lunes, 7 de noviembre de 2011

La maldición del capitalismo

DESARROLLO

Por Mauricio Rojas

Al capitalismo lo persigue una maldición. De este sistema económico que ha sacado a la mayoría de la humanidad de la pobreza se puede decir, parafraseando a Churchill, que nunca tantos le han debido tanto pese a haber sido querido por tan pocos.

Nunca la humanidad había conquistado cotas de bienestar semejantes a las que disfruta desde que, hace dos siglos largos, el capitalismo echara a andar. Pero pocos defienden este sistema, y menos aún lo celebran. Parece como si su propio éxito fuese la fuente de una maldición que lo condena a verse denostado por sus propios beneficiarios.

Hace más de un siglo y medio, Karl Marx hizo un brillante resumen de los primeros logros portentosos del capitalismo y los emprendedores (la burguesía, en su terminología) al calificar su papel en la historia como "altamente revolucionario" y anotar en el Manifiesto comunista:

[El capitalismo] ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas (...) En el siglo corto que lleva de existencia (...) ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación a vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación (...) ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?

Y esto era tan solo el comienzo. Preso de sus ansias revolucionarias, Marx ni siquiera imaginó que el capitalismo estaba apenas en su infancia, que aún tenía un mundo por ganar y transformar. En su época, más del ochenta por ciento de la humanidad vivía todavía en lo que hoy consideramos pobreza extrema. Las vidas de la abrumadora mayoría eran cortas, plagadas de enfermedades, lastradas por el analfabetismo, la desnutrición y, en no menor medida, por la falta de libertad y democracia. ¡Qué mundo tan distinto al de hoy, donde aquellos males ya son minoritarios y, si no matamos la gallina de los huevos de oro, se encuentran en vías de extinción!

¿Cuál es el secreto de esta portentosa fuerza transformadora? Otra vez es Marx el que mejor lo ha descrito, en su famoso Manifiesto:

La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores.

Ahora bien, el secreto del secreto, la clave de esa revolución permanente que caracteriza al capitalismo moderno, es la libertad que este sistema da a quienes participan en él intercambiando sus bienes y servicios voluntariamente; la libertad que da de elegir qué y a quién comprar, de optar entre muchas posibilidades, en busca de lo que mejor se ajuste a las necesidades e intereses de cada cual. Esto quiere decir que los productores deben esforzarse por obtener el beneplácito de los consumidores compitiendo entre sí. Servir bien a los otros es la clave del éxito en una economía libre de mercado, y para ello hay que estar constantemente innovando, abaratando el producto, ganando eficiencia, buscando la manera de destacar en la arena de las elecciones económicas libres.

Es cierto, también se pueden obtener ganancias y riquezas asaltando al prójimo, o esclavizándolo, o conquistando y saqueando un país; o por medio de monopolios que no dejan opción al consumidor. Estas son las formas premodernas de la acumulación de riqueza: la espada y el poder, la violencia y el privilegio. Y es con esto que, según Marx, el capitalismo moderno rompe; pero no porque haga al ser humano más altruista, sino porque impone otra lógica a la persecución del interés propio: la de la producción, la innovación, la competencia o, en suma, la de servir de la mejor manera al prójimo en beneficio propio.

Esto lo había aprendido Marx de Adam Smith, quien, en un célebre pasaje de La riqueza de las naciones, decía:

No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas.

Así, en una sociedad de hombres libres, donde los intercambios y colaboraciones no se realizan coactivamente sino por libre consentimiento, debemos ganarnos la voluntad del otro para venderle nuestros productos o servicios. Debemos, por ello, pensar no en nosotros sino en los otros; en su bienestar para promover el nuestro. Y debemos hacerlo compitiendo con otros. Este es el secreto de la multiplicación milagrosa del bienestar que la economía de la libertad o capitalismo hace posible.

Ahora bien, ¿de dónde proviene el rechazo que suscita tal sistema? Pues, simplemente, de la libertad; de la fuerza profundamente subversiva de la libertad, tan bien captada por Marx como la esencia del capitalismo. La libertad individual no es otra cosa que la libertad de cada uno de nosotros para subvertir todo lo que existe, cuestionar todo aquello en que hemos creído, dejar obsoletas tanto nuestras ideas como nuestras formas de producir y organizarnos. La libertad amenaza por ello las comunidades existentes, las solidaridades de siempre, las certidumbres de antaño, y crea un desorden permanente, el desorden de la creatividad, del experimento, del cambio, del tratar de ser lo que queramos ser y no aquello para lo cual habríamos nacido, según la tradición y la imposición de un cierto orden social. La libertad es, con otras palabras, la salida del ser humano de lo controlable y predecible, la entrada en la era del cambio incesante; y como tal pesa, cuesta e incluso cansa.

Una economía de la libertad, al no aceptar la coacción del productor ni la del consumidor, nos somete a una constante presión: hay que mejorar permanentemente para no ser desplazados del mercado, para ganarnos el favor de la gente. Es justamente por ello que el capitalismo moderno tiene esa capacidad tan extraordinaria de crear riqueza. Pero lo hace de una forma exigente, dura: siempre está ahí la amenaza de perder la empresa o el trabajo si no se está alerta. El capitalismo no es condescendiente ni amable, y por ello que es tan difícil quererlo.

De la inseguridad y las exigencias inherentes al sistema capitalista surgen los sueños de "otro mundo", donde el bienestar caiga como el maná del cielo, los derechos sean de barra libre y los fracasos no sean onerosos. Esa es la cultura de la indignación que hoy se expone sin vergüenza en nuestras plazas: se reclaman derechos pero jamás se habla de obligaciones, se culpa a terceros de los problemas propios y se pide a otras instancias que solucionen los problemas, sin siquiera organizarse los que así proceden para acudir a unas las elecciones y buscar el apoyo de la mayoría. Son, por supuesto, anticapitalistas, antiesfuerzo y antiresponsabilidad.

También están aquellos, habitualmente socialdemócratas o liberal-conservadores despistados, que sueñan con lo que John Müller con acierto llamó "el capitalismo sin ruina" (El Mundo, 19/10), es decir, sin quiebras ni crisis, sin la famosa destrucción creativa de que tanto nos habló Joseph Schumpeter. Estos soñadores quieren la libertad sin las consecuencias de la libertad, la competencia en broma, el movimiento sin fuerza motora o, para decirlo cortamente, el capitalismo sin capitalismo. Y es justamente por ello que cuando gobiernan nos llevan a la ruina.

La Economía hecha libro

POR FIN, EL CLÁSICO DE ROTHBARD EN ESPAÑOL

Por Juan Ramón Rallo

No creo equivocarme si digo que la obra que con más impaciencia estaban esperando los liberales hispanohablantes desde hace tantos años es el mejor libro del muy prolífico Murray Rothbard: Man, Economy, and State.

Recuerdo que, cuando era estudiante universitario, yo mismo consideraba incomprensible que esta magnífica obra, imprescindible para introducirse en las interioridades de la ciencia económica, no se hallara disponible en español. Por fortuna, este problema ya ha sido subsanado; una vez más, el mérito hay que anotárselo a la gente de Unión Editorial.

¿Cómo describir en pocas palabras este inmenso y exquisito libro? Pues como un manual universitario que traduce al lenguaje corriente la mayor parte de La acción humana de Ludwig von Mises, el tratado con el que muchos nos convertimos realmente en economistas. De hecho, el objetivo original del estadounidense fue publicar una especie de guía de estudio de La acción humana; pero se puso a escribir... y le salió un tratado económico completo. Por fortuna para todos, añadiría yo, pues Rothbard, con su implacable lógica, va formulando de una manera mucho más comprensible y sistemática los razonamientos que apenas 13 años antes había puesto negro sobre blanco su maestro Mises.

El tratado está compuesto por 12 capítulos, que cubren prácticamente todos los aspectos fundamentales de la Economía: las implicaciones básicas de la acción humana (fines, medios, tiempo, valor, utilidad, riesgo), las ventajas de la división del trabajo, la formación de los precios, de los costes, de las rentas, de los beneficios y de los tipos de interés; la organización del aparato productivo desde un punto de vista agregado, la competencia y los monopolios; los determinantes de la demanda y la oferta de dinero y los efectos perversos del intervencionismo.

