LOS “NUEVOS LIBERALES”: 20 PREMISAS
Alberto Mansueti
Hartos de predicar en el desierto por años y décadas, algunos liberales
del Perú y Latinoamérica hemos tomado el toro por las astas, y pasado a la
acción política, creando un partido.
Porque en todas partes es lo mismo: nuestro mensaje liberal es ignorado
o resistido fieramente por todos quienes de una u otra manera se benefician del
estatismo, o esperan beneficiarse a futuro. Y cuando ese mensaje llega al
público no comprometido, muchos lo entienden y aceptan, pero la segunda
pregunta que hacen es: “¿Y cuál es el partido …?” (La primera es: “¿Y en qué
país … ?”) Si la respuesta es “No hay tal partido”, la gente piensa que en esas
ideas tan bellas, pero abandonadas tiempo atrás en casi todo el mundo, algo
debe haber erróneo, dañoso, utópico o disparatado. Que seguramente deben ser impracticables
por alguna razón (vaya a saber cuál), al punto que sus defensores no se juegan por
ellas en la arena política. Y ahí se acaba todo.
Sin un partido liberal presente en la escena política no es posible
siquiera llamar la atención del público para el mensaje liberal, mucho menos
prestarle credibilidad y brindarle apoyo. Sin embargo, antes de pasar a campo
tan cenagoso, neblinoso y traicionero como el de la política, hemos de
clarificar algunos conceptos controversiales y candentes:
1. Qué es el
liberalismo. El liberalismo no es
una religión, una filosofía o una ciencia. Aunque emparentado con las verdades
permanentes de la tradición judeo-cristiana occidental, con las filosofías
realistas, y con lo mejor de las ciencias humanas, el liberalismo es no más ni
menos que doctrina política: la de los Gobiernos limitados, los mercados libres,
y la propiedad privada.
La respuesta a la primera
pregunta que la gente hace, sobre en cuáles países el liberalismo se ha
practicado, tiene vigencia, o la ha tenido, es esta: ese sistema político,
legal y económico, practicaron en el pasado los países de Europa del Norte y EEUU
de América que por esa causa se hicieron ricos, con libre comercio
internacional y patrón oro. Hasta que más tarde, ya en el siglo XX, fueron
llevados al estatismo y al socialismo, algunos mediante la fuerza bruta y por
la vía de las armas, de un solo golpe, otros poco a poco, con engaños y por la
vía de los votos. Y así, en forma abrupta o paulatina, fueron cayendo en el
empobrecimiento, en la dependencia y adicción a las limosnas o “programas
sociales” del mal llamado “Estado de Bienestar” (el Bienestar del Estado), y en
sucesivas crisis financieras y económicas, hasta llegar al presente colapso
global.
2. Gobierno Limitado. La Revolución Francesa abrió la puerta al
estatismo definiendo una lista de “Derechos del Hombre y el Ciudadano”, que
pronto se fue haciendo tan numerosa y extensa como la de funciones, poderes y
recursos que dóciles Parlamentos atribuyeron a los Gobiernos con el pretexto de
proteger los tales derechos.
El Liberalismo Clásico
en cambio limita al Gobierno a preservar los derechos humanos naturales a la
vida, libertad y propiedad, con sus soldados, policías y jueces, cumpliendo sus
tres funciones propias: seguridad externa e interna, tribunales de justicia, y ciertas
obras públicas de infraestructura, nada más. Y al estilo de la Constitución de
EEUU, enumera prohibiciones a los Gobiernos, más que derechos de los
ciudadanos. También limita a los gobiernos en poderes y recursos: los
indispensables para el cumplimiento de sus funciones, y no otras, que han de
ser cumplidas por familias, empresas, escuelas y centros de enseñanza, iglesias
y demás sociedades voluntarias, instituciones que por su naturaleza son y han
de ser privadas y separadas del Estado. Y para efectivizar esos límites a los
Gobiernos se inventaron los Parlamentos, y los partidos liberales.
