. Piñeira propuso el mismo programa de privatización implementado en Chile.

El impacto más importante de dicha reforma, es la creación de trabajadores propietarios que favorecen una economía de mercado en donde se les incluya. Esto puede provocar un círculo virtuoso en el que los trabajadores inviertan en el mercado de capitales, ese mercado se consolide, y los mercados invirtieran en Rusia a medida que se desarrollaban los sectores financiero y corporativo.

El Estado ruso, en su joven vida republicana, había establecido un sistema impositivo criminal para su economía. Piñeira recomendó un solo impuesto fijo al valor agregado sin excepciones. Esto promovería la creación de empleo, las inversiones y un sector privado más transparente puesto que para las empresas sería más fácil cumplir, que el simplemente no pagar sus impuestos. Al tener más empresas operando abiertamente, sería también más fácil para los bancos, domésticos e internacionales, el ofrecer crédito contando con formas confiables de analizar las situaciones financieras de las mismas. La economía del país se vería vigorizada de una forma impresionante, haciendo más fácil la labor del Estado para concentrar su labor en la protección de la sociedad y no de empresas ineficientes.

La economía rusa todavía es dominada por monopolios estatales y empresas de los oligarcas protegidas (¿suena familiar?). Una desregulación agresiva que incluyera la libre participación de firmas rusas y extranjeras en los diferentes sectores, así como la eliminación de gran parte de sus trámites burocráticos, el tamaño de su burocracia y terminar con las privatizaciones, le daría al país la clase de competencia que requiere su economía para hacerla efectiva.

Esta desregulación le daría también transparencia en sus estándares contables y sus prácticas legales. De esa forma el sistema financiero canalizaría con eficacia recursos de ahorro a las actividades productivas. Permitiría que las firmas ineficientes quebraran generando incentivos para competir, logrando de esa forma una asignación más eficiente de recursos al establecer una verdadera economía de mercado regida por oferta y demanda fluyendo libremente.

En la Rusia actual no habrá economía, sistema financiero o sector privado que funcione, a menos que se lleve a cabo una reforma monetaria integral. El récord del Banco Central de Rusia es desastroso. Desconfianza, altos periodos de inflación, devaluaciones y el colapso del sistema financiero después de que el Banco había gastado más de 10 billones de dólares en su fallado intento de rescatar el Rublo. Para salir de este círculo vicioso, Piñeira recomendaba adoptar el Euro como la moneda común de Rusia.

Esto también le daría a la gente la posibilidad de hacer planes a futuro y estimularía la creación de mercados de crédito a largo plazo, incluyendo hipotecas que en aquellos momentos no existían. Con el Euro, un sector bancario liberalizado e integrado al sistema financiero internacional, y una competencia domestica profesional, le permitiría a Rusia el usar sus ahorros y los del mundo para propósitos productivos. No hay duda de que la inversión extranjera fluiría en cascada con una moneda fuerte.

Sin embargo, dado el fracaso del Euro y el Dólar hacia la misma dirección, para México la recomendación debería ser el adoptar un Peso ligado al oro o a la plata. De un solo golpe México adaptaría una moneda fuerte, podría reducir sus intereses y le daría a millones de inversionistas domésticos e internacionales seguridad en sus transacciones.

Atacando estos cuatro sectores, afirmaba Piñeira, Putin podría iniciar su propia revolución y, removiendo esos obstáculos artificiales al crecimiento, desataría la energía creativa de los rusos para que edifiquen su futuro. Si no lo hace, Rusia tendrá que esperar el que la próxima generación tome el mando, mas no sabemos si la presente estará dispuesta a esperar. "Cualquier parecido de lo anteriormente descrito con la realidad mexicana, no es coincidencia, es el producto de haber seguido las mismas políticas destructoras en ambos países durante 70 años".

Por lo mismo, Presidente Peña, aunque no es una receta completa para México, las soluciones deben ser sobre la misma línea.

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