Este primer volumen recoge los siete primeros capítulos, los dedicados a analizar y estudiar cómo a partir de las acciones humanas individuales (determinadas según la utilidad esperada de cada agente) pasamos a una complejísima estructura productiva, caracterizada por la interrelación y la coordinación de múltiples y cambiantes planes empresariales. El lector que se acerque a estas páginas comprenderá por qué es la utilidad de los consumidores lo que, a través del sistema de precios, determina los planes empresariales de un mercado no adulterado por el intervencionismo. Dicho de otra forma: el lector será capaz de entender cómo las acciones descentralizadas de cada individuo conforman una red de precios que permite la coordinación espontánea, continuada y mutuamente beneficiosa de millones de personas. Quedan para el siguiente volumen, de próxima aparición, los temas en que Rothbard muestra su mayor brillantez... y sus mayores carencias: pienso en su teoría de la competencia y en su teoría del dinero, respectivamente.

Cualquier estudioso de la Economía que desee acercarse a esta bella disciplina con rigor y profundidad debería leerse no sólo La acción humana de Mises, también –insisto– El hombre, la economía y el Estado. El primero es rico en detalles y erudición, pero flaquea en punto a claridad; y si el segundo es accesible, sistemático y riguroso, no puede decirse lo mismo en punto a originalidad y frescura. Se trata de obras que se complementan a la perfección; de hecho, sólo se termina de entender del todo uno cuando se ha leído el otro. No escoja, pues, entre Mises y Rothbard. Si realmente quiere dotarse de una poderosa herramienta de análisis económico, quédese con ambos. Sea como fuere, si fuera usted lego en la materia y gustara más de los modernos manuales universitarios que de los clásicos tratados decimonónicos, empiece por Rothbard y luego pásese a Mises.

En definitiva: si tiene dudas o alberga alguna reserva en relación con el funcionamiento de un mercado libre, lea El hombre, la economía y el Estado: disfrutará y aprenderá con un libro muy bien escrito, muy argumentado y muy didáctico. En momentos como los actuales, buena falta nos hace a la inmensa mayoría de los europeos.

¿Quién perdió Irak?

ORIENTE MEDIO

Por Charles Krauthammer

Barack Obama fue, desde el principio, un firme detractor de la Guerra de Irak. Guerra que, cuando accedió a la Presidencia, en enero de 2009, estaba ganada.

La táctica del incremento de tropas [surge] fue un rotundo éxito. Al Qaeda mordió el polvo de una humillante derrota cuando los suníes de Al Anbar decidieron luchar contra ellos codo con codo con los infieles norteamericanos. Aún más notable: las fuerzas del primer ministro Nuri al Maliki, chií, desmantelaron –con asistencia norteamericana– las milicias chiíes desde Basora hasta Sader City.

Así estaban las cosas: Al Qaeda, diezmada; el primer ministro chií, adoptando una postura decididamente nacional; los suníes, dispuestos a integrarse en un Gobierno de concentración; las bajas norteamericanas, en mínimos; las elecciones, a la vuelta de la esquina. A Obama no le quedaba sino una única tarea: negociar un nuevo acuerdo sobre la presencia norteamericana en el territorio iraquí (SOFA, por sus siglas en inglés –New Status of Forces Agreement–) para consolidar esos avances y forjar una alianza estratégica con la única democracia del mundo árabe.

Pues nada. Las negociaciones fracasaron definitivamente el mes pasado. No hay ningún acuerdo, ninguna alianza. El 31 de diciembre, la presencia militar norteamericana en Irak estará finiquitada.

Y no podrá decirse que el presidente no se lo esperara. Tuvo tres años para prepararse. Todo el mundo, en Irak y en EEUU, sabía que el SOFA de 2008 para el repliegue norteamericano se concibió con vistas a una futura renegociación. Todas las partes relevantes –salvo las milicias de Muqtada al Sader– estaban interesadas en el mantenimiento de una fuerza norteamericana de estabilización, al estilo de lo que sucedió en Japón, Alemania y Corea después de la II Guerra Mundial.

En tres años, Obama ha cosechado dos bochornosos fracasos. El primero fue su incapacidad para, en el apogeo de la influencia norteamericana en el Irak post surge, arbitrar una coalición de centro con los bloques mayoritarios entre las comunidades suní, chií y kurda, que se repartieron el 69% de los escaños en las elecciones de 2010.

Esa tarea era cosa del vicepresidente Joe Biden. Fracasó estrepitosamente. A resultas de ello, el Gobierno iraquí acabó en manos de una coalición sectaria en la que las riendas las lleva la pequeña facción (12%) de Sader, satélite de Irán.

El segundo fracaso tuvo que ver con el propio SOFA. El Ejército recomendó dejar 20.000 efectivos regulares, muy por debajo de los que tenemos desplegados en Corea (28.500), Japón (40.000) y Alemania (54.000). Pero el presidente rechazó la propuesta y optó por dejar entre 3.000 y 5.000 hombres.

Ese contingente tan ridículamente pequeño tendría que consumir todas sus energías en su propia defensa –recordemos el trágico destino de nuestro despliegue en el Líbano en 1982, sin misión concreta alguna–, por lo que no podría procurar instrucción a los iraquíes, ayudar a conformar la fuerza aérea local –equipada por EEUU–, mediar en las disputas étnicas (como hemos hecho fructíferamente, por ejemplo, entre los kurdos y los árabes), administrar las bases dedicadas a vigilancia y operaciones especiales y establecer la clase de estrechas relaciones militares que sustentan nuestras alianzas más fuertes.

La propuesta Obama fue una señal inconfundible de falta de seriedad. Quedó claro que, simplemente, quería marcharse, dejando a cualquier iraquí lo bastante loco como para ser proamericano expuesto al letal influjo iraní. Mensaje recibido. Justamente la semana pasada Masud Barzani, líder de los kurdos –de los más firmes aliados estadounidenses durante dos décadas–, visitaba Teherán para presentar sus respetos tanto al presidente Ahmadineyad como al ayatolá Jamenei.

Las cosas no tenían que acabar así. Nuestros amigos no tenían que acabar a la intemperie y buscando la protección iraní. Tres años y una guerra ganada habían dado a Obama la oportunidad de asentar una alianza estratégica con la segunda potencia más importante del mundo árabe.

La excusa esgrimida ha sido la negativa iraquí a conceder inmunidad jurídica a las fuerzas estadounidenses. Pero la Administración Bush se topó con el mismo problema... y lo sorteó. Obama no tenía el menor deseo de hacerlo. De hecho, él considera la retirada un auténtico éxito, el cumplimiento de una promesa electoral.

Obama se opuso a la guerra, sí, pero cuando se convirtió en el comandante en jefe ya habíamos pagado el tremendo precio en recursos y sangre. Su obligación consistía en sacar provecho a ese sacrificio, en blindar los avances estratégicos que nos había aportado ese sacrificio.

Obama ha fracasado precisamente en aquello que, según su Administración, hace tan bien: la diplomacia. Tras años de uso supuestamente torpe de la fuerza bruta, Obama iba a abrir la puerta a una era... no de poder duro [hard power], sino de poder blando [soft power], diplomático, inteligente. Pues nada.

Dentro de unos años no nos preguntaremos quién perdió Irak, pues ya está claro, sino: ¿por qué?

Falsa izquierda

"La gente supone que el pleito será entre izquierda y derecha, pero siempre es entre los razonables y los imbéciles". Jimmy Wales

Nos dicen que México es un país de izquierda. El PRD, el Partido del Trabajo y el Movimiento Ciudadano se precian de ser baluartes de esa posición política y mantienen incluso resabios de una ideología marxista que ha desaparecido en otros lugares del mundo. El PRI es miembro de la Internacional Socialista y se enorgullece de sus raíces revolucionarias y populares. Incluso el PAN tiene una filosofía cercana a la democracia cristiana, que se considera en otros países como de centro-izquierda.

¿Por qué entonces, a un siglo de la Revolución Mexicana, tenemos tanta pobreza y desigualdad? Algunos políticos afirmaban que era por las políticas de otros tiempos, en particular del régimen colonial y el de Porfirio Díaz. La información histórica señala lo contrario: si bien el siglo postrevolucionario ha tenido un aumento espectacular en el gasto social, la desigualdad ha aumentado porque este gasto ha sido regresivo.