3. Libertad, y otros
valores. El Liberalismo
Clásico es mucho más que “las ideas de la libertad”, expresión un tanto etérea
y ambigua, cuya imprecisión ha determinado en gran parte el fracaso del
liberalismo como empresa política. Porque de la premisa liberal de rigurosa
separación entre lo público y lo privado en todas las esferas de la vida social,
resulta una amplia libertad individual para todas las personas, pero también
otros valores, preciosos para las sociedades, como orden y la paz, seguridad y justicia,
prosperidad y progreso, tan valiosos e igualmente necesarios y anhelados como
la libertad.
4. Estatismo. Es lo diametralmente contrario al liberalismo: la
usurpación por parte del “Gran Gobierno” obeso, de funciones, poderes y
recursos, que por su naturaleza pertenecen a las personas individuales y
entidades voluntarias o privadas, tanto en la educación, como en la economía y
finanzas, atención médica, jubilaciones y pensiones, y muchas otras esferas de
la sociedad. Esa usurpación se ha llevado a cabo mediante leyes especiales para
cada una de esas áreas de la vida social, dictadas con ese propósito perverso.
Tales leyes han sido pasivamente toleradas por la población, adoctrinada en las
falacias del estatismo, y carente de un partido político liberal capaz de resonar
en la opinión pública, y de hacer resistencia efectiva desde el Parlamento.
Los desastrosos
resultados del Estatismo parten de poner al revés el mundo social. Por un lado
el “Gran Gobierno” se apropia de funciones, poderes y recursos para la
docencia, la atención médica, y las jubilaciones y pensiones; pero la educación
que controla el Estado es cada vez peor, los Hospitales estatales son
insufribles, y las prestaciones previsionales llegan a miserables. También se
entrometen los gobiernos en la emisión de dinero, la banca y las finanzas, los
negocios, el comercio y la economía en general; las consecuencias son
igualmente malas: cunden la inflación, el paro y la escasez. Por otro lado, las
funciones propias de los gobiernos son desatendidas; y por ello imperan la
inseguridad en las calles, la injusticia en los tribunales, no se emprenden
nuevas obras públicas, y hasta el mantenimiento de las existentes se hace
esperar. ¿Es un dramático error? Los Nuevos Liberales no somos ingenuos: es a
propósito. Según los teóricos marxistas de fines del siglo XX, el objetivo es poner
a la población ignorante y enferma, empobrecida y asustada, a la espera de los
“Programas Sociales”; y para colmo, distraída su atención con los escándalos
politiqueros y los espectáculos de “entretenimiento” que le brindan los medios
de “comunicación”, a fin de tenerla por completo bajo su dominio.
5. Capitalismo. El sistema liberal de economía es el Capitalismo
competitivo, a partir de la separación entre lo público y lo privado en la
esfera de la producción e intercambio de bienes y servicios, según y conforme
las leyes propias de la oferta y demanda en mercados libres, pero con un dinero
no carente de respaldo real, y un sistema de banca privada con reserva 100 % en
los depósitos. Ese capitalismo liberal ya no se practica en casi ninguna nación
del mundo, con la relativa excepción de algunos lugares de Asia. Porque en
todos ha sido abandonado en favor del estatismo.
Ese abandono ha
llevado paso a paso a las naciones a la enorme crisis que hoy afecta a la
economía global, mayor que la de 1929, tal como expone la Escuela Austríaca de
Economía. La recuperación plena del capitalismo liberal es el único remedio
disponible. Porque no hay otro.
6. Mercantilismo y
Socialismo. Son los enemigos
históricos del liberalismo, el primero desde el siglo XVIII a lo menos, y el
segundo desde el XIX. Más allá de los discursos bonitos, mercantilismo es la tradicional
alianza del Gran Gobierno con las grandes empresas monopolistas, que les
permite sólo a ellas crear riqueza, para sí mismas, aprovechando sus
privilegios; y los demás productores apenas sobreviven, y no todos. Socialismo
es la más moderna “re-distribución” de la riqueza, mediante los impuestos y la
inflación, desde los productores privados (medianos y pequeños sobre todo), en
favor de todas las castas parasitarias de las izquierdas (políticas,
burocráticas, académicas, mediáticas y sindicales), enquistadas en el Gran
Gobierno, o por él amparadas y financiadas. En inglés suelen llamar
“Liberalism” al socialismo democrático; por eso se hace indispensable el
adjetivo “Clásico”.
