sábado, 15 de septiembre de 2012

Argentina: Arteros ataques contra Marcos Aguinis

Argentina: Arteros ataques contra Marcos Aguinis – La Nación

Se ha pretendido descalificar de innumerables maneras a Marcos Aguinis, un intelectual que no ha dudado en rechazar las extorsiones políticas tan de moda.
El culto a la personalidad ha derivado el último siglo en situaciones tan risueñas como las provocadas por la claque oficial del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, cuando anunció que el líder Kim Jong-Il había logrado en un campo de golf la inverosímil hazaña de once hoyos con un solo golpe por hoyo. O en situaciones tan penosas como que un jefe de Estado ocupe con frecuencia inaudita la cadena de medios de comunicación audiovisual de su país para un creciente solaz del ego personal.

La autosobreestima de quienes ejercen el poder podrá ser celebrada por los propios partidarios o por adulones a quienes no importa tanto quiénes gobiernan sino quiénes dispensan a su turno las prebendas que permitan en todo tiempo ganancias, menos en honra, en el trajinar de la vida pública. Pero el culto a la personalidad, del que se derivan las restantes patologías de muchos gobiernos, no tiene por qué ser compartido por el resto de los ciudadanos, ni observado en silencio crítico por los disidentes, ni potenciado por una propaganda costeada con los ya abultados impuestos que recaen sobre la población toda. En la contemporaneidad, los ciudadanos con valor cívico afrontan riesgos de una variedad multiplicada por los mecanismos tecnológicos de la revolución informática: la humillación constante, por ejemplo, por haberse atrevido a reclamar límites para la omnipotencia de quienes están en la cima del poder.
Así se ha pretendido descalificar de innumerables maneras a un intelectual argentino por haber expresado en este diario su rotunda oposición a lo que denomina, sin vuelta de hojas, “el veneno de la época kirchnerista”, un destilado de las diversas formas de intolerancia expresadas desde el corazón del oficialismo hasta sus últimas estribaciones provinciales. Se trata de Marcos Aguinis, médico, prolífico escritor, intelectual a cuyo paso por la Secretaría de Cultura de la Nación, durante la presidencia de Alfonsín, se impulsó la política de una “primavera cultural” para afirmar las bases pluralistas de la democracia recién reinstaurada.
Las distinciones obtenidas por Aguinis en su larga trayectoria, tanto en la Argentina como en el exterior, van desde el Premio Nacional de Sociología al doctorado honoris causa de la Universidad de Tel Aviv. De modo que es más relevante la voluntad de expresarle nuestra solidaridad que la de argumentar a favor de una posición personal que ha sido incuestionablemente transparente y enérgica en la condena de los totalitarismos y, en particular, el de la Alemania nazi.
No se extralimitó, contrariamente a las acusaciones que ha recibido por su artículo en LA NACION, cuando comparó, con la licencia eficaz de lo metafórico, las desviaciones de un gobierno de origen democrático y de sus acompañantes callejeros con las prácticas violentas y propagandísticas de un régimen que procuró enseñar con Goebbels que las mentiras repetidas mil veces terminan por ser verdades. No, ninguna injuria ni calumnia podrá hacer creer que Aguinis ha pensado desvirtuar las tremendas, irrepetibles (esperemos) experiencias de la Shoá padecida por los judíos en Europa. Él mismo es un judío orgulloso de su estirpe. Un continuador nato del espíritu de tolerancia de Spinoza. Un escritor que ha condenado como el que más los crímenes del nazismo, pero también los que hoy quisieran cometerse contra el pueblo de Israel en otras partes del mundo, o los actos salvajes -incluido el éxodo compulsivo de más de un millón de judíos que la izquierda radicalizada oculta- producidos en su tiempo por la tiranía del comunismo soviético, escuela formativa de algunos notorios integrantes del actual oficialismo argentino.
Aguinis jamás ha retrocedido ante quienes hayan pretendido, desde el delirio de los gobiernos de facto o desde las factorías rentadas en las que se sueña con la reinvención de la historia, silenciar su palabra, acaso más descarnada de lo común, pero por igual incorruptible. No lo va a hacer ahora; no lo van a hacer quienes con él rechazan las extorsiones políticas tan de moda.

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