A pesar de rendir culto a la izquierda, nuestros políticos han aplicado políticas de derecha. El estudio "10 puntos para entender el gasto de equidad en México" de México Evalúa (www.mexicoevalua.org) subraya que la mayor parte del gasto público social se ha concentrado en programas que acentúan la pobreza y la desigualdad.

Los subsidios a la agricultura, por ejemplo, ayudan fundamentalmente a los agricultores más ricos. Los apoyos a las pensiones de Pemex, del ISSSTE y del IMSS favorecen a los trabajadores más prósperos. El subsidio a la gasolina es, por su monto extraordinario, quizá el instrumento más regresivo ya que favorece casi completamente al tercio más rico de la población. La tasa cero del IVA a alimentos y medicinas es también de derecha porque beneficia más a quienes más consumen. También son regresivos, por apoyar más a quienes más tienen, el subsidio a los adultos mayores del Distrito Federal, las becas a estudiantes de educación media como Prepa Sí, los apoyos a instituciones de educación superior como la UNAM y el subsidio al consumo de electricidad.

Algunos programas de gasto público en nuestro País sí son de izquierda, es decir, apoyan a los más pobres y ayudan a reducir la pobreza y la desigualdad. Según el estudio de México Evalúa, los programas más progresivos son Oportunidades, IMSS-Oportunidades, Piso Firme (2006), el Programa de Empleo Temporal (2006), el Seguro Popular y el programa de adultos mayores del Gobierno federal. También lo son los subsidios a la educación preescolar, primaria y secundaria. Pero es tan fuerte el peso de los programas regresivos, los que concentran el ingreso, que el resultado global de los programas de gobierno es acentuar en lugar de paliar la desigualdad.

La mejor forma de combatir la pobreza y la desigualdad es a través de programas de gasto focalizado en los grupos más marginados de la sociedad. Éstos serían los esfuerzos que realizaría un verdadero Gobierno de izquierda. En México, sin embargo, los gobiernos han preferido los subsidios generalizados o los que abiertamente benefician a grupos relativamente prósperos.

Lo peor es que los políticos han convencido a la sociedad -y quizá hasta a ellos mismos- de que estas medidas son progresistas. Es sorprendente el número de mexicanos que defiende el subsidio a la gasolina o la tasa cero del IVA con el argumento de que apoyan a los pobres. No han entendido que son precisamente estas medidas reaccionarias las que han mantenido la desigualdad y la pobreza en México.
Sergio Sarmiento

Deuda pública (Moreirazo)

"¿Quieres cerrar las avenidas del mal? Paga todas las deudas, como si Dios mismo hubiera hecho la factura". Ralph Waldo Emerson

SALTILLO.- Contratar deuda pública no es necesariamente malo. El problema surge cuando es excesiva, no es transparente y no se utiliza en proyectos que generen recursos o productividad.

Grecia es ejemplo de un país que cometió los tres pecados. Su deuda pública alcanzó el 142.8 por ciento de su Producto Interno Bruto en el 2010 y sigue al alza. El Gobierno la contrató sin advertir a los ciudadanos de lo que estaba haciendo y utilizó cifras falsas ante los acreedores. Utilizó el dinero, por otra parte, para financiar gasto corriente y no para aumentar la productividad.

Hoy Grecia está quebrada. A pesar de la quita de 50 por ciento que los gobiernos europeos han impuesto a los bancos acreedores, el nivel de vida de los griegos caerá de forma importante en los próximos años. Las deudas que supuestamente generarían prosperidad han provocado miseria.

Coahuila avanza por un camino similar. Su deuda pública aumentó de 300 millones de pesos en 2006 a 33 mil 867 millones en el 2011. El ex Gobernador Humberto Moreira reconocía solamente 8 mil millones antes de dejar el poder, pero el nuevo régimen de Jorge Torres se vio obligado a buscar una reestructuración de la deuda con los bancos acreedores y a transparentar el monto.

No hay claridad sobre el uso dado a los recursos. Las cifras del quinto y el sexto informes de gobierno, el último de Moreira y el único de Torres, ofrecido este 4 de noviembre, se contradicen. La información disponible sugiere, sin embargo, que poco se utilizó para proyectos que generen ingresos y permitan amortizar la deuda. Los gobiernos de Moreira y Torres están dejando al nuevo régimen de Rubén Moreira, hermano de Humberto, una deuda que rebasa los 12 mil 500 pesos por cada hombre, mujer y niño de la entidad.

No son muchos los coahuilenses que se dan cuenta de la enormidad de esa deuda o del peso que tendrá sobre las finanzas públicas de su estado en los próximos años. Humberto Moreira sigue siendo popular entre los coahuilenses. Rubén fue electo Gobernador con una mayoría abrumadora. El informe de gobierno de Torres, con acarreo de simpatizantes en autobuses y golpeadores que confrontaron a un pequeño grupo que protestaba por la deuda, fue un ejercicio reminiscente de los tiempos del PRI más oscuro.

Humberto Moreira, presidente nacional del PRI, se dice víctima de un linchamiento por parte de los medios de comunicación, el PAN y el Gobierno federal. Las cifras del endeudamiento del Estado, sin embargo, no dejan duda de un comportamiento irresponsable.

Ni un país, ni un estado, ni una familia pueden depender indefinidamente del endeudamiento para producir crecimiento. Esto lo vemos con claridad en el caso de Grecia. Tarde o temprano llega el momento de pagar. El Gobierno griego pensó que podía llevar a su país al primer mundo con subsidios y créditos. Hoy todos vemos que esto es imposible, como lo atestiguamos también en la docena trágica mexicana de 1970 a 1982.

La deuda pública de Coahuila cumple con todos los requisitos para generar temor e incertidumbre. Ha crecido de forma espectacular, no se ha contratado de forma transparente y no ha sido utilizada en proyectos que generen recursos para la amortización. Hay razones para estar indignados. Incluso los coahuilenses que hoy rinden pleitesía a los hermanos Moreira se darán cuenta tarde o temprano del costo de la deuda que les ha sido heredada.
Sergio Sarmiento
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Han sido los gobiernos irresponsables fiscalmente, con exceso de gastos y deuda, quienes nos han sumido siempre en las crisis económicas. Dicen que han cambiado, pero siguen administrado (SIC) igual que como lo hicieron en los 70's y 80's y principios de los 90's. En pocos años ya no habrán excedentes petroleros y estaremos peor que Grecia, con deudas impagables contraídas por gobiernos estatales y municipales, y una gorda burocracia que no puede ser despedida y que tendrán derecho (SIC) a una pensión a los 50 o 55 años de edad cuando mucho. ¿Quién pagará por todas esas irresponsabilidades?

La deuda terrorífica

Sólo recuerdo que era un día de diciembre. Tengo en la memoria el año, pero no el día exacto. Debe ser por lo espeluznante del asunto que está bloqueado en mi cabeza. Estoy seguro que no soy el único al que le pasa, estoy convencido que son millones los que sufren por algo así.

Como comentaba, era casi fin de año en 1994, vivía en una euforia generalizada en materia económica, tenía coche, casa, tarjetas de crédito y todo era posible, promisorio, hasta aquella tarde. Fría, quizá no tanto, pero yo la recuerdo helada, tal vez por las circunstancias. Un nuevo presidente había asumido el cargo en el país y aun no cumplía ni el mes cuando el mundo se oscureció.

No, no fue un eclipse, ni tampoco fue un momento en que salieran zombis o un virus nos invadiera para acabar con la humanidad, aunque estoy seguro que muchos lo hubieran preferido. Porque la vida se acabó en ese instante, para muchos metafóricamente, para otros literalmente.

Después de todo, qué puede ser mas espantoso que un día te despiertes y sepas que ya no tienes nada. Sólo deudas, pero no las mismas, sino algo tan horripilante que recordarlo aún me hace un hueco en el estómago. Para mí, que sólo me ocupaba por estudiar y trabajar no era relevante lo que pasara en un lugar llamado Bolsa Mexicana de Valores, ni que hubiera algo denominado capitales golondrinos. Ahora ya sé que son esos monstruos que acabaron con millones de vidas.

