“En Ciudad Juárez sabemos cuándo salimos, no si vamos a volver”
RAQUEL SECO
Norma Andrade, de 51 años, mira con desconfianza la acera y se encoge
de miedo cuando los camareros pasan cerca de la mesa. Ha sufrido dos
ataques en apenas dos meses. El último, hace una semana en la capital de
México. Allí vive desde que huyó desde su hogar, Ciudad Juárez, donde
le dispararon el 2 de diciembre pasado.
Lleva una década recordando que a su hija de 17 años, Lilia Alejandra,
la asesinaron presuntos narcotraficantes cuando volvía de trabajar en
una fábrica. Y que nadie ha ido a la cárcel por ello. Tras los dos
atentados, el Gobierno federal no asume su protección, por lo que el
próximo paso para ella, como para otros activistas, es salir de México.
Capturado en Perú el último líder histórico de Sendero Luminoso
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Artemio, líder de la guerrilla de Sendero Luminoso, capturado por las autoridades peruanas. / AFP
JAIME CORDERO
Artemio, cabecilla histórico de la guerrilla peruana de Sendero
Luminoso en el valle del río Huallaga, fue capturado ayer con vida. Tras cuatro días de intensa búsqueda en la selva,
patrullas combinadas del Ejército y la policía lograron esta mañana
ubicar al líder terrorista, último miembro de la cúpula senderista que
permanecía en libertad. Según las primeras versiones, estaba refugiado
en una choza, gravemente herido, pero consciente. “Está vivo, se le
están brindando las atenciones médicas correspondientes”, manifestó el
ministro de Defensa, Alberto Otárola. De inmediato fue trasladado a la
base militar de Santa Lucía, en la zona de Tocache, según informó la web
IDL-Reporteros.
“Mataron a mi amor de 23 años y deserté”. Mayte Carrasco
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Rebeldes armados sirios marchan por una calle de Idlib. / AP
“No sabía cómo fabricar un explosivo. Puse ‘bomba’ en Google, me
salieron los ingredientes, pedí que me los trajeran de Líbano y me salió
bien”, explica Hafez con una sonrisa infantil, sentado en una de las
casernas del Ejército de la Siria Libre (ESL), en la provincia de Homs.
Este informático es el único artificiero de las fuerzas rebeldes sirias
de esta zona, salpicada de lugares secretos al abrigo de las tropas de
Bachar el Asad. “Somos pobres y no tenemos nada, solo nuestras mentes.
Estamos aprendiendo rápido, ¡es nuestra primera revolución!”. Por la
puerta entra Aneshma, nombre de guerra de este coronel desertor del
Ejército, con una bolsa de plástico negra llena de teleobjetivos para
sus M16. Hay un pequeño revuelo y una decena de jóvenes, todos entre 25 y
35 años, comienzan a toquetearlos con la ilusión de un niño con zapatos
nuevos.
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