El problema con el Mercantilismo
es que se permite la propiedad privada, pero no como un derecho natural
inalienable para todos, sino como un privilegio, cuyo ejercicio los gobiernos
conceden a unos sí y a otros no, y estableciendo las condiciones. En el Mercantilismo
los mercados son libres, pero no para todos, sino sólo para los empresarios y
agentes económicos bien “conectados” con los gobiernos intervencionistas. La
riqueza creada de esta forma es insuficiente, y vienen las insatisfacciones,
quejas y protestas.
En este punto llega el
Socialismo, y arremete contra lo que llama “el capitalismo”: en lugar de
suprimir los privilegios, suprime la propiedad privada; y en vez de ampliar la
libertad de mercados, la restringe aún más, o elimina por completo. Así cunde
la pobreza, y luego la miseria, según cuán lejos se llega en este proceso. Adoctrinada
por la propaganda socialista la gente se confunde, y toma al Mercantilismo existente
por el capitalismo genuino, y mira al Socialismo como su salvación.
7. El Sistema. Un “sistema” de economía y política es un
conjunto de principios, reglas y valores, que se encarna en un cuerpo de leyes,
y en una estructura social y gubernativa. El estatismo de hoy es un sistema
opresivo, empobrecedor, embrutecedor, esclavista y envilecedor, que combina
ambos tipos de perversiones: el mercantilismo, que es malo; y el socialismo,
que es peor.
Este sistema se nos ha
impuesto y se nos impone mediante el “Pacto Social”, acordado entre los
representantes de las oligarquías mercantilista y socialista en el Congreso,
para intercambiar sus respectivos votos a favor de las Leyes Malas de los unos
y los otros. El mercantilismo y el socialismo se complementan: el primero genera
el caldo de cultivo para la izquierda, que es la pobreza, la cual el socialismo
explota e instrumenta políticamente en su beneficio exclusivo, mediante las dádivas
que reparte entre los pobres “conectados” directamente con sus canales
políticos, y las promesas de dádivas que reparte al resto, para mantenerles
pasivos. Y el socialismo sirve al mercantilismo: le permite presentarse como
“el mal menor”, y por tanto preferible.
Pero el “Estado de de
Bienestar” es inviable estadísticamente, porque es imposible satisfacer a todos
y cumplir todas sus promesas, y por eso es utópico; además es extremista,
porque nos conduce al “extremo” de subordinar absolutamente todas y cada una de
las actividades humanas al Estado.
8. Las Leyes Malas. Son las leyes “especiales” (diferentes y
contrarias a los Códigos ordinarios), que con el pretexto de “prevenir” ciertos
males reales o imaginarios, agreden la economía y ofenden la justicia, el
Derecho y la razón, decretando inspecciones y sanciones por doquier, impuestos
y multas, e inicuos privilegios (muchas veces ocultos o disfrazados) para los
mercantilistas y los socialistas. En el sistema liberal, las leyes no son para
“prevenir” crímenes o abusos vigilando y controlando a todo el mundo en todas y
cada una de las esferas de la vida social en especial, para evitar que se
cometan, tarea ésta imposible; son en cambio para obligar a los responsables,
una vez cometidos, a resarcir o compensar a sus víctimas. Por ello mismo son disposiciones
de orden general, para que las personas puedan acomodar voluntariamente sus
negocios mediante acuerdos y contratos, y resolver sus conflictos posibles o
presentes, por sí mismas, o acudiendo a los jueces ordinarios.
Sin embargo los defensores
del social-mercantilismo jamás se van a “convertir” al liberalismo, pues aprovechan
y se benefician del Sistema. Por ello es que jamás oyen ni atienden a las explicaciones
científicas ni a las razones morales, aún cuando los liberales ingenuos se las
expliquen y repitan hasta el cansancio. No serán convencidos, tendrán que ser
desalojados; y en Democracia eso es con un partido político. Es la única forma,
no hay otra.