En un abrir y cerrar de ojos, tus tarjetas de crédito había duplicado lo que les debías por la simple y sencilla razón de que la tasa de interés subió de forma exponencial. Pequeños empresarios vieron impagables sus pagarés y comenzó el camino al infierno, embargos, cierre de fuentes de trabajo, desempleo, desesperación, terror.

Nada como tener un nivel de vida y que te lo arrebaten de un tirón. Peor para quienes tuvieran alguna deuda en dólares, en un santiamén la paridad pasó de 3.00 pesos por dólar a 6.00. Imagínate deber el doble sólo porque alguien no hizo bien las cuentas en eso que llaman administración federal.

La piel se enchina sólo de pensarlo y recordar lo que vino después; si una situación de este tipo es escalofriante, que te agarre en plena época navideña es como sentir que un asesino de película te persiga por tu casa por horas para que al final sepas que aún falta lo peor.

Así fue en aquella ocasión. Para los muy jóvenes es un mito, casi una leyenda urbana, para otros es un recuerdo que queremos reprimir, pero no se va, se queda contigo, te trauma y atemoriza con cada vaivén económico en puerta. Es vivir con miedo para siempre. Es una historia de terror que nunca se olvida.

Por Miguel Ángel Castillo
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La crisis de diciembre de 1994 fue la última verdadera gran crisis que hemos tenido. Pero ya habían habido otros. La peor fue lad e 1982 que duró prácticamente 6 años. México cayó en cesasión de pagos, es decir, ya no pudo pagar su deuda. Lo mismo que está sufriendo Grecia hoy en día. Lo que sufrió Argentina hace 10 años. Eso México ya lo vivió en 1982 y duró 6 años. Inflaciones de 3 dígitos. Los precios subían todos los días, los salarios no. No había clase media, sólo unos cuántos ricos, y la gran mayoría en la pobreza, viviendo al día. No había créditos, todo debía ser de contado. Yo si me acuerdo, yo si tengo memoria.

Se habla de la crisis del 2008-2009, y si nos pegó y dolió. Aumentó el desempleo, más gente sin trabajo o ganando menos. Pero quienes vivimos la de diciembre del 1994 sabemos que la de éstos últimos años no es comparable con lo que sucedía antes. Y todo porque el gobierno federal gastaba más de lo que recibía. Por endeudarse para aumentar la cantidad de burócratas y políticos viviendo del Erario. No hay lonche gratis, todo cuesta. El gobierno no genera riqueza, la quita vía impuestos, y la mal reparte dizque para ayudar a los que menos tienen, pero sólo lo hacen para administrar la pobreza y que los pobres sigan votando por una despensa.

Y los que nos sumieron en las peores crisis económicas ya vienen de regreso, y no han cambiado. Siguen gobernando (SIC) y administrando (SIC) el Erario igual que antes. Ahí está Coahuila de ejemplo, también Nuevo León, o Tamaulipas. Medítalo.


sábado, noviembre 05, 2011

Sin vergüenza (PRI y Moreira)

Ejemplos que demuestran que nuestro sistema de justicia es una auténtica burla hay muchos.

A nivel local está el caso Fernando Larrazabal, que da náusea, y aún así la ciudadanía de Monterrey le sube la calificación en encuestas. A nivel nacional, el "moreirazo": nos deja en shock el descaro con el que se manejaron los fraudes en Coahuila, y a pesar de esa situación, a Humberto Moreira se le mantiene como dirigente nacional del PRI.

El descaro llega a tal grado que la Secretaria General del PRI, Cristina Díaz, sin recato alguno defiende a Humberto Moreira minimizando evidencias y pruebas fidedignas de falsificación de documentos y de enriquecimientos inexplicables.

Además, Cristina argumenta que todo se trata de "una guerra de lodo" en contra del PRI.

Luego de las contundentes pruebas que se han ventilado, esta señora, haciendo alarde de poder, dice que el juicio político en contra de Moreira no prospera por la representatividad que tiene el PRI en la Cámara.

Las declaraciones de la ex Alcaldesa de Guadalupe nos permiten visualizar la clase de ética que maneja. Probablemente es muy similar a la que ejerce la "monarquía Moreira", cuyos integrantes han sido muy hábiles para tejer sus relaciones.

Por un lado, le enseñan al pueblo a no pensar, entreteniéndolo con migajas de subsidios, entregando despensas a las familias, enseres domésticos, uniformes escolares, zapatos para los niños y no sé cuántas cosas más.

Para la gente pobre, estas dádivas significan un escape de la miseria, de ahí que ésa sea la forma como se consiguen los votos a la hora de las elecciones.

Lo que llama la atención es que hoy Moreira, en vez de responder a los fraudes y a la megadeuda que dejó en Coahuila, afirma que todo esto es un linchamiento político.

"Bueno, ése es el costo por haber transformado a mi tierra", agrega. ¡Qué descaro!

El jueves pasado, en el Sexto Informe de la actual Administración coahuilense, a cargo del Gobernador interino Jorge Torres López, apareció Moreira creyendo que su entrada sería triunfal.

Sin embargo, al ser cuestionado sobre la enorme deuda que dejó en su Estado, se embrolló de tal forma con los números, que dio pena ajena.

Por otro lado, el Gobierno interino (manejado por Moreira) preparó a su gente para evitar que los panistas y la fundación de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila se acercaran al Teatro de la Ciudad, lugar del Informe.

Líderes, acarreados y policías estatales arremetieron contra los grupos manifestantes, arrebatándoles las mantas que decían "Gracias a la deuda nos cancelaron los programas sociales. Nos robaron".

Las imágenes del zafarrancho indignaban, y los dizque guardianes del orden sometían a golpes arrastrando, esposados, a ancianos, mujeres y hasta jóvenes, casi niños.

Esa muestra de barbarie me llevó a recordar el movimiento del 68, donde los jóvenes primero fueron sometidos a golpes y encarcelamientos, y después la cosa terminó en cientos de crímenes y desaparecidos.

Observar ese poderío que se ostenta en Coahuila -donde se gobierna abusando del poder- nos lleva a pensar en ese regreso de la tradición dictatorial latinoamericana.

Es momento de recordar aquella famosa frase que mencionó en México hace 21 años el escritor Mario Vargas Llosa: México es la dictadura perfecta. ¡Claro!, al siguiente día de esta declaración, a Vargas Llosa lo invitaron a abandonar el País.

Y si bien es cierto que Humberto Moreira dejó a su hermano Rubén en la Gubernatura con el fin de que le cuidara su honor, la lógica nos indica que Humberto no seguirá por mucho tiempo en la dirigencia nacional tricolor, ya que casi seguro es que el primer interesado en que el "moreirazo" se aleje de su imagen es el precandidato presidencial de PRI, Enrique Peña Nieto.

Sin embargo, también es verdad que lo más probable es que el PRI cobije a Humberto Moreira, dándole una diputación federal o una senaduría para otorgarle fuero, convirtiéndolo así en intocable por la justicia.

¿Dónde está el nuevo PRI?

La verdad, ante todos los desmanes y la corrupción que vivimos, está como para que se reinvente totalmente México.

¿Quién hace la política exterior de Estados Unidos?

POR BAKER SPRING

Cuando Estados Unidos hace tratados con otras naciones o cuando envía embajadores al extranjero, está practicando su política exterior. La primera prioridad de la política exterior de Estados Unidos es preservar y fortalecer su posición como nación independiente y soberana...
07 de November de 2011

En la Declaración de Independencia, Estados Unidos reivindicó “tomar entre las naciones de la Tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho” En Estados Unidos, las instituciones creadas por la Constitución deben servir este propósito central al que el resto de los propósitos están subordinados. Dado este hecho, ¿quién es responsable de hacer la política exterior en Estados Unidos?

La Constitución confiere al gobierno federal el poder de hacer política exterior. Impide a los estados entrar en “cualquier tratado, alianza, o confederación” [1]. En el seno del gobierno federal, la Constitución divide el poder de hacer política exterior entre el presidente y el Senado, dándoles una autoridad compartida para formular tratados y extender reconocimiento diplomático a otras naciones.

