viernes, 14 de septiembre de 2012

Y tú, ¿le crees a Salinas?

Y tú, ¿le crees a Salinas?

Martín Moreno
Al final de su gobierno, Carlos Salinas de Gortari reveló que quisiera ser un ex Presidente “que camine por las calles de Coyoacán y ser reconocido por los mexicanos”. Hoy no lo puede hacer. La mayoría lo aborrece. El repudio es cuasi unánime. Pero el hombre que quebró económicamente a un país quiere regresar de la mano del retorno del PRI.
Para lograrlo, Salinas ha preparado una estrategia diseñada por él, apoyada por algunos de sus colaboradores y apuntalada por plumas y voces a su servicio, y que no son pocas.
“Sólo una cirugía plástica me quitará la sonrisa”, dice Salinas, refiriéndose a la reinstauración del viejo régimen priista. Hombre de frases, devorado por la locura del poder, la cita resulta tan desafortunada como agraviante.

Desafortunada, porque un político que provocó la pérdida de empresas, negocios, casas, autos y bienes a más de un millón de mexicanos, no debe hablar de sonrisas cuando un gobierno de su mismo partido —PRI— generó tanto dolor y decepción.
Agraviante, debido a que Salinas le apuesta a ese mal que tanto daño le ha hecho al país: la desmemoria. El olvido. La amnesia histórica.
El autobautizado “villano favorito” quiere regresar a caminar por las calles de Coyoacán —su querido barrio familiar de la adolescencia cuando el clan Salinas vivía en la calle de Dulce Olivia— y que la gente le aplauda, lo felicite. Y de Coyoacán al país.
Salinas de Gortari siempre ha creído que México le jugó chueco. Al menos eso cree. Mexicanos malagradecidos, después de haberlos llevado al Primer Mundo —política ficción—, así le pagan. Canijos.
No en balde uno de los personajes más cercanos a Salinas: Luis Téllez, dijo en alguna ocasión que  “tanto Carlos Salinas como su esposa, Ana Paula Gerard, al igual que el ex presidente López Portillo, creen que el país no les agradece lo que hicieron por México”.
¡Ah, qué mexicanos tan malagradecidos! Tanto el Jolopo como Salinas —emblemas de las crisis financieras más dolorosas que ha sufrido el país— consideran no merecer el trato que se les ha dispensado. Deberían quitar el Ángel de la Independencia y poner allí sus efigies. O hacerles un monumento, ya de perdida, en Chalco.
Por eso Carlos Salinas añoraba el triunfo presidencial del PRI. Más que la victoria de un personaje, de un grupo político o de un partido, a Salinas le importaba el retorno del priato para que él, subido en esa cresta, volviera junto con el anciano partido.
“El regreso del PRI no significa mi regreso. Estoy dedicado a la reflexión…”, dice Salinas. ¿De veras? Difícil de creer. Salinas es un animal político que añora el aplauso, el reconocimiento, los reflectores de esa luz con aroma de gloria que lo bañaron durante cinco años. Sí: cinco años.
Porque su sexto año de gobierno —ese terrible, sangriento y doloroso 1994— fue una página negra para México.
Chiapas, Colosio, Ruiz Massieu, las pillerías de Raúl Salinas, hundieron al Titanic mexicano. Pero el mar no se los tragó a ellos solos. La desgracia salinista arrastró a todo un país que, de la bonanza de humo, pasó a la debacle de la realidad.
Aunque lo niegue, Salinas pretende regresar.
“Mister Socialité”, lo bautizó la revista de chismes Quién (edición 199) ante las constantes apariciones de Salinas en cualquier evento y a la menor provocación.
Salinas en bodas. Salinas en primeras comuniones. Salinas en cafés. Salinas en sepelios. Salinas en estados. Salinas con Ulises Ruiz. Salinas con Fidel Herrera. Salinas en informes de gobierno.
Ya deberíamos haber aprendido que Carlos Salinas de Gortari nada hace sin algún cálculo personal. Toda aparición pública tiene un interés mediático y, por tanto, político. De interés particular. Esas apariciones llevan un objetivo.
¿Cuál era la estación final de su ruta? El regreso del PRI al poder presidencial. Salinas se frota las manos, aunque diga que no.
Carlos Salinas sabe que es ahora o nunca. A los 64 años de edad, difícilmente se le presentará otra oportunidad como la que tiene enfrente.
De paso, pocos dudan que la arremetida en contra de su eterna pesadilla, llamada Ernesto Zedillo, en relación con la masacre de Acteal, no tenga detrás su huella. Salinas odia a Zedillo. En privado le suele llamar “el traidor”. Su aberración contra su sucesor es infinita.
Salinas dice que no regresa. Los hechos marcan otra cosa.
Salinas quiere volver a Coyoacán, ser reconocido y aplaudido. Sueña.
Y tú, ¿le crees a Salinas?
ARCHIVO CONFIDENCIAL
EL COSS. Un golpe espectacular significa la detención de Jorge Eduardo Costilla, El Coss. Junto con Mario Cárdenas Guillén, aprehendido la semana pasada, eran las cabezas del cártel del Golfo. Vendrán reagrupaciones en los cárteles y ajustes de cuentas. Es decir: más sangre.

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