miércoles, 26 de septiembre de 2012

Llegan muchos capitales a Latinoamérica y eso también implica riesgos

Llegan muchos capitales a Latinoamérica y eso también implica riesgos Por: Alejandro Rebossio Brasil captó a principios de septiembre deuda al menor tipo de interés de su historia, al 2,6%. Su prima de riesgo es de solo 157 puntos básicos, frente a los 416 de España. Está entrando mucho dinero en la mayoría de los países de Latinoamérica, sobre todo a partir de la renovada política de relajación monetaria de EE UU, que lleva a que los inversores financieros busquen mayores rentabilidades en otras latitudes y las encuentran en una región que, a diferencia del pasado, ahora se presenta segura para ellos. Pero el aluvión de capitales a América Latina también supone riesgos y por eso el ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, ha elevado la voz de alerta la semana pasada. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido sobre el peligro que supone que algún día se revierta el flujo de capitales, pero Mantega y otros economistas como los argentinos Roberto Frenkel y Martín Rapetti, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), no le temen a esa eventual fragilidad externa, a la que descartan en un futuro cercano, sino al impacto desindustrializador que deriva del ingreso de recursos especulativos y la consiguiente apreciación de la moneda.


 La expansión monetaria de EE UU también eleva el precio de las materias primas porque deprecia al dólar, moneda en la que cotizan esos productos. Es así que ingresan más divisas en los países fabricantes de bienes básicos, como los latinoamericanos, lo que eleva la presión al alza de sus monedas. Y cuanto más cara una moneda, más onerosa resulta la producción de manufacturas y servicios transables (exportables) en sus territorios. Los países entonces suelen descansar en la bonanza que les traen los altos precios de las materias primas y el fuerte ingreso de capitales, como si ambos fenómenos fueran eternos y como si éstos aseguraran la creación de empleo de buena calidad. Es la llamada enfermedad holandesa. Frenkel y Rapetti plantean este reto en su reciente trabajo Fragilidad externa o ‘desindustrialización’: ¿cuál es la mayor amenaza para los países latinoamericanos en los años 2000?, que publicó la revista World Economic Review. Brasil no es el único país al que llegan capitales. Incluso en los últimos tiempos la desaceleración de China, una economía compradora de las materias primas brasileñas, han derivado en un renovado interés de los inversores financieros por México, que depende más del moderado crecimiento de EE UU. La prima de riesgo mexicana es de 133 puntos, menor que la brasileña. La de Colombia, 125. La de Panamá, 137. La de Perú, 117. La de Uruguay, 129. También Chile mantiene la confianza de los mercados. Otros países, en cambio, siguen sin acceder a los mercados de deuda internacionales. Sin embargo, también está bajando su prima de riesgo. La de Argentina está en 859 puntos. La de Venezuela, en 956. Descendió a 732 en Ecuador, que debió recurrir a un préstamo de 398 millones de euros del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) para corregir los desequilibrios de su balanza de pagos. La semana pasada recibió el desembolso de ese crédito, que viene a compensar la caída de ingresos del petróleo, su principal exportación. Después de que Ecuador se excluyera de los mercados de deuda al no pagar 2.481 millones en bonos globales hace tres años, ha cubierto las necesidades de financiamiento con acuerdos de crédito, principalmente de China. La influencia financiera del gigante asiático es tal que su cartera de créditos a países en vías de desarrollo, como Ecuador o Venezuela, ha superado en los últimos dos años a la que concedió el Banco Mundial en ese mismo periodo. Se trata de un dato no menor que no se suele tener cuenta cuando se habla del poder creciente de China en Latinoamérica, su poder de compra de materias primas y sus crecientes inversiones en la región. Documentos recientes del FMI han alertado que el ingreso de capitales en América Latina puede conducir a un ciclo de subida y bajada que termine en una crisis externa y financiera como las del pasado, según cuentan Frenkel y Rapetti. No obstante, estos economistas consideran que existen pruebas de que las condiciones externas de las economías latinoamericanas se encuentran más robustas que en periodos previos a esas crisis. La reacción a la Gran Recesión mundial de 2008/2009 así lo ha demostrado. Sus deudas han bajado a niveles históricamente bajos en la década pasada, y sobre todo ha caído la proporción del endeudamiento externo, antiguo problema de los problemas latinoamericanos. Pero los investigadores opinan que ese ingreso de recursos especulativos representan una “amenaza” porque puede “dañar el desarrollo económico de la región al debilitar la expansión de actividades transables modernas". Han comenzado a emerger señales de desaceleración del crecimiento de los sectores manufactureros y de servicios exportables, advierten ambos investigadores. La evidencia empírica del estudio de Frenkel y Rapetti sugiere que al menos en Brasil, Chile, Colombia, México y países centroamericanos la rentabilidad de los sectores transables con mano de obra intensiva (es decir, los que más empleo crean) se ha hundido de manera sustancial en los últimos años. También ha quedado comprobado que el crecimiento de los sectores industriales de mayor valor añadido se ha desacelerado con respecto a otras actividades si se compara el periodo 2002/2005, cuando comenzó la subida de los precios de las materias primas, con el de 2005/2008, cuando esas cotizaciones llegaron a marcas históricas. Esta ralentización manufacturera ha ocurrido en por lo menos cinco países analizados: Argentina, Brasil, Colombia, Chile y Perú. Frenkel y Rapetti recomiendan enfrentar la enfermedad holandesa con una política económica que combata la inflación y favorezca el empleo y una tasa de cambio competitiva y estable. Para ello sugieren la coordinación de medidas monetarias, fiscales, cambiarias y salariales. Abogan por la acumulación de reservas internacionales en el Banco Central, que a su vez debería esterilizar la inyección de moneda nacional que hace para comprar divisas y mantener así depreciada la tasa de cambio. También proponen la adopción de controles al ingreso de capitales. Brasil, Argentina y Costa Rica son algunos de los países que los han aplicado en Latinoamérica. Finalizan diciendo que las autoridades monetarias deben intervenir con fuerza en el mercado cambiario para demostrar su intención de mantener una moneda competitiva y doblegar las expectativas de apreciación de los inversores. Incluso se preguntan por qué no lo hacen los bancos centrales de Colombia y Chile.

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