Capitolio, Washington, D.C.En concreto, la Constitución otorga al Senado el poder de “consejo y consentimiento” acerca de tratados cuya responsabilidad de negociación recae sobre el presidente. El Senado también tiene el poder de “consejo y consentimiento” en el nombramiento de embajadores escogidos por el presidente [2]. Por lo tanto, mientras que la Constitución reserva la política exterior para el gobierno federal, otorga a los estados –mediante la representación de sus senadores– una indirecta pero poderosa influencia sobre el hacer de la política exterior.

La Constitución no confiere a la Cámara de Representantes poderes separados en el ámbito de la política exterior, aunque en cooperación con el Senado y el presidente comparte el poder de emitir declaraciones formales de guerra. No obstante, la Cámara puede influir en la política exterior. Los Fundadores comprendían que la política exterior de Estados Unidos estaría influenciada por lo que George Washington denominó una opinión pública “bien informada”[3].

En la práctica, y especialmente cuando no hay en juego vidas americanas, es raro ver que el pueblo americano adopte posturas firmes sobre la conducción de la política exterior. Sin embargo, la Cámara, en uso de su poder sobre el erario público y su capacidad de conseguir ser el centro de atención desempeña un papel importante a la hora de expresar la opinión del público en materia de política exterior y, en consecuencia, puede exigir responsabilidades al presidente.

Aunque este papel es importante, la Constitución deja en claro que el presidente –no la Cámara de Representantes ni el Senado– debe ser el líder a la hora de hacer política exterior americana. Es por eso que la Constitución sitúa el poder de firmar tratados y de designar embajadores en el Artículo II que enumera los poderes del presidente. El presidente es por tanto el diplomático principal de la nación y el Departamento de Estado es su agencia ejecutiva en la gestión de la diplomacia americana.

El poder del Senado ofreciendo su “consejo y consentimiento” para tratados y nombramientos ha sido diseñado de forma que sea limitado. Sin embargo, dentro de esos límites, el “consejo y consentimiento” impone, como era la intención, un control significativo sobre la capacidad del presidente para hacer política exterior. Este control busca asegurar la defensa común y el bienestar del país al tiempo que permite medidas eficaces y la representación de una opinión pública bien informada [4]. Tanto en política exterior como doméstica, la Constitución busca crear un gobierno fuerte pero limitado.

En el campo de los tratados, el poder del Senado para el “consejo y consentimiento” está diseñado para evitar que Estados Unidos firme un acuerdo internacional que simplemente sea defectuoso o que ponga en peligro la condición de América como nación soberana e independiente. El Senado deberá actuar para ratificar un tratado; los tratados no entran en vigor si el Senado no actúa dentro de un límite de tiempo. La aprobación de tratados también requiere la aprobación de una mayoría superior a los dos tercios del senado.

Los Fundadores creían que se trataba de una importante garantía que evitaría que una pequeña mayoría de la nación comprometiera a todo el pueblo. Los tratados ratificados se incorporan completamente en la legislación americana y son legalmente ejecutables a través de nuestras cortes. Representan un serio compromiso del honor de Estados Unidos y deben reflejar la voluntad y los intereses de una sustancial mayoría.

El Senado no está limitado a un voto de sí o no sobre un tratado. Como parte de su poder de “consejo” puede adoptar enmiendas que alteren el texto de un tratado. El poder del “consejo” también permite que agregue reglas que rijan sobre cómo Estados Unidos interpreta y lleva a cabo los términos de un tratado. Estas reglas, llamadas de “interpretaciones y reservas” pueden imponer al presidente condiciones jurídicamente vinculantes si el tratado entra en vigor. Por último, el Senado puede aprobar lo que se conocen como “declaraciones” que expresan oficialmente los puntos de vista de Estados Unidos sobre cuestiones concernientes al tratado. En resumen, el papel del Senado no es simplemente de “consentimiento”; su poder de “consejo” es vital.

En el ámbito del nombramiento de embajadores, el Senado tiene el poder de confirmar a los candidatos del presidente. Esta confirmación requiere una voto por mayoría simple. El papel del Senado no se limita a repasar las cualidades personales de un candidato. Como Alexander Hamilton declaró, un candidato debería ser rechazado por el Senado solamente por “razones especiales y sólidas”. Esto implica que, durante la confirmación de un candidato, el Senado debe también considerar las cuestiones de política.

La pregunta más importante de esta naturaleza que el Senado tiene que considerar es si se ha nominado al embajador para desempeñar servicios en una nación extranjera que merece ser reconocida por Estados Unidos. El Senado puede y debería rechazar a un candidato a embajador si cree que Estados Unidos no debería ampliar el reconocimiento diplomático a la nación en cuestión. Los presidentes y el Senado han prestado muy poca atención a esta responsabilidad estos últimos años.

Estados Unidos es una nación soberana y el deber de su política exterior es proteger esa soberanía. Cuando Estados Unidos amplía el reconocimiento diplomático a un supuesto estado que no se puede considerar como soberano, socava la legitimidad de todas las demandas de soberanía, incluyendo la suya propia. Todos los estados deben cumplir con los estándares mínimos para que se les puedan calificar de soberanos. Deben cubrir la seguridad de su pueblo, tener un sistema justo y honesto de justicia, mantener una divisa y un servicio diplomático. Finalmente, el estado debe servir al pueblo y no forzar al pueblo a servir al estado. Estados Unidos no debería meterse a extender el reconocimiento diplomático a supuestos estados que no cumplen estos estándares mínimos y que no son genuinamente soberanos.

Es importante entender el porqué los Padres Fundadores dividieron estos poderes entre el presidente y el Senado y no los compartió con la Cámara de Representantes. Los Fundadores creían que el Senado, al ser más reducido, estaría en mejores condiciones de tener en cuenta las exquisiteces inherentes al proceso de la política exterior. Alexander Hamilton señaló porqué la Cámara de Representantes no era idónea para tener el poder de “consejo y consentimiento” en los tratados:

Conocimiento preciso e integral de la política exterior; adhesión constante y sistemática de las mismas opiniones; una sensibilidad agradable y uniforme al carácter nacional; decisión, SECRETO y prontitud son incompatibles con el genio de un cuerpo tan variable y tan numeroso [5].

La conducción de la política exterior es una tarea esencial para cualquier poder soberano. La Constitución regula la conducción de la política exterior americana al someterla –como a todo el poder federal– a un sistema de control y equilibrio de poderes. En el ámbito de la política exterior, los poderes del presidente son especialmente considerables, pero no son ilimitados.

Esto se debe a que Estados Unidos es una nación fundada en una idea de libertad. Por lo tanto no sucumbió a la tentación de creer que la política exterior sea mejor conducida por un eficiente autócrata. Los Fundadores reconocieron que dar poder ilimitado al presidente en la esfera de la política exterior era incompatible con los principios mantenidos por el pueblo americano, y con la reivindicación en la Declaración de Independencia de que el poder político debe emanar del pueblo. Si América es merecidamente soberana se debe a que el pueblo americano se autogobierna, luego la política exterior americana debe expresar en última instancia la voluntad del pueblo. La Constitución por tanto creó instituciones para expresar esa voluntad.

El sistema constitucional controla el poder al dispersarlo. No obstante, en el campo de la política exterior, donde es particularmente difícil la separación de poderes, los Padres Fundadores diseñaron una delicada relación entre el presidente y el Senado, y por lo tanto encontraron una manera de permitir la conducción eficaz de las relaciones exteriores al tiempo que imponían la rendición de cuentas. Con la Constitución, los Padres Fundadores crearon un gobierno poderoso pero limitado a fin de lograr una acción eficaz en el extranjero, proteger la libertad en casa, permitir la expresión de opiniones ilustradas y proporcionar con la soberanía del pueblo la justificación final de las medidas que el gobierno toma en el extranjero.

El presidente debe liderar en política exterior, pero el sistema americano da al Senado, y a través de él al pueblo americano, un poderoso papel de control y configuración de la política exterior. El presidente hace la política exterior pero no la hace él solo. Estados Unidos deberá respetar este sistema constitucional si su política exterior ha de cumplir con su principal prioridad de preservar y defender la independencia americana.