9. “El camino desde la
servidumbre”. El “Camino a la
servidumbre” se llamó a la ruta desde el Capitalismo del siglo XIX hasta el
estatismo y el socialismo, usurpando los gobiernos funciones privadas mediante
leyes inicuas, que con los más disímiles pretextos incrementan la autoridad de
los gobiernos en toda clase de asuntos tales como dinero y banca, comercio y transporte,
industria y servicios, actividades agropecuarias y extractivas, educación y cultura,
medicina, artes y ciencias, deportes, medios de prensa, etc. A la vez estas
leyes usurpan competencias y poderes (es decir: libertades), y recursos,
alegando necesitarlos para cumplir tantos fines y objetivos declarados.
A partir de ahora en
cambio, el mismo camino debe hacerse de reversa; y ante la usurpación, proceder
a la devolución de tales funciones, poderes y recursos. Y no va a tomar 100 o
200 años, porque esas leyes pueden ser derogadas todas simultáneamente (en el
país entero, o en ciertas regiones); y así debe ser, para que los efectos de su
supresión puedan ser potenciados entre sí, y el “Estado de Bienestar” hacerse innecesario
en una economía no mercantilista sino capitalista, abierta y en expansión
creciente, capaz de crear riqueza abundante, y generar oportunidades y empleos
disponibles para todas las gentes.
10. Moral y economía. El capitalismo es el único sistema moral, porque
para ganarse el sustento hay que producir o ayudar a producir alguna cosa
deseada, que la gente demande en los mercados, y se venda y compre en libertad,
sin coacción alguna, ni privilegios para nadie. Y es el más eficiente en este
sentido. Pero hoy el capitalismo está prohibido, o legamente muy restringido.
Legalizar plenamente el capitalismo es lo que procede; pero antes, su rehabilitación
moral y ética. La “corrupción”, que tanto escandaliza a nuestra clase media, es
inherente al estatismo, que se hizo para robar; y no hay forma ni manera alguna
de que pueda ser honesto. Ni eficiente, porque es irrealista.
Por otro lado, las
metas trazadas por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista del año 1848 ya se
han cumplido en el terreno de lo económico, y se han hecho realidad, sea por la
vía bolchevique (comunismo) o menchevique (socialdemócrata): el Gran Gobierno
controla nuestra producción e ingresos, el dinero, la banca y el comercio; y si
aún nos dejan respirar, es para que podamos seguir trabajando para ellos.
Además es completo el control gubernamental en la educación, que les sirve para
inculcar alocados pretextos y excusas ante los evidentes fracasos del Sistema,
como también las creencias en falsos remedios. Por ello, ahora las izquierdas
van por los objetivos que quedan, en la moral, el lenguaje, la razón, la
ciencia y la civilización, buscando la destrucción del matrimonio y la familia;
eso se llama Posmodernismo o “Marxismo Cultural”, indispensable para que los
individuos quedemos aislados y en solitario, impotentes, indefensos y por
completo a merced del Gran Estado providente, de sus dádivas y su tutela. Y por
supuesto, desarmados.
11. Izquierdas y
Derechas. La Izquierda es el
socialismo, del cual nazismo y fascismo son variantes extremas; y la “Derecha”
es lo que no es Izquierda: el mercantilismo o “capitalismo de compadres”, que
es la derecha mala, y el liberalismo, que es la derecha buena. (Izquierda buena
no hay). Perder el miedo a las palabras (por ej. capitalismo, privatización, burguesía
y derecha) es el primer paso para perder el miedo a las cosas que ellas
nombran. Nada se logra con miedo.
La terca negativa de
algunos a reconocer al liberalismo como derecha no es realista, no es creíble.
Porque el capitalismo es de derechas en lo ideológico, así como el socialismo lo
es de izquierdas; y negarlo sabe a disimulo mal intencionado, lo que debilita la
defensa de cualquier causa, por noble y honesta que sea. Sin embargo, la
negación es típica de quienes no se han separado de las izquierdas por
completo, como muchos voceros del anarco-capitalismo, pese a que esa posición
sí podría ser considerada como la derecha extrema.
