domingo, 16 de septiembre de 2012

La desmorenización del PRD

La desmorenización del PRD

¿Qué sentido tendría que, al final de ese lapso, siguiera siendo un partido con las mismas propuestas programáticas que AMLO?

Pascal Beltrán del Río
Los 20 meses por venir serán cruciales para el futuro de la izquierda mexicana.
Consumada la separación de Andrés Manuel López Obrador de las filas del PRD, y echado a andar el proceso que seguramente culminará con la conversión de su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en partido político, el tronco histórico de la izquierda tendrá que decidir qué camino sigue para él.
Ya sea porque ha sido anatema discrepar de las posiciones de López Obrador, o porque en realidad no existe en la izquierda un conjunto de planteamientos distintos a los de él, el perredismo que no coincide con AMLO no ha tenido la oportunidad de mostrar de qué está hecho y qué le puede ofrecer de diferente al país.

El político tabasqueño lo había dejado muy claro en una reunión privada con los coordinadores parlamentarios de los partidos de izquierda, en abril de 2008: “Este movimiento lo desencadené yo y los diputados y senadores deben estar atentos a lo que el movimiento resuelva”.
López Obrador había reaccionado con molestia cuando el entonces senador Graco Ramírez, hoy gobernador electo de Morelos, había firmado el anteproyecto para discutir la iniciativa presidencial para la Reforma Energética. “Ahora resulta que Graco es más importante que yo”, espetó el ex candidato presidencial ante los coordinadores parlamentarios, entre quienes estaba el jefe de la bancada perredista en el Senado, Carlos Navarrete.
Cuando éste quiso saber si López Obrador pensaba que el movimiento era él, la duda se desvaneció: “Sí, soy yo”.
Cuatro años después, el tabasqueño confirmó esa postura al anunciar que se iba con sus canicas a otro lado.
López Obrador, quien ha dicho que no debe volver el “México de un solo hombre”, anunció el domingo pasado en el Zócalo que arrancaba el proceso para decidir si Morena será partido político, uno que a todas luces sería de un solo hombre.
En lo personal no tengo duda de que Morena pueda cumplir con los requisitos que marca el Cofipe para convertirse en partido. Realizar, en el plazo de un año (enero de 2013 a enero de 2014), veinte asambleas estatales de tres mil afiliados cada una, o 200 asambleas distritales de 300 afiliados, suena como tarea fácil para un movimiento encabezado por un hombre que ha recorrido varias veces el país y que obtuvo más de 15 millones de votos en la pasada elección presidencial.
Eso significa que para mayo de 2014, a más tardar, el Consejo General del IFE, tendría que dar respuesta a la solicitud de registro de Morena (artículo 31 del Cofipe), la cual, insisto, no veo por qué sería rechazada, salvo por fallas de procedimiento.
Eso deja al PRD con apenas veinte meses para mostrar una nueva cara, alejada de la influencia de López Obrador.
¿Qué sentido tendría que, al final de ese lapso, siguiera siendo un partido con las mismas propuestas programáticas que AMLO?
¿Cuál sería su rasgo diferenciador, especialmente si Morena, por la naturaleza centralista de su liderazgo y por lo que podemos leer en los documentos básicos que se le conocen, podría llegar a ser un partido más disciplinado que el PRD? Aparentemente Morena no reconocería corrientes en su seno, mientras que los perredistas han hecho del fraccionalismo un estilo de vida.
Sin embargo, desmorenizar al PRD es un reto mucho mayor que construir un partido en torno de AMLO.
Jesús Ortega, el líder de la corriente hegemónica del PRD y colaborador de estas páginas, ha dicho que la salida de López Obrador daría lugar al fin de la esquizofrenia en el partido. Sin embargo, pese a que se llegaron a conocer debates internos sobre las posturas de AMLO, éstas casi siempre prevalecieron, al punto de que en el PRD no hubo deseo o modo de impedir que el tabasqueño se postulara por segunda vez a la Presidencia de la República bajo el emblema del sol azteca.
Hay quienes hablan de que un PRD sin AMLO se convertiría en un partido “socialdemócrata”. Suena bien, pero ¿realmente ha habido una tradición socialdemocrática en los partidos ancestros del PRD o entre sus miembros más prominentes?