Vicente Fox propone legalizar las drogas


El ex presidente mexicano Vicente Fox habló recientemente en un foro en Cato acerca de la necesidad de legalizar el consumo, la producción y la venta de todas las drogas (aquí pueden ver la cobertura de C-SPAN –en inglés– del evento). El presidente Fox también dio una entrevista a Univisión acerca del mismo tema.


Al hacer un llamado al fin de la guerra contra las drogas, el se une a destacados personajes de alrededor del mundo –incluyendo al ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso; el ex ministro de relaciones exteriores de México, Jorge Castañeda; el ex secretario de estado de EE.UU. George Shultz, y muchos otros– quienes están haciendo un llamado para que se adopten políticas que traten al abuso de las drogas como un problema social, más no como un problema criminal. Si le interesa este tema, asista a nuestra conferencia internacional “Acabando con la guerra global contra las drogas” el 15 de noviembre, donde los líderes de opinión mencionados aquí hablarán sobre el perjuicio de la prohibición y acerca de políticas públicas alternativas y realistas.

Publicado por Ian Vásquez

Errores de los banqueros centrales

por Steve H. Hanke

Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.

Estamos presenciando el nacimiento de dos movimientos de alta energía en EE.UU. El primero —conocido como el Tea Party— surgió en 2009. Este movimiento es un levantamiento esencialmente estadounidense en contra del establishment político. El segundo movimiento —Occupy Wall Street— apareció hace poco más de un mes. También se opone al mismo establishment. Pero, a diferencia del movimiento Tea Party, Occupy Wall Street tiene resonancia a nivel internacional. Tal vez por el hecho de que muchos de los remedios propuestos por el movimiento Tea Party implican un retorno a las virtudes individuales burguesas y un rechazo del Estado de Bienestar. En cambio, el remedio propuesto para los motivos de queja de Occupy Wall Street todos se resumen en un gran punto: una redistribución radical del ingreso a través del Estado.

De hecho, el mantra de Occupy Wall Street —cóbrenle impuestos a los ricos— es simplemente el segundo punto de los diez presentes en El manifiesto comunista: “Un impuesto sobre la renta considerable y progresivo o graduado”. A pesar de su compartida antipatía hacia el establishment, esto es como si los descendientes de los Padres Fundadores estuviesen en una batalla contra los hijos de Karl Marx y Friedrich Engels.

Pero apartémonos de las manifestaciones en las calles e identifiquemos el principal culpable de los gigantescos trastornos económicos que empezaron a darse en el cuarto trimestre de 2007. La aplicación de la teoría austriaca del ciclo económico permitió a los economistas anticipar el colapso. En cuanto al culpable, todos los indicadores señalaban a la Reserva Federal (la Fed). No obstante, los austriacos no fueron los únicos que anticiparon el colapso y señalaron a la Fed. Los seguidores del Profesor Hyman Minsky predijeron un Momento Minsky mucho antes del Pánico de 2008-2009. El libro del Dr. Bob Barbera, The Cost of Capitalism: Understanding Market Mayhem and Stabilizing our Economic Future (El costo del capitalismo: Comprendiendo el caos del mercado y estabilizando nuestro futuro económico), contiene un diagnóstico claramente parecido al de Minsky. Pero tal vez la predicción más impresionante la hizo el Profesor Fred Foldvary, un estudioso de Henry George, un economista político estadounidense y partidario del “impuestos único” sobre la tierra. En un artículo de 1997 titulado “El ciclo económico: Una síntesis basada en George y la Escuela Austriaca”, el Profesor Foldvary escribió: “El próximo e importante colapso [de bienes raíces], 18 años después de la recesión de 1990, se dará alrededor de 2008, si no hay una interrupción importante como una guerra mundial”. El análisis del Profesor Foldvary también anticipó el culpable de la posible recesión —la Fed.

Dicho esto, la teoría austriaca del ciclo económico es la más relevante porque da en el clavo cuando se trata de criticar precisamente aquello que estaba (y está) inspirando la política monetaria de la Fed: la fijación en metas de inflación. Para la Fed, y para la gran mayoría de los bancos centrales, la política monetaria consiste simplemente en atinarle a una meta de inflación, por ejemplo, un 2 por ciento anual de crecimiento en el índice de precios al consumidor. Esto es como si nada más importara. Pero una de las principales lecciones que nos dejó el fallecido Friedrich Hayek —uno de los pioneros en las investigaciones acerca del ciclo económico austriaco— es que depender de un índice mágico, como el índice de precios al consumidor, para guiar la política monetaria es una receta para el desastre. De hecho, Hayek —ganador del Premio Nobel— recalcó que los cambios en el índice general de precios no contienen mucha información útil. Él demostró que son los movimientos divergentes de distintos precios del mercado durante el ciclo económico lo que importa.

El gráfico adjunto de los precios relativos ilustra esta perspectiva. El ex presidente de la Fed Alan Greenspan y su sucesor el Profesor Ben S. Bernanke —partidarios de las metas de inflación hasta la médula— pensaron que la economía navegaba sobre aguas calmadas durante el periodo 2003-2007. Después de todo, el índice de precios al consumidor —IPC— (menos alimentos y energía) estaba creciendo al muy regular paso “fijado” de 2,1% al año durante ese periodo. En cambio, los austriacos vieron inmensas distorsiones en los precios relativos en grupos importantes de productos primarios y activos. Por ejemplo, los precios de las acciones estaban acelerándose a un 11% anual durante el periodo 2003-2007; los precios de los bienes raíces medidos por el índice Case-Shiller estaban aumentando a una tasa anual de 13% durante el periodo 2003-2006 (primer trimestre); y los precios de los productos primarios medidos por el índice CRB aumentaron a una tasa anual de 13% durante el periodo 2003-2008 (segundo trimestre). Para los austriacos, estos crecientes precios y distorsiones relativas de precios resultaban de la política monetaria extremadamente laxa de la Fed. Ellos anticiparon correctamente el problema que estaba por venir.

Incluso después del Pánico de 2008-2009, la Fed (y otros bancos centrales) sigue negándose a reconocer que la política monetaria tuvo algo que ver con la creación de las burbujas que reventaron y sus consecuentes dificultades económicas.

El Gobernador del Riksbank de Suecia, también conocido como pionero de la fijación de metas de inflación, el Profesor Lars Svensson, expresó claramente lo que tenían en mente los banqueros centrales que creen en la fijación de metas de inflación:

Mi opinión es que la crisis fue en gran parte causada por factores que tenían muy poco que ver con la política monetaria. Y mi principal conclusión acerca de política monetaria es que la fijación de metas flexibles de inflación —aplicada de manera correcta y particularmente utilizando toda la información acerca de las condiciones financieras que sea relevante para la predicción de la inflación y la utilización de los recursos en cualquier horizonte— sigue siendo la mejor política monetaria antes, durante y después de la crisis financiera.

Para los banqueros centrales, el juego se trata de culpar a otros por los problemas económicos y financieros del mundo. ¿Cómo se puede hacer esto, particularmente cuando el dinero está en el medio de todo?

Para entender por qué las fantásticas aseveraciones y negaciones de la Fed rara vez son sometidas a la humillación de la verificación empírica, consideremos al difunto Premio Nobel Milton Friedman. En un libro de 1975 con ensayos en honor al Profesor Friedman, Capitalism and Freedom: Problems and Prospects (Capitalismo y libertad: Problemas y prospectos), el Profesor Gordon Tullock escribió:

…debería señalarse que una gran parte de la información disponible acerca de la mayoría de las cuestiones relacionadas al Estado se origina en el Estado. En varias ocasiones (no se si está en sus escritos o no pero lo he oído decir esto en varias ocasiones) Milton Friedman ha señalado que una de las principales razones por las cuales la junta de la Reserva Federal ha tenido una cobertura positiva en la prensa durante muchos años ha sido porque la junta de la Reserva Federal es la fuente del 98 por ciento de todo lo que se escribe acerca de la junta de la Reserva Federal. La mayoría de las agencias tienen esa característica…

La aseveración del Profesor Friedman ha sido respaldada por las investigaciones del Profesor Larry White. En 2002, 74 por ciento de los artículos acerca de política monetaria publicados por economistas estadounidenses en publicaciones editadas en EE.UU. aparecieron en publicaciones auspiciadas por la Fed o fueron escritos por economistas que trabajaban en la Fed.