12. Anarco-capitalismo. Una obvia contradicción, porque no hay
capitalismo sin Gobierno Limitado a la preservación de los auténticos derechos
naturales, como “árbitro de instancia final”, y último recurso para dirimir los
desacuerdos y conflictos entre las agencias y actores privados. No obstante,
este absurdo “anarco-capitalismo” sirve como una pobre compensación psicológica
por el fracaso político que ha marcado hasta hoy al liberalismo, y un cómodo
pretexto para la inacción política.
13. “Neo” liberalismo
y Centro. Es el programa de
las reformas “macroeconómicas” de los años ’90, inspiradas en el “Consenso de
Washington”, o la continuación del mercantilismo por otros medios, más
actualizados. Busca resolver los problemas del estatismo, entre otros la
insolvencia del “Estado de Bienestar”, pero no los problemas de la gente. Para
ello ha privatizado muchas empresas y actividades estatales pero sin desregular,
convirtiendo así a los monopolios estatales en monopolios privados; y ha exigido
más impuestos, a fin de solventarse, y decretado más regulaciones, a fin de
justificarse.
En el Perú y en Latinoamérica
se nos presenta una falsa dicotomía, como si este “Neo” liberalismo y las
izquierdas fuesen las dos únicas opciones posibles y disponibles; y de hecho en
nuestros países siempre uno de estos dos polos es Gobierno y el otro la
oposición. Sin dudas los liberales clásicos estamos en la derecha del espectro
ideológico; no obstante, en este espectro político actual, los liberales
quedamos en el centro, porque rechazamos el “Neo” liberalismo, que es malo, y
las izquierdas, que son peores.
14. “Política
Correcta”. El liberalismo es
individualista y “políticamente incorrecto”, por eso es 100 % inconciliable con
los colectivismos, ya sean de izquierdas o de derechas, sea de antigua data
como el obrerismo, el nacionalismo o el imperialismo, o sean los más a la moda
del día como el feminismo, el ecologismo o el indigenismo; y por las mismas
razones, tampoco congenia con las bases o fundamentos intelectuales y
espirituales de estas corrientes, ya sean los procedentes del viejo baúl destartalado
de la Ilustración, como el positivismo o el conductismo, o ya sean los más
actualizados, como el Posmodernismo, el relativismo y la New Age.
15. Anticlericalismo. En América latina no hubo Reforma Protestante, y
la separación de Iglesia y Estado fue un proceso (aún inconcluso) realizado no
por reformadores religiosos y líderes cristianos reformados, como en el norte
de Europa, sino por los políticos criollos “liberales”, inspirados en el
ideario anti-religioso de la Revolución Francesa, lo cual ha sido origen de
conflictos, confusiones y traumas. En EEUU nunca hubo unión de Iglesia y
Estado; y la Independencia y la Constitución fueron hechas por líderes
cristianos de diversos credos, y aún deístas, agnósticos e indiferentes, unidos
en una esa acción política. Así debe ser también en nuestros países la empresa
libertaria; por eso el fervoroso ateísmo beligerante les cuadra quizá a ciertos
adolescentes buscando afirmar su personalidad frente a sus padres y maestros,
pero no cabe en una política de gente adulta.
16. La Democracia, los
partidos y los “políticos”. La
democracia no es el diablo; es la regla de la mayoría, y será tan buena o mala,
justa o inicua, moral o inmoral, estúpida o sabia como lo seamos la mayoría de
gente que votamos. Los partidos políticos no son inventos del diablo; son
organizaciones humanas que sirven como instrumentos sociales para hacer
política, así como las empresas sirven para hacer negocios, y los mercados para
desarrollar la economía. Y por fin, no “todos los políticos” son diablos
corruptos y mentirosos, porque no todos son estatistas; hay políticos
liberales, y somos decentes, honestos y veraces.
17. Burguesía y clase
media. Los representantes del
mercantilismo y del socialismo conforman dos oligarquías dominantes y aferradas
a sus respectivos privilegios. De ambas es víctima la clase popular, sometida
por la ignorancia y el engaño celosamente cultivados, y convertida en mera carne
de cañón electoral. Una parte del pueblo se encadena con los mendrugos de los
“Programas Sociales”, y la otra parte es mantenida en la ilusión de la paciente
espera. De la clase media, una parte se ha incorporado al sistema como sus funcionarios
y empleados, y otra parte se debate en la dura lucha diaria por la
supervivencia, entre el tedio y la frustración decepcionada. De esta segunda
parte de la clase media, debe emerger la “burguesía”, para que como ha sido
siempre en las grandes gestas liberales, asuma la iniciativa y el liderazgo.
