domingo, 16 de septiembre de 2012

¿Qué significa ser priista?



¿Qué significa ser priista?

El tricolor tiene seis años para modificarse a sí mismo, hacerse cirugía mayor, ¿lo hará?

René Avilés Fabila

Hace unos días, en una mesa redonda de universitarios de distintas instituciones, un profesor me dijo que las universidades no eran perredistas sino antipriistas. Sus palabras me dejaron pensativo. ¿Qué significa el priismo que hoy de nuevo está en Los Pinos?
 
No es sinónimo de militancia y devoción a un partido (que han existido personas con esas características), es más bien una conducta, una forma de ver el mundo o quizá sólo al país. Si en sus mejores tiempos de absolutismo parecía una postura irreductible, poderosa, de amor a una causa política, en realidad resultó apego al poder. No es una ideología. De serlo, por más que se ponga en el centro y busque identidad en los cero grados, es nómada. Lo vemos ahora: priistas que tuvieron cargos en el PAN y en el PRD regresan al redil con mansedumbre y, sin duda, con gozo.


Cuando estudiaba, priista era un insulto por su actuación desmesurada y porque en rigor no había más partidos que un PAN rezandero y un Partido Comunista que disfrutaba ser  medio clandestino. Pero además la arrogancia y autoritarismo del PRI lo hacían antipático y al mismo tiempo codiciado y temible. Podríamos decir que priismo era, entre otras cosas, un adjetivo insultativo, sí, superlativo. Así lo veíamos en la izquierda y lo siguen viendo millones de mexicanos, porque regresa el mismo partido, somos nosotros los que hemos cambiado. El PRI intenta mostrarse distinto. Fracasa.


Su poder está en la aplastante influencia que ejerce, es una leyenda, una forma de vida, una religión de la que se va y se regresa: el PRI sabe perdonar. Los demás partidos lo detestan cuando en realidad lo envidian y dentro de la simulación piden el cambio (palabra mágica, mentira absoluta), quieren ser como él, gobernar como él.


El PRD es un lamentable clon del PRI, todavía dominado por ex priistas y enamorado de perversiones como la corrupción y el autoritarismo, las que han llevado más lejos. El sindicalismo afín al perredismo es idéntico al de Fidel Velázquez. El PAN, dos veces en el poder, se sentó sobre el viejo jamelgo y trató de conducirlo a ningún sitio. No era su caballo, el que veían los fundadores. Fox y Calderón fallaron porque gobernaron desde un sistema que desconocen y que sólo el PRI sabe manejar. Si Peña Nieto aprende a gobernar realmente, el PRI estará en Los Pinos varios años más. Es su medio.


Ya que todos los que hablan de cambio han fracasado, debemos pensar que sólo el PRI puede cambiar al PRI. ¿Lo hará? Lo dudo. Pero podría intentarlo; no le saldrá mal porque es su criatura, su monstruo. A su lado, PRD y PAN son malas copias puestas como una izquierda y una derecha, cuando ambos partidos buscan el centro, donde desde siempre está el PRI. Luego de tantos años, los padres del organismo victorioso podrán estar satisfechos: sigue vivo y vigoroso.  Las ovejas regresan al redil orientadas por lobos.


La izquierda de hoy quiere ser como el PRI de López Mateos o, en el peor de los casos (AMLO), como el de Luis Echeverría. No ve más allá: izquierda, sin ideología, es una falacia. El PAN, a su vez, es una derecha avergonzada de su larga historia al amparo de las peores causas. Busca una postura menos conservadora para salir de su medianía.


Realmente ninguno de los tres partidos desea transformaciones de fondo; busca las de apariencia. Un poco más de democracia, otro tanto de conquistas sociales para evitar la explosión. La misma sociedad que se agita desconcertada, desconoce el rumbo a seguir.


Si votó mayoritariamente por el PRI es porque intuye que es el PRI quien puede modificar al PRI y regresar la falsa idea de progreso que en el pasado nos dio. Tres en uno, como el Espíritu Santo. Alguien me proporcionó una definición idiota pero justa; es un ave: el cuerpo es el PRI, el ala derecha el PAN y la izquierda el PRD.


El PRI tiene seis años para modificarse a sí mismo, hacerse cirugía mayor, ¿lo hará?

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