En México, hace tiempo que las tesis de Marx y Lenin prevalecieron sobre las de Proudhon y Lasalle.
Las ideas de izquierda llegaron a nuestro país a mediados del siglo XIX. Crónicas de la época refieren la creación de grupos mutualistas de sombrereros y sastres, mismos que fueron las primeras organizaciones de lucha obrera que existieron en el país.
Con el tiempo surgirían también las publicaciones dedicadas a defender los derechos de los trabajadores y a propagar las tesis socialistas que llegaban desde Europa.
La más notoria fue el semanario El hijo del trabajo, que apareció en 1876. Se imprimía en un taller ubicado en el ex colegio de San Gregorio, en la calle de San Ildefonso (hoy sede de la Universidad Obrera de México), y su lema era “en una verdadera sociedad no debe haber pobres ni ricos”.
Uno de los primeros impulsores de las ideas de izquierda en México fue el militar oaxaqueño Luis Santibáñez, quien poseía una extensa biblioteca de autores socialistas en su casa de la calle de López y organizaba reuniones para discutir libros como ¿Qué es la propiedad? , del pensador francés Pedro José Proudhon.
Su hijo, Adolfo Santibáñez, continuó la propagación de esas tesis e incluso fue uno de los fundadores del Partido Socialista Obrero en 1911. Sin embargo, el triunfo de la revolución rusa de 1917, propició un esfuerzo internacional de Moscú por exportar su modelo político, que llegó a México de la mano del agente del Komintern Mijaíl Gruzenberg (alias Borodin), entre otros.
Dicho esfuerzo significó un giro decisivo en el izquierdismo mexicano, que para entonces tenía una fuerte influencia del anarquismo y las ideas liberales de la Revolución Mexicana.
Durante el Congreso Socialista, celebrado de agosto a septiembre de 1919, “muchos marxistas extranjeros se mezclaron con simpatizantes y partidarios mexicanos”, refiere el historiador Harry Bernstein en su obra El marxismo en México 1917-1925 .
“En la lucha contra ese potente rival que era la Revolución Mexicana, fuerte desde el punto de vista social y sentimental, el vigoroso trabajo intelectual del marxismo, ayudado por norteamericanos, rusos, japoneses y alemanes, trató de ganarse las simpatías del pueblo.
“Desde 1919 hasta 1924, la táctica del marxismo en México originó peleas, polémicas personales, segregaciones y rupturas. La maldición de Caín cayó sobre el marxismo, cuya política de lucha de clases y trastorno social se vio reflejada en continuos pleitos, purgas, vituperios y martirios”, escribe Bernstein.
En ese ambiente se disolvió el Congreso Socialista y se fundó el Partido Comunista Mexicano (PCM), con quienes compartían la visión soviética, en noviembre de 1919.
Es cierto que el PCM tuvo, a lo largo de su historia, momentos de distanciamiento con la línea de Moscú, y que apostó por la vía electoral, a finales de los años 70, en el marco de la Reforma Política promovida por Jesús Reyes Heroles. Pero también lo es que el concepto de revolución ha prevalecido sobre el de democracia en el pensamiento y los objetivos de la izquierda mexicana.
A casi un siglo de la creación del PCM y a 23 años de su propia fundación —para lo que se aprovechó el registro electoral de aquél—, ¿podrá el PRD distanciarse de quienes sólo creen en la democracia como una vía para tomar el poder y no una forma de convivencia entre quienes tienen ideas distintas?
Eso está por verse. En los próximos meses sabremos si el PRD sin López Obrador logra desarrollar una agenda propia.
La primera prueba está en las reformas que actualmente se discuten en el Congreso, particularmente en la reforma laboral.
Pronto sabremos si el PRD se va por la fácil y se suma al coro de quienes rechazan la reforma laboral sin siquiera haberla leído, o encuentra una forma de argumentar que dicho cambio conviene, porque con la ley actual, aprobada durante el régimen de Díaz Ordaz, el desempleo entre los jóvenes se ha disparado al doble.
Si el PRD va a ser como Morena, pero con sus incesantes pleitos internos, ¿qué sentido tendrá pertenecer a la organización del sol azteca o votar por ella, que no sea el interés personal?

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