A este fin, los
profesionales, los medianos y pequeños empresarios, y asimismo los técnicos y
trabajadores independientes, deben saber que jamás van a tener éxito económico,
ni real progreso personal y familiar, sin un radical y profundo cambio de
sistema. Y que el cambio requiere una acción política inteligente y eficaz,
firme y determinada; y su participación es indispensable. No hay otro camino.
18. Oposición Liberal
en el Congreso. La política liberal
es para ser puesta en práctica; y eso no es sólo con exposiciones puramente
académicas, sino con una fuerte corriente de opinión, y un partido político que
la exprese, inspirado en el Liberalismo Clásico, presente en los medios de
comunicación y en el escenario electoral, y encaminado a hacer mayoría en el
Congreso, para derogar las leyes malas.
Hasta tanto sea
mayoría, este partido ha de permanecer al margen de los sucesivos gobiernos de
turno, votando en contra de las nuevas leyes malas propuestas para decretarse,
y en principio por la abstención en todas las sucesivas e interminables “reformas”
en las leyes malas vigentes, que por lo común pretenden acomodar a un grupo o
factor de poder, desacomodando a otro. Sin este partido presente, la clase
media podrá hacer caminatas, marchas y manifestaciones de protesta por calles,
plazas y avenidas hasta caerse de cansancio, pero los logros seguirán ausentes.
19. La Devolución y Las
Cinco Reformas. El objetivo es
restablecer el sistema de libertades, mediante privatizaciones y
desregulaciones, separando lo público de lo privado, en cinco áreas: política, leyes,
justicia y Gobierno (1); economía y finanzas (2); educación en todos sus
niveles (3); atención médica y hospitalaria (4); y seguros, jubilaciones y pensiones
(5).
20. “Un país, dos
sistemas”. Si la mayoría
liberal en el Parlamento es numéricamente suficiente, la Gran Devolución y las
Cinco Reformas podrán ser decretadas en todo el territorio del país; esa es la
meta en el Plan “A”. De lo contrario, se podrán establecer en determinadas
regiones o ciudades, para comenzar, sirviendo de modelo y ejemplo al resto; tal
es la meta en el Plan “B”, y sólo a este fin y con esta condición podría
participar el Partido Liberal en elecciones regionales y municipales, si
hubiese una mayoría liberal en el Parlamento nacional, pues dentro del Sistema
nada bueno pueden hacer las autoridades locales, aún con las mejores
intenciones, y no es bueno mentir a la gente al respecto. Por otra parte, las Cinco
Reformas han de ser impulsadas desde la opinión, la prensa y el mismo Congreso,
tanto en la nación, como en las regiones y ciudades; y al efecto, toda
oportunidad puede ser aprovechable.
En el Perú, como en casi todos los países latinoamericanos, de tanto
votar por “el mal menor” hemos caído en un mal mayor, enorme, de dimensiones
diluviales. Y ya no podemos, como antes, culpar a las dictaduras militares. Estamos
obligados a admitir la amarga realidad: que las presentes calamidades políticas
y económicas son el producto de malas escogencias democráticas, resultantes de
votar en cada elección por “El mal menor”, o lo que era percibido como tal. Si
votamos por “el mal menor”, la realidad es que estamos escogiendo el mal, y a
sabiendas.
No hemos considerado otras opciones posibles, todas igualmente
democráticas; por ejemplo: la abstención electoral masiva como protesta por la
pobreza de ofertas políticas y electorales, y su uniformidad, porque todas
ellas han sido y son variantes del estatismo. Los liberales auténticos tampoco
hemos creado un partido, o ganado influencia sobre alguno de los existentes. Así
ha resultado este “mal mayor”: el Sistema, y su perpetuación. Es hora de buscar
LA SALIDA.
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