Ahora, frente a una creciente crítica y presión, la Fed propone elevar su capacidad para fisgonear, acosar y hacer travesuras a nuevos niveles orwellianos. En septiembre de 2011, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York (FRBNY, por sus siglas en inglés) solicitó propuestas de proveedores que podrían “recolectar información de varios medios sociales y fuentes de noticias y proveer un reporte que sea relevante para el FRBNY. Este pedido de propuestas (‘RFP’, por sus siglas en inglés) fue creado como parte de un esfuerzo para respaldar la Iniciativa de Plataformas de Monitoreo de Medios Sociales del FRBNY”. Si esto no es una invitación a problemas, no se lo que es. Puede que solo asegure la aprobación de las leyes para auditar la Fed, las cuales están pendientes en la Cámara de Representantes de EE.UU. (HR 459) y en el Senado (S 202).

Como parte del juego de culpas del establishment del dinero y la banca, el dedo acusador ha señalado a los banqueros comerciales. El establishment asevera que los bancos son demasiado riesgosos y peligrosos porque están “sub-capitalizados”. Por lo tanto, no debería sorprender que el Banco de Pagos Internacionales ubicado en Basilea, Suiza, haya emitido las nuevas reglas para capitales —Basilea III. Estas elevarán los requisitos de capital para los bancos de 4 por ciento a 7 por ciento de sus activos ponderados por nivel de riesgo. Y como si esto fuera poco, el Comité de Basilea acordó a fines de junio agregar un requisito adicional de 2,5 por ciento para los bancos que sean considerados “demasiado grandes para quebrar”.

Los oráculos del dinero y la banca han demandado de los bancos una razón capital/activos más alta. Y eso es exactamente lo que han recibido. Basta con mirar lo que ha sucedido en EE.UU. desde el inicio del Pánico de 2008-2009, los bancos estadounidenses, bajo presión política y anticipándose a Basilea III, han aumentado su razón capital/activos (ver gráfico abajo).

El establishment ha celebrado el aumento de la razón capital/activos. Ellos aseveran que una mayor capitalización ha fortalecido a los bancos y los ha hecho más seguros. Aunque a primera vista eso podría parecer una conclusión razonable, no lo es. Para un banco, sus activos (efectivo, préstamos y valores) deben ser iguales a sus obligaciones (capital, bonos y obligaciones que el banco debe a sus accionistas y clientes). En la mayoría de los países, gran parte de las obligaciones de un banco (alrededor de 90 por ciento) son depósitos. Como los depósitos pueden ser utilizados para realizar pagos, estos son “dinero”. De manera que las obligaciones de la gran mayoría de los bancos son dinero.

Para aumentar su razón capital/activos, los bancos pueden aumentar su capital o reducir sus activos de “riesgo”. Si los bancos reducen sus activos de “riesgo”, sus obligaciones en depósitos disminuirán. Como resultado, se destruirán los balances de dinero.

La otra manera de aumentar la razón capital/activos de un banco es consiguiendo nuevos capitales. Esto también destruye dinero. Cuando un inversor compra a un banco valores de renta variable recientemente emitidos, el inversor intercambia fondos de un depósito bancario por nuevas acciones. Esto reduce las obligaciones de depósitos en el sistema bancario y elimina dinero.
Así que, paradójicamente, la presión para capitalizar los bancos y encoger sus estados de cuenta, para hacerlos más seguros, destruye dinero. Esto, a su vez, reduce la liquidez de las empresas y los precios de sus activos. Esto también reduce el gasto en relación a lo que hubiera sido sin una razón de capital/activos más alta.

Al presionar a los bancos a que aumenten su razón de capital/activos para supuestamente fortalecerlos, el establishment ha debilitado a sus economías (y tal vez también a sus bancos). Esta seguramente es la medicina que no se debería prescribir cuando la economía está débil. La nueva medida de dinero amplio del Profesor Bill Barnett —Divisia M4— esclarece el estado de la oferta de dinero en EE.UU. (ver el gráfico abajo). Esta medida de dinero amplio basada en el mercado (en lugar de estar basada en la contabilidad) nos da la medición más precisa disponible.*

El gráfico de la oferta de dinero Divisia M4 muestra que el establishment lo ha logrado nuevamente. La presión para recapitalizar los bancos ha distorsionado la dinámica de la oferta del dinero. El dinero amplio (Divisia M4) se está contrayendo nuevamente. Esto es lo que ocurre antes de otra recesión. Es inevitable. Entre otras cosas, esto provocará la ira tanto del movimiento Tea Party como del movimiento Occupy Wall Street. Y ambos tendrán razón en oponerse al deplorable e inadecuado establishment.

*Nota: Para aquellos que quieran enterarse de los detalles de los índices Divisia, el mejor lugar para empezar es el nuevo libro del Profesor Barnett —Getting It Wrong: How Faulty Monetary Statistics Undermine the Fed, the Financial System, and the Economy (Equivocándose: Cómo estadísticas monetarias defectuosas socavan a la Fed, al sistema financiero y a la economía). Será publicado en diciembre por MIT Press. También, las nuevas mediciones Divisia de la oferta del dinero del Profesor Barnett estarán disponibles en el sitio Web del Center for Financial Stability desde principios de diciembre

Draghi, el Bernanke italiano

por Juan Ramón Rallo

Juan Ramón Rallo Julián es Director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (España).

Mal se estrena Draghi al frente del Banco Central de Europa (BCE): comprando deuda pública italiana y bajando los tipos de interés a los que puede refinanciarse la banca hasta el 1,25% (y, lo que es peor, con la previsión de que vengan más bajadas). Repetimos los errores de siempre: querer solventar problemas que son tributarios —la insolvencia de los Estados— manipulando el acceso a la moneda y al crédito. Los mismos errores que nos llevaron a esta crisis y los mismos errores con los que intentamos remediar desde 2010 los desequilibrios griegos hasta que nos han terminado estallando en toda la cara.

Recordemos dos cuestiones fundamentales:

  • La función de un banco central no debería ser la de monetizar todo lo monetizable, sino la de extender crédito en condiciones de mercado (o incluso con una penalidad, como reclamaba Bagehot) y contra activos de buena calidad al sistema bancario. Es simplemente una farsa que se intente aproximar la financiación bancaria al 1,25% cuando es evidente que ahora mismo el interbancario se encuentra congelado porque los propios bancos no se fían de sí mismos debido a la mala calidad de los activos de sus balances. O, dicho más simplemente, el banco central es un banco más: si consideraríamos imprudente que ahora un banco prestara fondos avalados por deuda griega o italiana, también lo es que lo haga el banco central. Pero nada de lo que extrañarse habida cuenta de los antecedentes de Draghi: fue él quien presionó para tomar la “acertadísima” decisión de comprar deuda pública griega cuando ya era evidente a todas luces que iba a impagarse.
  • Quien debe solucionar sus problemas de solvencia es el deudor potencialmente insolvente, en este caso los Estados periféricos. El asunto no debería admitir demasiadas dudas: si un deudor es irremediablemente insolvente, no debería prestársele; y si un deudor tiene margen para salir de la insolvencia, no debería seguir prestándosele hasta que adopte las medidas (reducción del gasto, incremento de los ingresos o liquidación de activos) que acrediten que ya ha abandonado la zona de riesgo. En cualquier caso, el BCE se está pegando un tiro en el pie monetizando la deuda pública italiana y facilitando financiación artificialmente barata al sector financiero: aparte de diluir el valor de la moneda y de entrar en una guerra de depreciaciones con el dólar, la barra libre de crédito supone el mejor incentivo para que todos los países retrasen al máximo posible las medidas que deberían devolverles a la solvencia. Y luego, cuando repudien la deuda, ¿quién recapitalizará al BCE?

