viernes, 23 de septiembre de 2011

Lecciones de economía en un contexto de debilidad del crecimiento mundial

Análisis & Opinión

Josefina León León

Josefina León León es economista, académica e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), México. Es Doctora en Ciencias Económicas y Maestra en Políticas Públicas. Su área de especialización es la teoría y política monetaria. Autora de una treintena de artículos en diversas revistas especializadas y libros, también ha participado en distintos eventos nacionales e internacionales presentando ponencias sobre temas económicos.

En el otoño de 2006, el conocido economista G. Mankiw escribió un artículo titulado: “El macroeconomista como científico y como ingeniero” (Journal of Economic Perspectives), en el cual plantea que la profesión ha evolucionado por dos tipos de economistas, aquellos que entienden este campo como un tipo de ingeniería y aquellos que preferirían que fuera mucho más un quehacer científico.

Por supuesto lo recomendable es que el economista sea tanto científico como ingeniero, con capacidad para hacer recomendaciones de política económica que contribuyan a resolver los problemas económicos. Pero lo anterior no resulta tan sencillo, a este respecto J.M. Keynes (1883-1946) en su “Memoria acerca de Alfred Marshall” señaló “… el gran economista debe poseer una rara combinación de condiciones. Tiene que llegar a mucho en diversas direcciones y debe combinar facultades naturales que no siempre se encuentran reunidas en un mismo individuo. Debe ser matemático, historiador, conocedor de la política y la filosofía. Debe dominar el lenguaje científico y expresarse y hacerse entender en lo vulgar, contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y concreto con la misma altura. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vistas al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre ni de sus instituciones debe ser olvidada por él. Ha de ser simultáneamente desinteresado y utilitario; tan fuera de la realidad y tan incorruptible como un artista y, sin embargo, tan cerca de la tierra como un político”.

Las reflexiones anteriores resultan de mucho interés en el contexto actual en el que la economía mundial reducirá su tasa de crecimiento en este año y en el que las expectativas sobre el futuro son muy inciertas; ahora más que nunca la profesión del economista debe de recuperar el sentido práctico de la teoría económica, ya que es necesario reajustar la economía global si se quiere mantener un crecimiento económico sostenido que contribuya a mejorar la calidad de vida y cuide la conservación del medio ambiente.

Las patologías económicas de la actualidad reflejan los desequilibrios generados por el funcionamiento del modelo económico que se empezó a implementar a finales de la década de los 70 y principios de los 80, cuando Ronald Reagan, en Estados Unidos, y Margaret Thatcher en Inglaterra, se encargaron de impulsar el paradigma neoliberal inspirado tanto en el Monetarismo como en la Nueva Economía Clásica. La crisis de la deuda externa de 1982, que afectó sobre todo a los países en vías de desarrollo, asociada con la caída del Muro de Berlín en 1989, fueron dos acontecimientos históricos que influyeron en la construcción de una nueva fase del capitalismo: la globalización económica, en la que la desregulación de los mercados, la liberalización y la privatización, se convierten en los pilares básicos del nuevo modelo.

¿Qué tipo de políticas tendrían que aplicar los países para empezar a recuperar el crecimiento económico y la generación de empleo? Como ya lo señaló Keynes en los años 30, se debe de incrementar la demanda efectiva.

En el contexto de la globalización el sistema financiero empieza a predominar en relación con el sistema productivo, proceso que se empezó a consolidar gracias a las políticas económicas y monetarias llevadas a cabo por los distintos gobiernos y bancos centrales. El objetivo de estabilidad de precios se convierte en el eje central de la política económica, mientras que el crecimiento económico y la generación de empleo pasaron a un segundo plano. Por lo tanto, las crisis no se hicieron esperar: México en 1994-1995, a la que le sigue la crisis asiática de 1997-1998 (en que se vieron involucrados países como Tailandia, Indonesia, Corea del Sur, Filipinas y Malasia); Rusia y Brasil en 1998-1999; el colapso de Argentina a fines de 2001, y finalmente, la crisis financiera mundial de 2008, cuyo epicentro tuvo su origen en la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, a mediados de 2007, y que se convirtió en un tsunami que sacudió a los mercados financieros internacionales. Lo anterior hizo revivir una de las famosas frases de la Teoría General (1936) de Keynes: “Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es probable que el trabajo se haya hecho mal”.

La crisis financiera mundial de 2008-2009 ha sido de tal magnitud que los gobiernos de diferentes países tanto desarrollados como en vías de desarrollo se han visto en la necesidad de intervenir con políticas expansivas para hacer frente a la fase recesiva del ciclo económico, lo que generó una reactivación del crecimiento económico mundial de finales de 2009 a mediados de este año. Sin embargo, en el pasado mes de agosto de nuevo se presenta la incertidumbre y elevada volatilidad en los mercados financieros y cambiarios mundiales, eventos asociados sobre todo con dos acontecimientos:

1).- La discusión en el Congreso de Estados Unidos para incrementar el techo de la deuda, lo cual finalmente fue aprobado, pero a cambio el gobierno de Barak Obama debe disminuir el gasto público en US$900 mil millones en un período de diez años.

2).- La controversia en relación a la viabilidad del euro como moneda única, debido a las crisis de deuda soberana y los altos déficit fiscales en países como Grecia, Portugal, Italia, Irlanda, y España.

En este contexto las patologías económicas más importantes que amenazan la economía mundial son:

1).- La recuperación económica sigue siendo lenta e insuficiente tanto en Estados Unidos como en Europa; en 2010 la tasa de crecimiento mundial fue de 4,4% y se espera que en este año disminuya a 4%, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) o a 3,3%, según los datos de LatinFocus. En Estados Unidos, que sigue siendo la locomotora de adelanto económico mundial, el FMI ajustó su pronóstico de expansión para 2011, de 2,5% en junio a 1,5% en la actualidad.

2).- La tasa de desempleo en la mayoría los países se mantiene en niveles históricamente altos como consecuencia de la crisis financiera mundial. Como ejemplos se puede señalar que en Estados Unidos dicha tasa se ubica en 9,1% y en España se encuentra en niveles de alrededor del 21%, lo que pone a los mercados laborales en una situación muy frágil.

3).- Los altos niveles de deuda como porcentaje del producto interno bruto y los elevados déficits fiscales que enfrentan sobre todo las economías desarrolladas, disminuyen el margen de maniobra de la política económica.

A nivel internacional se ha generado una preocupación muy fuerte por los problemas de deuda y déficit fiscal, lo que ha llevado al gobierno estadounidense a aprobar políticas fiscales de carácter contractivo, receta que también ha sido propuesta para los países europeos. Sin embargo, se tiene que considerar que el problema central no son las deudas ni los déficit, sino la falta de crecimiento económico y el bajo nivel de empleo.

¿Qué tipo de políticas tendrían que aplicar los países para empezar a recuperar el crecimiento económico y la generación de empleo? Como ya lo señaló Keynes en los años 30, se debe de incrementar la demanda efectiva. Por lo tanto, en la actualidad se tendrían que hacer los siguientes cambios:

1).- Reactivar el mercado interno, lo que requiere de la participación tanto del sector privado como del sector público. Para aumentar el consumo un aspecto esencial es que deben de incrementarse los salarios reales de los trabajadores, un mejor salario generaría una subida de la demanda agregada, mandando señales positivas a los empresarios, los cuales se verían motivados a aumentar la inversión productiva y a contratar más trabajadores.

2).- La regulación de los sistemas financiero y bancario debe limitar las actividades especulativas; los cambios tendrían que ser de tal magnitud que los intermediarios financieros recuperaran su función tradicional dentro del sistema capitalista, es decir, canalizar los recursos de los agentes que ahorran hacia los que solicitan un crédito para destinarlo a la inversión o al consumo.

3).- Se deberían de aplicar políticas económicas coordinadas que contribuyan de manera positiva en la reactivación de la capacidad productiva de los países. Por ejemplo, la política fiscal debe orientarse al aumento del gasto público, particularmente en los rubros de infraestructura de capital y gasto social. En materia de política monetaria la liquidez debe de estar destinados a promover directamente la actividad productiva en los distintos sectores de la economía.

Los aspectos anteriores contribuirían a reordenar el funcionamiento del sistema capitalista, al fortalecer los fundamentos del sistema económico asociados con variables como inversión en capital, producción, empleo, recursos naturales, innovación tecnológica y la educación. Lo anterior establecería las bases de un modelo de desarrollo en el que la distribución del ingreso fuera más equitativa, ya que en la actualidad hay un alto grado de concentración de la riqueza en un porcentaje muy pequeño de la población mundial. Sin embargo, los actores que concentran el poder y la riqueza, que tienen que ver con el sector privado, con los gobiernos y con las instituciones financieras internacionales, no están dispuestos a hacer cambios estructurales que realmente contribuyan a corregir los fuertes desequilibrios económicos de la actualidad. Por lo tanto, el problema escapa del ámbito económico y se requiere más que un gran economista.

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