En fin, me sigue resultando increíble cómo la gente continúa celebrando el abaratamiento artificial del crédito cuando hemos entrado en la mayor crisis desde la Gran Depresión como consecuencia de ese endeudamiento artificialmente abaratado y cuando, como se ha visto con Grecia, refinanciar a un deudor insolvente no arregla sus problemas de fondo, sino que sólo tiende a agravarlos aún más trasladándoselos en mayor medida a los acreedores. ¿Es ése es el euro que queremos? ¿La imprenta del déficit de los periféricos? ¿Y con eso, con más deuda, más gasto público y más renuencia a liberalizar las economías, pensamos salir de la crisis? Pletórico estreno, Sr. Draghi. Bernanke ya tiene a la pareja que siempre había soñado.

Beltrones, Cárdenas y El Jefe Diego defienden gobiernos de coalición

Al presentar su ensayo “El futuro de hoy ¿para qué queremos ganar?”, el priista se manifestó por acabar con los gobiernos divididos

Marina Núñez
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El coordinador del PRI en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, presentó el ensayo El futuro de hoy


CIUDAD DE MÉXICO, 7 de noviembre.- Este lunes, en el Antiguo Colegio de Minería, el coordinador del PRI en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, presentó el ensayo “El futuro de hoy ¿para qué queremos ganar?”, mediante el cual explica y defiende su propuesta para crear gobiernos de coalición.

Al evento asistieron, entre otros, los ex candidatos a la Presidencia de la República Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD, y el panista Diego Fernández de Cevallos.

Este último aseguró que nadie puede pronunciarse en contra de los gobiernos de coalición; sin embargo, pidió tener cuidado, ya que la propuesta no es lo único, sino el perfil humano que lo aplique.

Subrayó que si no se cuida este aspecto, la propuesta puede prestarse al chantaje legislativo hacia el gobierno y sus respectivos partidos. Incluso, advirtió, podría llevar a la parálisis al gobierno en turno.

Asimismo, pidió tener cuidado igualmente sobre la propuesta de que los legisladores puedan ratificar al gabinete federal, ya que, subrayó, si no han sido capaces de elegir tres consejeros electorales, “imagínense qué puede ocurrir para elegir un gabinete”.

Por su parte, el llamado líder moral del Sol Azteca, Cuauhtémoc Cárdenas, se pronunció a favor de los gobiernos de coalición, pero subrayó que se requeriría de un sistema nacional de planeación y de reformas constitucionales a fin de salir del desastre donde hoy se encuentra México.

Finalmente, el promovente de la propuesta, el senador Manlio Fabio Beltrones, se manifestó por acabar con los gobiernos divididos y con los partidos que pierden todo en las elecciones y optan por la resistencia, o bien por pensar que con el simple hecho de instalar un nuevo gobierno, solo, se resolverán los problemas del país.

El ensayo

En su ensayo, el senador Beltrones Rivera establece que en cuatro años México cayó 42 lugares en el Índice Global de Paz, lo que implica que cuatro de cada cinco consideran que viven con más inseguridad.

La violencia, advierte el senador Manlio Fabio Beltrones, se convirtió en norma y las familias no tienen soluciones satisfactorias.

El senador de la República pide a los priistas trabajar en una propuesta de gobierno que impida la conversión de la democracia en un Estado policiaco.

“El éxito del PRI en términos electorales no debe permitir que fracasemos en la construcción de un proyecto de futuro para México”, considera.

“La violencia terminará perjudicando los avances democráticos de nuestro pueblo. El miedo es el peor de los males. El miedo acaba con planteamientos racionales en donde los individuos se prestan con mayor facilidad a la persuasión y a la razón se sustituye con facilidad por la emoción”, destaca el escrito, cuya columna vertebral es la propuesta sobre la urgencia de los gobiernos de coalición para garantizar la gobernabilidad, la paz, la seguridad y las respuestas que demandan los mexicanos.

“Es la política la que debe servir para reorientar las causas ciudadanas. El poder debe ser entendido como un medio que está orientado a lograr el bienestar social. Si se entiende el poder como un medio para beneficio de los ciudadanos y no un fin para acumular privilegios de grupo o personales, será más fácil fijar una agenda común y alcanzar los acuerdos”, asegura.

Manlio Fabio Beltrones afirma que el objetivo de ganar las elecciones en 2012 no debe ser la recuperación per se del poder, pues “en mi opinión, no es legítimo ganar una elección para mantener el actual estado de las cosas. Es importante ganar para terminar con los privilegios y construir un país con dirección, una democracia sólida con crecimiento económico, justo y equitativo.

“Escuchar, hacer y explicar es el reto de los gobernantes hoy en día. Escuchar para comprender las demandas de las verdaderas mayorías y definir los grandes propósitos. Hacer por medio de gobiernos eficaces y consistentes en el tiempo. Explicar para corregir, para innovar y rendir cuentas a la sociedad”, dice.

¿Somos más gandayas que los griegos? Por supuesto; son unos novatos frente a nosotros

Nos hacemos y haremos las víctimas a sabiendas que los problemas y sus causas son de nuestra responsabilidad.

Ángel Verdugo

La situación que Grecia enfrenta desde hace un buen tiempo y la tiene enfrentada al resto de la zona euro, dice mucho de sus habitantes más allá de la sostenibilidad de sus debilísimas finanzas públicas y una economía impedida para tener la viabilidad mínima que exige la pertenencia a aquélla.

El último gesto irresponsable de un gobierno encabezado por un Primer Ministro que sabe que nada tienen por perder y sí mucho por ganar, es la decisión de acudir a los ciudadanos para que decidan —mediante un referéndum— si se acepta el “Paquete de Ayuda” recién aprobado por quienes ven con azoro y temor la debacle de un sueño: La moneda común: El euro.

Los griegos —gobierno y gobernados— vivieron, durante muchos años, una borrachera que llegó a su fin; no sólo porque se agotaron los recursos para seguirles manteniendo el vicio sino porque las condiciones resultantes de la crisis más reciente, imposibilitan seguir sosteniendo la ficción que compraron los que decidieron admitir a Grecia a ese club selecto que es “La zona euro”.

Su inviabilidad, señalada por algunos en su momento, fue hecha a un lado; la falsificación de cifras acerca de la situación real de las finanzas públicas y la economía griega para dar una imagen falsa de lo que eran ambas en ese momento, no generó en el gobierno de ese entonces preocupación alguna. ¿Por qué había de generarla en un país de evasores fiscales y mentirosos contumaces, que han vivido siempre así?

Sin embargo, la realidad —esa señora terca que cual cuchillito de palo chinga y chinga para que se atiendan sus mensajes— los alcanzó, y la música debió parar. Hoy, después de varios intentos por revivir un cadáver, el Primer Ministro y los integrantes de su Gabinete —que saben que no tienen otra salida más que apoyar el as bajo la manga que se sacó aquél—, dicen sí al referéndum pues lo ven como la jugada maestra para que los asustados les perdonen la vida y les sigan regalando miles de millones de euros en aras de intentar salvar lo que se ha convertido, más que en sólida divisa en simple fetiche propio de soñadores que pensaron, en un momento de soberbia, desbancar al dólar como la divisa por excelencia en el mundo.

La propuesta del referéndum —cual clásica “blofeada” de jugador de póker—, es la última oportunidad de un gobierno que sabe que si no complace a los millones de griegos que quieren que siga la fiesta pues la cruda será de pronóstico reservado, va a caer. ¿Qué les queda? Simplemente caer en la peor muestra de demagogia —parecer demócratas— para chantajear a los que sólo les preocupa el desmoronamiento de una unión monetaria cuya viabilidad cada día se reduce aún más.

¿Lo que hoy hacen los griegos, es un caso único en el mundo? Ni por accidente; ni en eso son originales. En América Latina hay varios casos de chantaje mediante el cual, gobiernos y países, han vivido asustando con “el petate del muerto” a Estados Unidos. Uno de ellos, más efectivo que el de los griegos, es el nuestro.

Nos hacemos y haremos las víctimas a sabiendas que los problemas y sus causas, son sólo de nuestra responsabilidad; esto, para seguir como hasta hoy: echándole a otro —Estados Unidos— toda la culpa de nuestras limitaciones, fallas, corrupción e incapacidad para construir un gobierno honrado, eficaz y transparente.

Los griegos, dada nuestra experiencia y el colmillo retorcido, son simples aprendices; nosotros, chantajistas experimentados.

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